El presidente de Òmnium Cultural reconoce que desde el 2017 y 2024 los partidos independentistas han sido incapaces de trazar grandes acuerdos estratégicos y lamenta que no se haya acordado ningún proyecto «ilusionante»
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La movilización de la Diada de 2024 será la primera en más de una década sin un presidente independentista en la Generalitat. En las últimas ediciones ya se evidenciaron el desgaste y la división de un movimiento que busca recuperar el músculo de las grandes manifestaciones del procés. Este miércoles las concentraciones serán descentralizadas y se han convocado en Barcelona, Girona, Tarragona, Lleida y Tortosa. El lema consensuado es ‘Volvemos a las calles’.
Òmnium es una de las convocantes de las manifestaciones. La entidad, que no recibe ni subvenciones ni se financia con créditos bancarios, fue creada en 1961 y sigue teniendo como uno de los objetivos fundamentales la promoción de la lengua. El descenso de uso del catalán entre los jóvenes y otros colectivos es preocupante y es uno de los ámbitos en los que Òmnium más está trabajando. Su actual presidente, Xavier Antich, subraya también la necesidad de que el independentismo aborde problemas acuciantes como la desigualdad. “Damos por supuesto que Junts, ERC y la CUP reflexionarán sobre qué es lo que no se ha hecho bien a la hora de transmitir que son partidos con vocación de gobernar y mejorar la vida de la gente”. subraya.
A diferencia de la ANC, Òmnium evita entrar en las refriegas partidistas y la bronca permanente entre Junts y ERC. También a diferencia del resto de actores del ámbito independentista, es una entidad que sigue aumentado la cifra de socios. Actualmente ya son 180.000.
Esta será la primera Diada en 14 años sin un president independentista. ¿La convierte en una jornada distinta a las anteriores?
El cambio del marco político condiciona las reivindicaciones independentistas. Es una evidencia que no hay un Govern que esté por esta batalla, pero esta Diada ya se empezó a pensar antes de las elecciones. Vista la situación del movimiento, teníamos claro que tenía que ser una Diada constructiva y vinculada con la mejora de las condiciones materiales de vida de la gente. La reivindicación de la independencia no es una palabra tótem que lo cambie todo, sino la aspiración de un nuevo marco político para abordar de forma distinta problemas estructurales.
Òmnium atribuyó la llegada de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat al enfrentamiento fratricida entre partidos independentistas. ¿Es la única causa?
No es la única, pero es la más relevante. Entre 2017 y 2024 los partidos independentistas han sido incapaces de trazar grandes acuerdos estratégicos. No se ha acordado ningún proyecto ilusionante. En 2022, en Òmnium diagnosticamos que el movimiento estaba en una fase de desánimo y desorientación provocada por la lucha guerracivilista entre los partidos. Las elecciones del pasado 12 de mayo fueron el final de un ciclo electoral que cristalizó la deserción del voto independentista, que en 2017 estaba por encima de los dos millones y ahora se ha reducido casi un 50%. Hay una responsabilidad de autocrítica de los partidos.
El ‘no’ a la independencia se sitúa en el 53% y el ‘sí’ cae al 40%, la mayor distancia desde que hay registros del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO). ¿Hay gente que ha cambiado de opción?
Hay gente que no ve la viabilidad del proyecto. La independencia era la última de las diez preocupaciones de los menores de 25 años por las que preguntamos en una encuesta de Òmnium. Las primeras eran la precariedad laboral y la vivienda. Todos los datos nos señalan que en los últimos años el proyecto independentista se ha desvinculado de la mejora de condiciones de vida de la gente. No hemos sido capaces de explicar que un Estado propio será una vía para ayudar a resolver los problemas mucho mejor que el Estado español.
Siempre han considerado que el independentismo tenía que convencer a más gente, una tesis que también defiende ERC pero con un éxito relativo vistos sus resultados electorales.
No basta con decirlo. No son solo los relatos políticos los que acaban generando adhesiones, sino que la gente valora los hechos: las iniciativas legislativas o la capacidad de los gobiernos para resolver problemas. Desde Òmnium damos por supuesto que Junts, ERC y la CUP reflexionarán sobre qué es lo que no se ha hecho bien a la hora de transmitir que son partidos con vocación de gobernar y mejorar la vida de la gente. Los proyectos independentistas ganan adhesiones cuando son capaces de mejorar las cosas, pero hoy la sociedad catalana está partida en términos de desigualdad y se enfrenta a unos problemas (vivienda, pobreza, precariedad laboral) que no se han abordado o no se han abordado bien.
¿Le preocupa que este malestar que a veces canaliza la extrema derecha, en el independentismo lo haga Aliança Catalana?
Es un gran problema. En Catalunya no pasa nada que no haya pasado en la última década en las sociedades avanzadas europeas: la extrema derecha tiene especial habilidad para canalizar los discursos de odio ante problemas sociales. En Òmnium nos preocupa enormemente que aquí, si no lo enmendamos colectivamente, [la extrema derecha] pueda crecer, como ha pasado en países como Francia.
¿Qué planes tiene Òmnium para crecer, si su idea es seguir ampliando la base?
Òmnium es el único agente del movimiento independentista que desde 2017 hasta ahora no solo no ha perdido base social sino que la ha multiplicado por tres. Esto no nos debe llevar a la autocomplacencia porque queremos crecer más, pero no deja de ser un aval a la estrategia de Òmnium: ser constructivos y tejer alianzas. No hemos participado nunca del despellejamiento interno del movimiento independentista, aunque nos haya generado costes. Queremos, desde la sociedad civil, seguir fortaleciendo las alianzas alrededor de los grandes consensos de país y que tengan traducción política, gobierne quien gobierne.
¿Cuáles son estos grandes consensos?
En el caso de Catalunya, podríamos listar una docena. Hay uno fundamental, el consenso en que Catalunya tiene derecho a resolver democráticamente su futuro. El conflicto político de fondo no se ha abordado todavía. Podemos retrotraernos a la gran manifestación de 2010, que tuvo por lema ‘Som una nació, nosaltres decidim’ y fue encabezada por el president Montilla y el resto de expresidents vivos, o a la gran manifestación del 1977. El conflicto político dura décadas, y por errores y elementos de diversa índole, no se ha abordado. No decimos una ocurrencia, es la interpelación del Consejo de Europa al Estado por su respuesta represiva en 2017. La única forma de resolver los conflictos políticos es votarlos, y el cambio de mayorías políticas no lo elimina.
También nos preocupa el descenso del uso social de la lengua catalana, que siempre ha sido un elemento de cohesión social. Hay un gran consenso en la política lingüística en el Parlament. Pero también en la infrafinanciación o el déficit en infraestructuras, que va desde Foment del Treball a la Intersindical.
La lengua ha sido un punto básico de la trayectoria de Òmnium. ¿Por qué hay catalanes que han dejado de hablar la lengua catalana?
Según nuestros informes de situación de la lengua catalana, hay una suma de factores que nos han llevado a esta situación de descenso de uso social de la lengua catalana. El catalán, durante décadas, se había focalizado en la escuela, que ha permitido una ampliación del conocimiento del catalán pero no ha garantizado su uso social. El problema no es de conocimiento, es de uso social, y hay muchos ángulos oscuros en los que hay que trabajar: la falta de mercado audiovisual en catalán, su casi inexistencia en nuevos formatos de consumo cultural de los jóvenes. Aquí el catalán tiene que estar, porque la lengua es un elemento de cohesión más allá de la opción política que tenga cada uno.
Los proyectos independentistas ganan adhesiones cuando son capaces de mejorar las cosas, pero hoy la sociedad catalana está partida en términos de desigualdad y se enfrenta a unos problemas (vivienda, pobreza, precariedad laboral) que no se han abordado o no se han abordado bien
¿Qué valoración hace Òmnium de la aplicación de la amnistía?
El simple hecho de que la ley de amnistía se aprobara fue una magnífica noticia, pero ya alertamos entonces que el problema estaba en su aplicación. Y en esas estamos. Es una anomalía monumental a nivel europeo: parte del poder judicial está saboteando de forma explícita una norma aprobada por el poder legislativo. Es intolerable y conviene remediarlo. No es un problema solo para los independentistas, sino para todos los demócratas. Estamos ante una casi revuelta del poder judicial porque no le gusta una ley que enmienda sus decisiones represivas.
¿Cree que la principal diferencia en la aplicación de la amnistía es entre los jueces del Supremo y los que trabajan en Catalunya fuera de los grandes órganos jurisdiccionales?
En parte sí. La gran resistencia a aplicar la ley de amnistía se está produciendo en la cúpula de la judicatura: Tribunal Supremo, Audiencia Nacional y Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC).
Han recorrido la amnistía a 46 policías investigados por las cargas del 1-O. ¿Si la amnistía no incluye a todo el mundo (políticos y activistas independentistas y policías), qué sentido tiene?
Es un tema muy delicado pero muy importante. Para Òmnium, la amnistía no es una pipa de la paz, sino que implica acabar con la vía represiva por parte del Estado español. Como la amnistía significa reconocer que la represión no es una vía asumible en un Estado democrático para resolver un conflicto político, debe resolver los casos de las personas que han sido víctimas de una persecución política. Y este no es el caso de los policías del 1-O, que nunca han visto vulnerados sus derechos, sino que están acusados de vulnerarlos e incluso de infligir tratos denigrantes o torturas. Naciones Unidas dice de manera explícita que no son aceptables las amnistías de punto final que impidan la investigación a aquellos que han vulnerado derechos fundamentales.
El independentismo a veces ha tenido la tentación de excluir a gente por no coincidir al 100% con nuestros postulados. El pluralismo es parte de la fuerza del independentismo.
¿La relación de Òmnium con la Assemblea Nacional Catalana (ANC) es mejor desde que Lluís Llach la dirige?
Con la ANC siempre hemos tenido una relación curiosa, pero hay una coincidencia estratégica en el objetivo de caminar hacia la independencia. Como las organizaciones también son las personas, las relaciones no siempre han sido iguales. Ha habido momentos de más tensión cuando la forma para trabajar en los objetivos comunes difería, pero la relación actual de Òmnium con la ANC es muy cordial. Trabajamos bien y hablamos con mucha lealtad y conciencia de que las dos organizaciones son diferentes y cada una tiene su función. Que hayamos conseguido una convocatoria de movilización para la Diada en un clima muy distinto al de años anteriores es una muestra de que las relaciones son leales. Las diferencias que pueda haber son fruto del pluralismo dentro del independentismo, pero esto muestra que el movimiento no es una secta sino que tiene matices, y es algo que hay que asumir con normalidad. El pluralismo es la base de cualquier sistema democrático, y el independentismo a veces ha tenido la tentación de excluir a gente por no coincidir al 100% con nuestros postulados. El pluralismo es parte de la fuerza del independentismo.