Hace 10 años, la corrupción y el fraude se alzaron como 2º problema para los españoles, ahora ocupa el puesto 15 y lo citan el 5,9%. Es lo que está detrás de la desinformación y difusión de bulos, de la a menudo sesgada administración de justicia, de que la vivienda sea casi inaccesible o del deterioro político de la sanidad pública.
Ha causado un notable impacto ver como la derecha-extrema-derecha ha conseguido situar la inmigración como el primer problema de los ciudadanos de este país. Un clásico: desde hace décadas, y a temporadas con mayor intensidad, las “preocupaciones” de los españoles coinciden con las portadas de la prensa y los titulares de los medios audiovisuales. En este caso se inscribe dentro del alza social de la ultraderecha para quienes éste es un tema ideológico de primera magnitud y de la promoción constante que reciben en los medios que siguen lavando los fascismos. Porque, sin la menor duda, la inmigración no es ni de lejos el principal problema de los españoles.
El conjunto de la encuesta es todavía más llamativo si se mira despacio. Por los barómetros del CIS se puede seguir la evolución de la sociedad española y sus altibajos a golpe de los acontecimientos y de las influencias externas. “El papel de los medios de comunicación y redes: desinformación, manipulación y difusión de bulos”, instrumentos por los que deciden en gran medida su opinión, tan solo lo contempla como primer problema un 1,1% de los encuestados y un 2,4% del total.
La vivienda, problema troncal ahora mismo, solo es citado por el 6,3% en primer lugar y por el 15,4% del conjunto. La sanidad, tan vital, por el 9,6%. Todavía menos les preocupa la Administración de justicia que es otra vía fundamental de la situación que se vive en España: a un 2,2%. A un 3,7% el cambio climático, y a un 1,7% la violencia de género.
Un punto clave, en mi opinión, es la poca relevancia dada a la corrupción y el fraude como origen de los problemas fundamentales. Ocupa el puesto número 15 y lo citan el 5,9%, solo un 2,5% en primer lugar.
Hace justo 10 años, en 2014, ocurría, al contrario: la corrupción y el fraude se alzaron como el segundo problema para los españoles (el primero era el paro) con un 63,9% de respuestas (un salto importante desde el 5,5% de 2011). Era un dato muy relevante. En aquellos tres años muchos ciudadanos comprobaron que altas esferas de la política y sus terminales varias eran una auténtica cueva de ladrones. Fueron los tiempos de inicio de la investigación de la Gürtel y múltiples tramas del PP que llevaron variopinta vida. Aún andan sentenciando a subalternos relevantes de las primeras figuras mientras ellas han quedado libres. La corrupción es un hecho y venía de lejos. El golpe fatal fue cuando en 2011, tras el 15M, ganaron todas las elecciones, generales, autonómicas y locales, hasta las europeas. Ahora la corrupción y el fraude han desaparecido prácticamente como problema para los españoles.
La del PP, en estos momentos, apenas ocupa espacio en los medios y muchos ciudadanos deben pensar que tampoco esos tráficos de influencias que pretenden endosar a la esposa de Pedro Sánchez, o alguna trama más, por muy magnificada que esté en los medios, no cambian la historia de un país.
Pero la corrupción a saco sí lo hace, y ésa sigue existiendo. Y está detrás de los problemas que minimizan los encuestados por el CIS que por otro lado es una de las muestras demoscópicas con mayores fundamentos del rigor demoscópico. Detrás de todo, de las desviaciones de los medios de comunicación y redes: la desinformación, manipulación y difusión de bulos, de la a menudo sesgada administración de justicia, de que la vivienda -vital- se haya convertido en algo inaccesible para muchos, del deterioro político de la sanidad pública.
Puede que esté detrás de esa alienación de incontables ciudadanos capaces de creer que los problemas reales son culpa de los emigrantes y que se lo va a solucionar la derecha-ultra-derecha con sus trampas y mentiras. Puede, en fin, que el principal problema de España junto a los citados sean los españoles que se tragan teorías increíbles.
Cada poco, una evidencia de disfunción en el sistema. El juez García Castellón, que intentó por todos los medios inculpar a Podemos en delitos para los que, pese a su insistencia, no pudo encontrar pruebas, se querella contra la Secretaria General de la formación, Ione Belarra, por haberle llamado corrupto -a causa de todo ello-… ¡en un tuit! Y le pide 120.000 euros de indemnización, una cantidad desorbitada para este tipo de demandas que -caso de ser aceptadas- suelen saldarse con unos 10.000 euros.
Sufrimos incluso una corrupción moral de alto voltaje, devastadora, la que alimentan con mentiras gruesas y con la utilización tanto de las instituciones como de los más bajos instintos de la sociedad. La desfachatez que lleva al PP a acusar al gobierno de hacer una “purga general” contra medios y jueces: “Eso es fascismo”. dicen. Ellos, nada menos, tras votar con la ultraderecha en el Parlamento Europeo y abrazar el propio Feijóo a Meloni y sus crueles políticos migratorias, precisamente. Ahora mismo, en el tema exprimidor de paciencias de Venezuela, el PP anda pidiendo dimisiones basadas en hechos que el candidato opositor alojado en España, Edmundo González, niega hasta por escrito. Difícilmente se puede llegar a más, pero el PP cree que así logra sus verdaderos objetivos desestabilizadores. Es un ejemplo, entre muchos. Pero millones de ciudadanos se lo compran.
Poco se ha comentado -como problema sociológico- el caso de los seguidores de Alvise Pérez. A la legua se vio desde el primer momento lo que ha acabado en un emplasto de cuidado: el club financiero patrocinado por el hoy parlamentario europeo de ultraderecha ha cerrado y de mala manera. Madeira Invest Club, que ofrecía rentabilidades del 53%, cesa sus operaciones por una supuesta investigación que atribuye a las informaciones que la relacionan con el eurodiputado y anuncia que tratará de liquidar bienes para compensar a sus inversores. El chiringuito, al que desviaba donaciones, había sido denunciado por la CNMV. Paradójicamente el partido por el que ha llegado a Estrasburgo votado por más de 800.000 seres y todavía en alza se llama “Se Acabó la Fiesta”, nada menos. Da escalofríos pensarlo.
España ha sido desde antiguo un país con gusto por la mal llamada picaresca que siempre era a costa de perjudicar a otros. El país del timo de la estampita en donde el estafado era culpable de haber querido aprovecharse de un “tonto”, bastante más listo que él. El lugar donde muchos ciudadanos demuestran que les gusta que les engañen y les estafen creyéndose auténticas lumbreras, cuando son pasto de políticos y medios desaprensivos.
A muchos españoles nos preocupan esos por cuya causa padecemos todos. Ya no es que les cuelen la emigración como primer problema del país; ni el tercero ni el quinto, si lo miran por sí mismos. Es todo lo que acarrea, cuanto minimizan y exaltan tan desviado de la realidad. Pedir a sus inductores que dejen de manipularles es una entelequia. Se podría conseguir. Pero seguramente sea, de nuevo, la información rigurosa sin dar pábulo a ningún paño caliente lo que logre algo.