Lo más llamativo del aumento de la preocupación con los inmigrantes es que se produce en un contexto de bonanza económica y los necesitamos para que la economía funcione. Sin embargo, estamos en ese punto en que la realidad resulta indiferente
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y azuza el discurso que ha encumbrado la inmigración como un problema
Hay una forma entretenida de comprender cómo los discursos extremistas están cambiando la percepción ciudadana: ver la serie La fiebre (seis capítulos, Movistar). Me la recomendó Berna G. Harbour y le estoy muy agradecida. La serie populariza con inteligencia la ventana Overton, pero también puedes enterarte de forma entretenida en cinco minutos leyendo este artículo. Vamos allá.
El CIS acaba de hacer pública su encuesta sobre los problemas que preocupan a los españoles. Ya no son los políticos. Ni el paro. Ni la vivienda. Ahora la inmigración es el principal problema del país para el 30% de los encuestados.
Después de un verano de imágenes de pateras llegando a Canarias, la preocupación ha escalado de forma exponencial. Hace apenas tres meses sólo el 11% de los españoles consideraba un problema la inmigración. No se trata sólo de una cifra, sino de un fenómeno, por eso conviene saber qué es la ventana Overton (yo lo he aprendido a raíz de ver La fiebre).
El científico social Joseph Overton desarrolló un modelo para explicar cómo una idea inimaginable, por ejemplo, atacar las pateras con buques de la Armada, se puede convertir en ley. Dentro de la ventana, hay una escala de las distintas fases de aceptabilidad que atraviesa una idea: radical -> aceptable -> sensata -> popular. Cuando llega a ser popular, se convierte en ley. Fuera de la ventana queda el tabú, lo inimaginable.
Para conseguir que las ideas políticas transiten de lo impensable a lo aceptable hay que retorcer los acontecimientos sin descanso. A lomos de las imágenes de pateras y con falsas acusaciones a extranjeros cuando se produce un crimen o un conflicto, Vox lo está logrando.
Abascal lanzó su programa antiinmigración en 2018 en Vistalegre. Entonces casi todo lo que dijo era tabú: quedaba fuera de la ventana Overton. En 2020 fue más allá pidiendo que la Armada impidiera la llegada de pateras a Canarias. La propuesta resultaba disparatada y hasta el jefe de la Armada salió a contradecirle. Pero logró romper el tabú. La propuesta pasó a ser radical, es decir, ya había entrado en la ventana.
Abascal ha seguido insistiendo en esa idea todos estos años, hasta que el PP la ha hecho suya. Si se observa la curva del CIS, en junio el 11% de los españoles consideraba la inmigración un problema, pero en julio había escalado con rapidez hasta el 17%. Justo entonces, seguramente animado por esa percepción ciudadana, Miguel Tellado, portavoz parlamentario del PP, realizó esta petición al Gobierno: “El Gobierno puede disponer de las Fuerzas Armadas y desplegar embarcaciones que impidan que los cayucos que ponen en riesgo la vida de las personas que van en ellas salgan al mar y finalmente lleguen a nuestro país”. En agosto la curva del CIS escalaba casi al 24%. Ya no era un partido extremista y radical, sino un partido de Estado, el que se sumaba a la petición.
Aunque en sus declaraciones públicas los dirigentes de Vox acusaron al PP de hipocresía, en la sede debieron de brindar con champán: habían conseguido subir otro peldaño en la ventana Overton. Cuando una idea radical es adoptada por un partido mayoritario suceden dos cosas: ese partido se radicaliza un tanto, y al mismo tiempo la idea pierde su radicalidad, se vuelve aceptable. Con un empujón más, en la ventana Overton parecerá sensata. Y con otro, popular. La visita de Feijóo a Meloni demuestra hasta qué punto está dispuesto a convertir en aceptables discursos que, hasta hace un par de años, resultaban radicales y hace un lustro, tabúes. Con los datos del CIS en la mano, hoy estará más decidido que ayer a seguir ese camino. ¿Hay alguien, dentro o fuera de su partido, que pueda hablar con él?
Lo más llamativo del aumento de la preocupación con los inmigrantes es que se produce en un contexto de bonanza económica y los necesitamos para que la economía funcione. Sin embargo, estamos en ese punto en que la realidad resulta indiferente. Hoy la política juega en el campo de la fantasía: pensar que por primera vez en la historia de la humanidad se van a frenar los flujos migratorios es irreal. Pero la fantasía se está cebando con ideas extremistas que poco a poco dejan de parecerlo, sin que a nadie le importe un carajo.