El crecimiento de la extrema derecha no parece indicar que se vayan a constituir en el futuro gobiernos de extrema derecha, sino que nos encaminamos más bien a escenarios en los que va a resultar muy difícil la formación de gobierno. La amenaza de la extrema derecha no es la de gobernar, sino la de hacer imposible que se pueda gobernar
Claves de la victoria de la ultraderecha en el este de Alemania: del shock en el Gobierno de Scholz a las posibles coaliciones
En el pasado mes de julio la extrema derecha francesa obtuvo un triunfo inequívoco en las elecciones al Parlamento Europeo. Con el 31,37 % de los votos válidamente emitidos y 30 escaños más que duplicaron los votos y los escaños tanto del partido del presidente Macron como del partido socialista. Los comentarios en la misma noche electoral interpretaron dicho resultado como una suerte de anticipo de la victoria de Marine Le Pen en las próximas elecciones presidenciales.
Esta parece ser que fue también la interpretación presidencial, ya que, de no ser así, no se entendería la reacción de disolver de manera inmediata la Asamblea Nacional y convocar elecciones.
Instintivamente el presidente entendió que o se frenaba de manera inmediata el avance de la extrema derecha o sería muy difícil, por no decir imposible, impedir su triunfo en las próximas elecciones presidenciales previstas para 2027.
Con el sistema electoral estrictamente proporcional para el Parlamento Europeo, la victoria de la extrema derecha podría parecer apabullante. Con el sistema electoral mayoritario a doble vuelta para la Asamblea Nacional se podría comprobar que no era así.
Y efectivamente no fue así. La Alianza Nacional pasaría de la primera a la tercera posición, viéndose superada tanto por el Nuevo Frente Popular como por el partido de Macron. Jordan Bardella pasaría de aspirante a la presidencia del Gobierno de Francia durante la campaña electoral a presidente del grupo parlamentario Patriotas por Europa diseñado por Viktor Orban tras la proclamación de los resultados. Con esta incorporación al grupo parlamentario de la extrema derecha europea, Marine Le Pen ve disminuir su expectativa de cara a las futuras elecciones presidenciales francesas.
Pienso que no está de más recordar esta experiencia francesa tras el resultado de las elecciones en los Länder de Turingia y Sajonia este pasado domingo. Alternativa para Alemania ha obtenido en estos dos Länder un resultado similar al que obtuvo la Alianza Nacional en las elecciones europeas y legislativas en Francia.
Al no existir en Alemania una segunda vuelta en el caso de que ninguna candidatura consiga mayoría absoluta, no es posible saber que ocurriría en el caso de que la hubiera. Alternativa para Alemania se va a quedar fuera del Gobierno en Turingia no por decisión del cuerpo electoral, sino por la decisión de los demás partidos políticos.
En ambos casos, en Francia y en el Land de Turingia, que es el único en que Alternativa para Alemania ha sido primera fuerza, se están planteando ya o se prevé que se van a plantear problemas para la formación de Gobierno, pero nada más. También nada menos.
El crecimiento de la extrema derecha no parece indicar que se vayan a constituir en el futuro en el que es posible hacer predicciones de gobiernos de extrema derecha, sino que nos encaminamos más bien a escenarios en los que va a resultar muy difícil la formación de Gobierno. La amenaza de la extrema derecha no es la de gobernar, sino la de hacer imposible que se pueda gobernar.
Esta es la epidemia que se está extendiendo en el continente europeo, que podrá cobrar más fuerza si Donald Trump es elegido presidente el próximo mes de noviembre, o que puede remitir algo si es Kamala Harris quien resulta elegida.
El problema de fondo es la dificultad que están encontrando prácticamente todos los países europeos para hacer una síntesis política de sí mismos mediante el ejercicio del derecho de sufragio para poder gobernarse. Las elecciones se celebran con normalidad y de manera concurrida y transparente. No hay nada que reprocharles desde el punto de vista de la legitimidad democrática. Pero dicha legitimidad no se traduce en gobernabilidad, cuando esta última es más necesaria que nunca, dada la magnitud y complejidad de los problemas con los que tenemos que enfrentarnos.
Estamos pasando por un periodo de debilidad gubernamental en las democracias europeas. Gobiernos democráticamente legítimos, pero débiles. El principio de legitimidad democrática ha garantizado durante décadas la gobernabilidad. De vez en cuando se han planteado problemas en algún país, pero no a escala continental. Ahora tenemos dudas de que vaya a continuar siendo así.
Esto es lo que genera el crecimiento de la extrema derecha. Hace dudar al conjunto de la sociedad de su capacidad para autogobernarse de manera legítimamente democrática.