Hay una parte del españolismo (no solo en la derecha) que no solo no piensa pedir disculpas por la conquista y dominación colonial, es que se ha quitado todo complejo y reclama con orgullo la labor imperial. “Volveríamos a hacerlo”, viene a ser el mensaje
¿Debería pedir perdón el rey, como Jefe de Estado y continuador de la monarquía española, por los agravios causados por sus antecesores en el trono? Ahí está la discusión. Si me preguntan a mí, lo tengo claro: sí, por supuesto. Pienso que el rey, desde el simbolismo y el carácter hereditario de la institución que encarna, debería pedir perdón de manera pública y oficial por los desmanes cometidos por quienes le precedieron. Sería un gesto valiente y honesto que serviría para…
¿Qué? ¿México? ¿La conquista de América? Ah, no. Yo no estaba hablando de la bronca esa por la no invitación a Felipe VI en la toma de posesión de la nueva presidenta mexicana… Yo estaba pensando en antecesores mucho más recientes y en agravios no de hace siglos, sino de hace dos días, pero ya veo que ese no es el debate. Ya me había venido yo arriba. Venga, ya me centro.
Si hablamos de la responsabilidad histórica de España en la conquista y dominación colonial de buena parte de América, podemos abrir muchos debates historiográficos y hacer mucha broma, pero me cuesta entender la resistencia española a hacer algo que ya han hecho la mayor parte de países occidentales con sus antiguas colonias: lo hizo Francia con Argelia, Bélgica por las salvajadas en el Congo, Alemania por el exterminio de pueblos africanos, Países Bajos por su papel en el comercio de esclavos, Portugal con sus colonias africanas y americana… En el caso mismo de México, lo hizo el Papa Francisco a solicitud de López Obrador, pero es que también lo hizo el propio presidente mexicano en nombre de su país, por el trato a los pueblos indígenas desde la independencia mexicana. ¿Y España? Cri-cri, cri-cri.
Hay una parte del españolismo (no solo en la derecha) que no solo no piensa pedir disculpas, es que se ha quitado todo complejo y reclama con orgullo la labor imperial. “Volveríamos a hacerlo”, viene a ser el mensaje, mientras tararean sin ironía alguna “El imperio contraataca” de los Nikis. Este jueves Feijóo, en respuesta a la petición de México, dijo que le iba a enviar a la presidenta mexicana un libro cuyo título lo dice todo: Nada por lo que pedir perdón. Un libro cuya contraportada anuncia que “Bartolomé de las Casas fue un mercenario disfrazado de sacerdote”. ¿Pedir perdón? Ja. Ahí están todos esos historiadores empeñados desde hace años en rebatir la “leyenda negra” y reivindicar la bondad del imperio español.
México solo nos pidió un gesto, no dinero ni procesos judiciales. En la carta famosa de López Obrador que el rey ni siquiera contestó, dejaba claro que México “no pide un resarcimiento del daño en pecuniario (…) ni tiene el propósito de proceder de manera legal ante los mismos”. Solo pedía a Felipe VI que participase en una “ceremonia conjunta” por la “reconciliación histórica”, donde España “admita su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofrezca las disculpas o resarcimientos políticos que convengan”, para superar “desencuentros, rencores, culpas y reproches”.
¿Pedir perdón nosotros? ¡Nada que perdonar! ¡Deberían darnos las gracias! Además, eso de pedir perdón es muy delicado cuando se trata de un rey, que uno empieza y no sabe dónde acaba. No vaya a ser que Felipe VI empiece pidiendo perdón por los Austrias de hace cinco siglos, siga luego con Fernando VII, y acabe qué sé yo, pidiendo perdón por lo que hizo su padre hace dos días, y lo que sigue haciendo hoy. En una institución de naturaleza familiar y hereditaria como es la corona, sería un sinsentido hacerse responsable de lo que hicieran otros antes, no me digan.