Edward Berger (‘Sin novedad en el frente’) compite en la sección oficial del Festival de San Sebastián con esta película en la que un cardenal encarnado por Ralph Fiennes dirige la elección del próximo papa
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¿Qué hay que tener para ser un buen papa? ¿Qué tipo de persona debería custodiar el poder de la Iglesia? El cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) es designado para dirigir el cónclave tras la inesperada muerte del Sumo Pontífice, convirtiendo estas cuestiones en el centro del debate que, a partir de entonces, marcarán las todas las conversaciones, silencios y disputas del Vaticano. Y con ellas, todo un arsenal de lucha de poder que llevará a los líderes más poderosos de la institución a urdir quién merece ser el protagonista de la nueva fumata blanca.
El proceso no es fácil, ya que le elección implicará lidiar igualmente con las miserias, escándalos y corrupción que también reinan en los pasillos de la Santa Sede.
“Los hemos tenido peores” es el argumento que uno de los obispos plantea al analizar uno por uno a los aspirantes, excusando sus errores del pasado. Estas alianzas son el seno de Cónclave, el nuevo largometraje de Edward Berger que, con su anterior cinta, la bélica Sin novedad en el frente, se alzó en 2023 con cuatro premios Oscar, incluidos Mejor película internacional y Mejor dirección de fotografía para James Friend. El cineasta alemán regresa con un filme llamado a volver a ocupar su propio puesto en la temporada de premios, empezando por el Festival de San Sebastián, donde compite en su sección oficial.
La cinta es inteligente, muy entretenida y mordaz; y está guiada por varios giros muy inesperados y efectivos, que consiguen retorcer cada vez más una historia aparentemente atemporal en pantalla, pero que rebosa actualidad en todos sus planos. No solo por la manera en la que destapa las miserias de la Iglesia, sino por cómo ahonda en sus intrigas como si de un Juego de tronos ubicado en el Vaticano se tratara. El ansia por tener el control es algo que se escapa a la religión y que se extiende a todos los estratos sociales, ya sea la organización dentro de las familias, las cúpulas empresariales o los gobiernos.
Fiennes imprime en el rostro del cardenal encargado de la votación las dudas, la suma complejidad que implica el procedimiento y la grandísima responsabilidad que conlleva la misión que le ha sido concedida. La asume después de haber vivido su propia crisis de fe y con la gran dificultad de saber que la facilidad para transmitir las enseñanzas de la Biblia no es la cualidad que más va a tener que preocuparle encontrar en los candidatos. Los aspirantes están llenos de secretos que podrían sacudir los cimientos de la Iglesia, escándalos sexuales incluidos.
“No quiero ser presuntuoso y pensar que yo puedo dictar cómo debe ser la sociedad y cómo hay que percibirla”, reconoció Edward Berger en la rueda de prensa concedida en el marco del festival, “lo interesante es cuando las puertas se cierran y se revelan las personalidades, se ve cómo el poder acaba ejerciendo una especie de encanto sobre las personas”. “Es muy difícil resistirse. Todo el mundo es susceptible de caer en la telaraña de estos juegos de poder”, valoró. Pese a cómo en la actualidad “los extremistas se rasgan las vestiduras con peleas y luchas”, el cineasta se mostró “positivo” con la evolución de su personaje principal: “Quizás no es el cardenal más progresista, pero sí que se da cuenta de que el futuro va a ser diferente”.
Levantar ampollas en el Vaticano
El largometraje de Berger está basada en la novela homónima de Robert Harris y, pese a que utilice la Iglesia para hablar de todas las luchas de poder, el foco está puesto directamente en ella. “Si fuera el Vaticano, no reaccionaría. Estaría por encima de eso, es una película y el Vaticano es otra cosa. No cuento con nada”, explicó sobre la posible preocupación por la reacción que su obra pueda generar en la institución, “todos los cardenales a los que conozco han dicho que van a ir a verla, pero eso es todo. Lo debatirán de puertas a dentro, no espero una reacción pública”.
Si yo fuera el Vaticano, no haría nada. Los cardenales a los que conozco han dicho que van a ir a ‘Cónclave’, pero eso es todo. La debatirán de puertas a dentro, no espero una reacción pública
De darse la reacción, defendió que “lo cierto es que esta película no va de religión, sino de los juegos de poder a puerta cerrada. Más allá de las cosas que podamos ver en los periódicos, esto es algo que podría ocurrir a nivel político o en una empresa”. Berger ha apostado por el thriller como género para contar esta historia, tomando como referencia los del director Alan J. Pakula, autor de filmes como Todos los hombres del presidente (1976) y La decisión de Sophie (1982).
“Me maravilla su precisión. La forma tradicional de rodar es un toma y daca, pero él no hace so. Quería ser muy preciso en la edición y cortar únicamente cuando cambiase la dinámica de las escenas. Cuando otra persona tuviera que decir una frase importante, siempre que permitiera seguir adelante con el relato”, describió sobre el trabajo en la sala de montaje.
Berger se embarcó a indagar en los entresijos del Vaticano tras un filme puramente bélico. “Una película tiene que venir de dentro de uno. Si ya has explorado algo dentro de ti, te acabas cansando. Igual que si te pasas cuatro días hablando de lo mismo. Con las películas ocurre lo mismo”, planteó, “terminas queriendo hacer lo contrario, encontrar un nuevo tema del que hablar”.
El director Edward Berger, en la presentación de ‘Cónclave’ en el Festival de San Sebastián
Pese a que sostuvo que Sin novedad en el frente y Cónclave son muy distintas, sí que ha detectado que ambas tienen “una batalla interna”: “La fe, la duda, esa lucha interna que todos tenemos”. “Es lo que le ocurre al personaje de Ralph Fiennes, al final acaba por liberarse. Abre una ventana hacia el aire fresco y lo que el futuro puede traer. Es una especie de viaje de liberación y va más allá de la muerte y la destrucción”, concluyó.
El director celebró poder presentar su película en el Festival de San Sebastián –a los cines llegará el próximo 31 de octubre–, y reflexionó sobre el visionado de los filmes. “Tenemos la responsabilidad de hacer películas lo suficientemente interesantes y taquilleras para que la gente diga que nunca ha visto algo así. Eso es lo que va a atraer e la gente a las salas, que sean distintas, que sean un evento”.