Guillermo Rojas estrena un filme que revisa la mítica fecha desde una aparente ligereza que no impide que también reflexione sobre los libertades y aquellos que las amenazan
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Hay temas que parecen prohibidos si no se abordan desde la seriedad y lo dramático. Como si el humor no estuviera en cada momento, incluso en los más inoportunos. Sin embargo, parece que cuando uno lo usa en la ficción es porque quiere banalizar, aportar una ligereza que quite importancia. Poco a poco ese tópico se va rompiendo, aunque todavía cuesta. Lo demostraron hace años Borja Cobeaga y Diego San José con Fe de etarras, una comedia donde los protagonistas eran miembros de ETA. Por supuesto vivieron la ira de aquellos que nunca fueron a verla y que les parecía inaudito hablar de terrorismo desde la comedia.
Fue aquella película la que hizo que el director Guillermo Rojas se diera cuenta de que cualquier tema puede tratarse desde cualquier enfoque, incluso la memoria histórica. Él ha decidido abordar con humor en Solos en la noche otro asunto que suele tratarse desde la gravedad. Con un tono que no suele verse cuando uno habla del golpe de Estado de Tejero del 23 de febrero de 1981. Se dio cuenta de que, además, con la comedia se lograba un efecto más duradero, porque “la comedia hace que quieras volver a ver algo, que quieras volver a vivir algo, e incluso llegar a un público más amplio”.
Su nueva película, Solos en la noche ―que llega este viernes a los cines―, cuenta aquel día histórico desde donde normalmente no se hace, desde aquellos que lo vivieron en su casa. No hay más épica que la de unos abogados laboralistas que viven en sus carnes el temor de todos aquellos que se habían posicionado políticamente y vieron que todo lo que se había logrado, o se empezaba a lograr, se tambaleaba. Personajes que hablan, dialogan de lo humano y lo divino, y que sirven también de ejemplo de aquella generación que cambió un país o que, al menos, lo intentó.
Es la generación a la que pertenecen los padres de Guillermo Rojas, porque antes de Fe de etarras estaba el ejemplo que le dieron y que quiso contar en una película. “Yo sé del 23F por lo que me contaban mis padres. Ellos lo vivieron de una forma muy especial y muy emocional, porque mi padre trabajaba en un despacho de abogados laboralistas como el que aparece en la película. Digamos que lo que yo cuento está un poco basado en sus experiencias y vivencias, en todo ese miedo e incertidumbre que vivieron en ese momento. La película nace también como un particular intento de revivir la juventud de gente a la que yo quiero mucho. Utilizar la película como si fuera una máquina del tiempo. Volver a la juventud de mis padres y ver un poco cómo eran entonces”, explica el cineasta.
Hay en el filme también una vocación de tender puentes con el presente, de establecer paralelismos y de ver que la democracia es algo más frágil de lo que parece. Que todo lo ganado se puede perder con la llegada de la extrema derecha. Esas uniones son algo que Guillermo Rojas ha abordado desde los documentales que ha hecho con su productora sobre figuras como Antonio Machado o María Lejárraga, y algo que se mantiene en Solos en la noche. Lo curioso es que comenzaron a escribirla hace 12 o 13 años, y es ahora cuando parece más actual y pertinente que nunca.
“En aquel momento la situación política en España, que era incluso antes del 15M, era completamente diferente. Pero nosotros no hemos sido capaces de levantar la película hasta hace muy poco, porque la rodamos en 2023, pero ahora dialoga de una forma mucho más intensa que cuando yo empecé a escribirla. Hemos vivido el auge de la ultraderecha, vemos cómo el mundo está muy crispado y cómo parece que no podamos dialogar, y creo que por eso la película, de alguna manera, ha crecido en relevancia conforme a mi idea inicial”, reconoce.
La película dialoga de una forma mucho más intensa que cuando yo empecé a escribirla. Hemos vivido el auge de la ultraderecha y vemos cómo el mundo está muy crispado
Así el filme pasó de un “acercamiento emocional” a algo más político. Algo que se nota en la presencia del papel de la exiliada argentina. Rojas se ha dado cuenta rodando que la historia se ha convertido en algo cíclico con la llegada de Milei. “Mi madre siempre me dice que ella no se puede creer que esto esté pasando en el mundo. Hay algo de incredulidad. Creo que la generación de nuestros padres pensó que aquello era como una página que habían pasado para siempre, y eso hace que no se crean lo que está pasando y que tengan rabia”, apunta.
También hay autocrítica, y este grupo progresista formado por socialistas, anarquistas, trotskistas y otras facciones de la izquierda se sacan los colores y encerrados salen a la luz sus trapos sucios. Esa sátira era algo que el director siempre tuvo claro que quería hacer. “Es que da muchísimo juego para la comedia”, justifica. “Esas peleas entre gente que aparenta ser una cosa pero luego es otra. Son personas que yo conozco muy bien, además luego los más dogmáticos son los más machistas. Quisimos reírnos un poquito de ciertas actitudes de la izquierda. Creo que hasta los personajes en un momento dado lo dicen, se ríen de sus contradicciones y ellos mismos son conscientes”, subraya.
Pablo Gómez-Pando y Paula Usero en ‘Solos en la noche’
Si la película comienza con una interesante ráfaga de imágenes documentales, al acabar los créditos aparece un agradecimiento que normalmente no está en las películas. Además de familia, amigos y proveedores, Rojas se acuerda de cineastas como José Luis Garci, poetas como Miguel Hernández y cantautores como Víctor Jara.
De Garci toma casi hasta el título, recordando aquel Solos en la madrugada que sigue siendo uno de los mejores retratos a la masculinidad en la Transición enfrentada a las mujeres que representaban el verdadero progreso. Cree que fueron aquellos cineastas, poetas y músicos los que “tuvieron mucho valor”. “Mira los cantautores, cómo fueron capaces de movilizar, de hacer que la gente normal tuviera más coraje para poder afrontar esa democracia que nacía”.