Lo que hay que pedirle al nuevo gobernador es que se ocupe de la selva en el sector financiero, que mejore la capacidad de defensa de los consumidores, y que sí sea independiente en materia de control y sanción para las entidades que estafan a muchos clientes, no como sus predecesores
Escrivá, un ex del Banco de España que vuelve de gobernador tras cuatro años como ministro
Una vez más la conversación pública en España se ha convertido en un vertedero de descalificaciones e insinuaciones entre los agentes políticos y mediáticos, tras el nombramiento del ministro Escrivá como gobernador del Banco de España. De nada sirve que en el Consejo del BCE, donde estará Escrivá ya el próximo día 11 de septiembre, esté lleno de ex ministros, como el caso de Austria o Portugal, asesores y otros cargos políticos que pasan directamente a formar parte del directorio, siendo gobernadores de los respectivos bancos centrales de cada país.
El pecado del ministro Escrivá, según estas voces, es que pasa directamente de la mesa del Consejo de Ministros al edificio de Cibeles, sin solución de continuidad, por lo que, según estas fuentes interesadas, provocará un descrédito de la institución y una “colonización” de la misma, siempre porque el elegido es un supuesto socialista peligroso.
La realidad es bastante distinta a la que dibujan estos agoreros, cuya vigencia del argumento durará escasos días, porque la próxima institución ya no tiene las funciones que otrora sí podían verse afectadas por un cargo político. En primer lugar, hay que destacar que el currículum de Escrivá es impecable para cubrir la vacante; si lo comparamos, por ejemplo, con Luis de Guindos, le supera ampliamente, y este es hoy, nada menos, que vicepresidente del BCE. Para los puristas académicos liberales y libertarios, a Escrivá solo le falta ser doctor, algo de lo que también adolece De Guindos, o la propia Christine Lagarde, pero ellos siempre se callan a la hora de juzgar a sus correligionarios ideológicos.
En segundo lugar, para los que ponen el grito en el cielo, España hace tiempo que delegó la política monetaria y cambiaria al BCE, perdiendo la soberanía monetaria, algo que muchos seguimos echando de menos para poder llevar a cabo políticas fiscales expansivas que pudieran acabar con el desempleo. Esto hace que no quepa incidencia del titular del Banco de España sobre la política económica del país, lo cual despoja de cualquier veleidad de intervención o falta de independencia a la hora de votar en los Consejos del BCE sobre el devenir de los tipos de interés.
En consecuencia, no existen conflictos de intereses por pasar de ministro a gobernador, dadas las funciones que la propia Ley de Autonomía del Banco de España otorga a su rector. Adicionalmente, y por el flanco ideológico, Escrivá es un liberal de libro y neoclásico de formación, lo cual no desentona para nada a la hora de analizar el papel de los tipos de interés, o la función y definición del dinero, muy alineada con los colegas del BCE.
Pero vayamos, de verdad, a lo que sí causa un descrédito de la institución. El Banco de España sí conserva, por delegación, la supervisión financiera y bancaria y por tanto, la defensa de los usuarios de banca y entidades financieras. Aquí el fracaso de los antecesores ha sido palmario. La burbuja inmobiliaria, negada en el propio servicio de estudios del Banco de España, y las sucesivas crisis bancarias han sido el punto más negro de la última década, y especialmente cómo se ponen de perfil ante las estafas bancarias, como por ejemplo las clausulas suelo, entre otras. Los llamados técnicos y no políticos, como Linde o Hernández de Cos, han mirado para otro lado, y se han dedicado básicamente a alertar sobre las catástrofes de la subida del salario mínimo o la recesión que supuestamente llegaría a España en el año 2023. Estos factores, disfrazados de análisis académicos, seguirán presentes ante la llegada de cualquier nuevo gobernador, ya que dicha figura no redacta los informes que se publican, sino que son los economistas titulados los que los llevan a cabo.
Otro argumento que se ha esgrimido es que el Banco de España ejerce de contrapoder al Gobierno, algo que no es así, y que se encarga de fiscalizar las políticas públicas, lo que tampoco es cierto. Estas aseveraciones son las que se utilizan para negar la posible independencia del ministro Escrivá, lo que no se utilizó con De Guindos, Caruana u otros en el caso europeo.
El Banco de España emite informes no vinculantes, también realiza previsiones, cuya fiabilidad en los últimos años es muy discutible, pero no intervine en ninguna faceta de la determinación de la política económica del país y nunca podrá influir en las decisiones del Ejecutivo, y mucho menos en las del Legislativo.
En suma, el ministro Escrivá es un perfecto economista liberal, monetarista y neoclásico, con aprioris ortodoxos sobre el concepto del dinero, la excitante e inverosímil teoría sobre la velocidad de circulación del mismo. Además, como se ha demostrado, es inercambiable en gobiernos del PSOE y del PP, por lo que no causará ningún problema en el Consejo del BCE, algunos de cuyos miembros tienen menor capacidad profesional que él.
Lo que hay que pedirle desde mañana es que se ocupe y preocupe de la selva en el sector financiero, que mejore la capacidad de defensa de los consumidores, y que sí sea independiente en materia de control y sanción para las entidades que estafan a muchos clientes, no como sus predecesores. Y por su supuesto, en sus ratos libres que haga suyas las conclusiones de la doctrina que emana del Servicio de Estudios, es decir no hay que subir el salario mínimo, obviando la teoría de salarios de eficiencia, que se desdiga de las bondades de su reforma de pensiones, y que mantenga las fantásticas soflamas de la teoría económica y monetaria neoclásica. Nada de esto afectará a la independencia del Banco de España, salvo para los nostálgicos que siguen pensando en pesetas.