Caos en Syriza: el principal partido de la oposición en Grecia, sin líder un año después de elegir a un exejecutivo de Goldman Sachs

La formación de izquerdas atraviesa días convulsos, con la convocatoria de un congreso extraordinario para noviembre, después de que una moción de censura liderada por los afines al exprimer ministro Alexis Tsipras acabara este domingo con el liderazgo de Stefanos Kasselakis. Una crisis que intentan aprovechar el Gobierno conservador y también los socialdemócratas del Pasok

De alternativa para Europa a ser liderada por un armador y exejecutivo de banca, ¿qué ha pasado en Grecia con Syriza?

Desde el domingo, la formación de izquierdas Syriza, el principal partido de la oposición en Grecia, no tiene líder. El polémico Stefanos Kasselakis, elegido en las primarias de no hace ni un año, ha sufrido una moción de censura este fin de semana que ha prosperado con, aproximadamente, la mitad de los votos a favor. Liderada por “el grupo los 87” — partidarios del ex primer ministro y exlíder del partido, Alexis Tsipras—, que acabaron siendo 100, y con la ayuda de uno de los pesos pesados del partido, Pavlos Polakis, la moción ha conseguido lo que un sector de la formación perseguía desde hace meses: derrocar al líder. También han dimitido la jefa de prensa de la formación, el jefe de gabinete de Kasselakis y la portavoz del partido. Una situación que se habría podido evitar si el ya exlíder hubiese convocado elecciones primarias anticipadas tal y como demandaban diferentes corrientes en el partido.

El escenario que se abre ahora está marcado por la incertidumbre. El Secretariado político del partido ha anunciado este martes la convocatoria de un congreso extraordinario, que se celebrará del 1 al 3 de noviembre, con el objetivo de diseñar una nueva hoja de ruta y presentar candidaturas. Pavlos Polakis y el actor Apostolos Glentzos ya han anunciado que se postulan para liderar la formación. Las primarias se celebrarán el 24 de noviembre, con una segunda vuelta, si fuera necesaria, el 1 de diciembre.

Finalmente ha prevalecido la idea de un procedimiento rápido, como pedía el mismo Polakis, en contra de quienes preferían darse más tiempo para que la situación se estabilizara después del terremoto vivido este fin de semana. Mientras tanto, se desconoce aún el futuro político de Stefanos Kasselakis. Si bien el exlíder aún no se ha pronunciado, es improbable que se presente de nuevo a las primarias o que forme su propio partido. Fuentes cercanas al partido aseguran que podría abandonar la vida política.

Un año de polémicas y dardos envenenados

No ha sido un año fácil, ni para Kasselakis ni para Syriza. Con la responsabilidad de reflotar la izquierda política en Grecia tras el descalabro del partido en las dos convocatorias de elecciones generales de 2023, cuando el partido perdió la mitad de sus diputados, el liderazgo de Kasselakis se ha caracterizado por las polémicas y los dardos envenenados. De poco ha servido que, durante todos estos meses, el exejecutivo de Goldman Sachs se haya autodesignado como “la voz de la sociedad”.

El “mesías”, tal y como le apodó la prensa griega en su momento, nunca llegó a gozar de la simpatía de la totalidad del partido. Las rupturas no tardaron en llegar: unas semanas después de su elección, la mano derecha de Alexis Tsipras y exministra de trabajo entre 2016 y 2019 Efi Ahtsioglou (que había sido su mayor contrincante durante las primarias) se iba del partido y cofundaba uno nuevo: “Nueva Izquierda”. No lo hacía sola, sino con 10 históricos de la formación y diputados.

La nueva era Kasselakis en Syriza tenía un único fin: recuperar la identidad del partido a partir de la articulación de una propuesta política congruente y serena para hacerle frente al Gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis; pero ha sucedido todo lo contrario. Las promesas de unidad y cohesión se han disipado hasta volverse invisibles y ahora la formación se enfrenta a una de sus crisis más graves de sus últimos años.

En su columna de opinión en el periódico griego Kathimerini, el periodista Nikos Konstandaras escribe: “¿Por qué se cuestiona tanto a un líder que fue elegido por la base del partido y que vio renovado su mandato en el congreso del partido? ¿Qué derecho tienen los escépticos de ignorar la voluntad de los votantes y los delegados? Lo más probable es que la respuesta resida en el hecho de que los cuadros del partido nunca creyeron que Kasselakis fuera su líder legítimo”. Y así es: Kasselakis siempre fue visto como un paracaidista, un outsider. Tan solo llevaba un mes de militancia en el partido cuando fue elegido. Sin embargo, esto también fue percibido por algunos como una oportunidad de regeneración para una formación que en los últimos tiempos se ha movido hacia el centro y ha dejado de lado los postulados de izquierda radical.

Una crisis que no solo beneficia al Gobierno

Los primeros grandes beneficiados por la crisis profunda que atraviesa Syriza son el partido en el Gobierno, los conservadores de Nueva Democracia, y los socialdemócratas del Pasok, que, según las encuestas, ya han recuperado el segundo puesto. Pero también podría verse beneficiado el partido Rumbo a la Libertad, una escisión de Syriza liderada por la expresidenta del Parlamento, Zoe Konstantopoulou, quien abandonó en 2016 la formación entonces liderada por Alexis Tsipras. El exministro de Finanzas Yanis Varoufakis lo había hecho en 2015 y también fundó su propio partido, MeRA25, actualmente sin representación parlamentaria.

Si bien en las pasadas elecciones europeas del 9 de junio los resultados de Syriza no fueron del todo malos, lo cierto es que el Pasok, a pesar de vivir también su propia crisis (la primera ronda de primarias se celebrará el próximo 6 de octubre), y tras una larga travesía en el desierto que empezó en los años más duros de la Gran Recesión, sigue subiendo en las encuestas y aspira a recuperar una parte del electorado de Syriza. En los comicios europeos de junio la distancia entre ambos partidos fue mínima: Syriza obtuvo el 14,92% de los votos y el Pasok el 12,79%. Nueva Democracia ganó con un 28,31%, en unas elecciones en las que la abstención llegó casi al 60%.

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