Pepa Millán llegó a TVE con un papel bomba que traía impreso de casa y que iba a dejar en entredicho a elDiario.es, tinta real sobre un folio en blanco como innegable arma de un crimen ético y periodístico. Lo que no esperaba es que se hiciera periodismo en vivo, que Esther Palomera le pidiera el papel y le arruinara el plan con un ‘fact check’ en directo
La portavoz de Vox miente en la tele pública: el partido no respondió a las preguntas de elDiario.es sobre su financiación
La periodista de elDiario.es Esther Palomera había ido a la tertulia La Noche en 24 horas, en TVE, como todos los miércoles, para hablar de actualidad política. Allí, la portavoz de Vox en el Congreso, Pepa Millán, la entrevistada del programa, la esperaba con un papel bomba que traía impreso de casa y que iba a dejar en entredicho a su medio, tinta real sobre un folio en blanco como innegable arma de un crimen ético y periodístico.
elDiario.es había publicado esa misma mañana las últimas cuentas de la fundación de Abascal, Disenso. Dejaban patente que habían subido los gastos de personal, el salario del director y otros gastos generales, todo ello subvencionado por Vox, el mismo año que el partido había tenido que pedir un préstamo de 9 millones para hacer frente a las elecciones. Dinero de afiliados y subvenciones públicas que viajan desde el partido de Abascal hasta la fundación de Abascal, llueva o truene, haya o no dinero en la caja. Para encontrar las cuentas hoy solo hay que hacer click en su web, apartado de transparencia. Allí están colgadas y pasadas por auditoría.
Eran las 22.30 de la noche y el paquete de medidas presentado por el Gobierno contra la desinformación aún estaba caliente sobre la mesa de tertulia, cuando Millán hizo en directo aquello que ese mismo paquete buscaba revertir: el ejemplo práctico de la desinformación y la mentira gratis. Rebuscó entre sus apuntes y atacó, tratando de pillar por sorpresa a Palomera: elDiario.es mentía en la información publicada ese miércoles, y la prueba de que era un pseudomedio era que la periodista autora de la información (yo) había obviado las respuestas que le había mandado la fundación por mail. El típico caso en que un periodista se molesta en contactar con una fuente para hacerle preguntas cuyas respuestas luego tira a la basura.
Ya el tema no eran los traspasos de dinero que tantos quebraderos de cabeza le están dando a Vox entre sus afiliados y críticos –difícil explicar el empeño en pasar dinero de un partido político a una fundación privada cuando estás endeudado–, sino desacreditar al medio para anular su mensaje. Si la boca no es creíble, ya da igual lo que salga por ella. Aniquilada la confianza, todo pasa a ser dudoso.
La situación fue surreal hasta que la periodista, viendo la encerrona que le estaba haciendo la diputada mientras enseñaba un papel a cámara que se suponía que era un correo con las respuestas enviadas, tuvo la lucidez de pedirle el papel, es decir, hacer periodismo en directo, asumiendo los riesgos que eso comportara. El papelito fue rondando por la mesa, pasó por el presentador, hasta llegar a ella. Pronto se dio cuenta de que lo que era supuestamente un mail no era un mail, que no decía lo que decía Millán y que la prueba de las respuestas enviadas era en realidad un informe interno del partido. La única verdad de la historia era el papel, que sí era de celulosa.
Pese a que me escribieron para indicarme que si quería hacer preguntas concretas lo hiciera por escrito al mail, la fundación de Vox nunca envió respuesta a las cuatro preguntas concretas que le hice el martes 17 de septiembre a las 14.30 horas (dos días antes de publicar la información) en un correo electrónico. Millán dijo en TVE que eran preguntas más propias de un “cuestionario policial”. Las preguntas que elDiario.es trasladó fueron las siguientes: “Aparece como alta dirección una única persona, el director, que cobra 91.000. ¿Hay alguien que cobre más que él en Disenso?”, “¿Tiene salario en Disenso el señor Kiko Méndez Monasterio?”, “¿Qué proveedores principales (los 800.000 euros destinados a profesionales externos) tiene la fundación?”, “¿Prevén ingresar una subvención de Vox de 2,5 millones también en 2024?”.
“Estoy en directo, asegúrame que nunca te enviaron respuesta de Vox”, me escribió Palomera desde el plató, donde se vio obligada a rebatir en tiempo real y por sorpresa las mentiras de la portavoz política sin tener acceso a mi correo. El momento era crítico y, haciendo de abogado del diablo, revisé por si acaso también el spam. Nada. Pese a que Vox había abierto las compuertas del fango, la periodista nadó y siguió ejerciendo de periodista, confirmando conmigo lo que ya sabía por el artículo y tras revisar la documentación que le acababan de pasar. Triple check frente a la infamia.
Lo que se vio en directo en la televisión pública salió bien para el periodismo de milagro, porque Palomera no se amedrentó, tuvo la pericia de pedir las pruebas mientras continuaba la entrevista, analizarlas y contrastarlas en cuestión de minutos en directo. Tuvo la solvencia de decirle “miente y lo sabe”, porque era tan burdo como ingenuo creer que una diputada no sabe distinguir entre un informe interno y un correo electrónico enviado, por mucho que pueda confundirse al enseñárselo de lejos a una cámara.
Aunque tuvo los reflejos de evidenciar la mentira, no podemos admitir que el periodismo tenga que estar defendiéndose todos los días en todo los sitios de los exabruptos y acusaciones falsas de representantes públicos. La llegada de la ultraderecha y las redes sociales sin escrúpulos en las que navega nos ha llevado a tener que gastar tiempo y energía en demostrar que decimos la verdad, tiempo que se deja de invertir en hacer artículos para desenmascarar otras mentiras. No debería ser admisible que una diputada (en este caso además la portavoz parlamentaria de un partido), en una televisión, pueda jugar con la realidad, deformarla, lanzarla a la cara de los presentes y esperar a ver si la pillan. No debería, pero pasa, hace ya demasiado tiempo.