Esto con Don Manuel no pasaba

Apuntarse a este relato de entre autócratas anda el juego cuando aspiras a nombrar embajador o embajadora en Caracas acaba, antes o después, en una dieta estricta de comerte tus propias palabras y numeritos

La tensión entre Venezuela y España escala con dos detenciones mientras la derecha usa la crisis contra el Gobierno

Para el Gobierno de España, también para el del malvado Pedro Sánchez, pues la posición institucional que ocupa no le deja más opción por mucho que le tiente y le rente emplearlo contra la oposición, Venezuela es un asunto de política de exterior donde la prioridad debe ser proteger los intereses del país y la integridad de sus ciudadanos. Un gobierno que no entiende su papel en política internacional acaba perdido, más pronto que tarde, en un mar de contradicciones imposible de navegar. 

Para el principal partido de gobierno en la oposición debería ser algo parecido. Pero ha preferido comportarse como un partido de oposición antes que de gobierno, no vaya a ser que los otros partidos ultras, que únicamente aspiran a ser oposición, le roben el bocadillo. Para el Partido Popular, Venezuela es un asunto de política nacional donde la prioridad se centra en instrumentalizar todo cuando suceda allí para convertirlo en un problema aquí; otra prueba más en la larga causa contra el gobierno liberticida y rojosatánico, amigo de sátrapas y dictadores. Un discurso que le conviene a Vox, que ni quiere ni sabría gobernar. Pero apuntarse a este relato de entre autócratas anda el juego cuando aspiras a nombrar embajador o embajadora en Caracas acaba, antes o después, en una dieta estricta de comerte tus propias palabras y numeritos.

Lo sabía bien Don Manuel Fraga, el patrón de la derecha, que tenía muchos defectos, pero sabía cómo funciona una política de Estado. Siendo presidente de la Xunta, en 1991, visitó por primera vez -habría más- la Cuba de Fidel Castro contra el criterio de pimpollo a quien le había dejado en herencia el liderazgo del PP, un tal José María Aznar, pero a favor de las prioridades de las gallegas y gallegos con parientes e intereses en la isla y la estrategia del gobierno de Felipe González, entonces también malvado y corrupto, pero hoy hombre de Estado. También lo sabía cuándo al año siguiente paseó a Fidel Castro por Galicia y se lo cameló a base de pulpo y dominó. 

Nadie con criterio puso en duda, ni dónde estaba Manuel Fraga, ni dónde estaba Fidel Castro porque la gran mayoría sabíamos a qué estábamos jugando. Si había un papel para España en el Caribe era ése: situarse como el interlocutor de confianza que busca ayudar y facilitar, no intervenir. Si hay un papel para España en Venezuela también será éste o uno parecido. Para todo lo demás, ya están los USA y con ellos no se puede competir.

Casi todo lo que acontece en la policía española ha sucedido diez años antes en la política gallega. Durante la era como presidente de la Xunta y epidemiólogo en jefe de Alberto Núñez Feijóo muchos empezamos de echar de menos al patrón, a Don Manuel Fraga; ahora con Alfonso Rueda en San Caetano esa morriña ya se está volviendo insoportable. Algo parecido sucede ahora en la política española. Cuánto se echa de menos más gente que sepa cómo funciona una política de Estado.

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