La situación de la compañía, que afronta despidos y una caída de valoración similar la que sufrió en la burbuja puntocom, podría afectar directamente a las grandes fábricas de chips pactadas en Europa y EEUU
El tobogán bursátil de los gigantes del chip se asoma al abismo de la geopolítica
En 1965 Gordon Moore, cofundador de Intel, hizo un pronóstico que iba a definir el mundo: a partir de entonces, el número de transistores de los chips se duplicaría cada dos años. La predicción se cumplió con precisión matemática durante décadas, doblando la potencia y reduciendo el tamaño de los microprocesadores por el camino. Con el tiempo se convirtió en la ley de Moore.
Sin embargo, en los últimos años el paradigma está chocando con límites físicos y teóricos, con transistores del tamaño de unos pocos átomos y cada vez más difíciles de miniaturizar. La hasta ahora infalible ley de Moore se está ralentizando ante la dificultad para seguir ese ritmo trepidante. Algo similar le está ocurriendo a su empresa, que atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia. A Intel le está costando seguir el ritmo.