La decisión de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, de excluir de la celebración de su toma de posesión al jefe de Estado español, el rey Felipe VI, no es sino la consecuencia de un malestar creciente
El Gobierno no irá a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum: ¿de dónde viene el conflicto entre España y México por el rey?
Cuando un amigo no te invita a su fiesta de cumpleaños es que algo sucede. Un acto de desdén que, salvando las distancias, bien podría aplicarse al ámbito de las relaciones diplomáticas. La decisión de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, de excluir de la celebración de su toma de posesión al jefe de Estado español, el rey Felipe VI, no es sino la consecuencia de un malestar creciente. Pero, al igual que sucede con el cumpleaños, podemos mirar hacia otro lado, y decirnos que nuestro amigo pasa por una mala racha o, por el contrario, preguntarnos por el porqué de su enojo.
A juzgar por la reacción, el Gobierno español parece optar por la primera opción. La lectura fácil, en ese sentido, podría ser: México se ha adentrado en un periodo de populismo que comenzó con el presidente Andrés Manuel López Obrador y que parece continuar ahora Sheinbaum. La secuencia tiene así poco recorrido: México incurre en una descortesía interesada, como cortina de humo a sus problemas internos, apelando a un pasado remoto, y España responde de forma sensata e institucional. El rey es, según la Constitución de 1978, la más alta representación del Estado en las relaciones internacionales y, en consecuencia, si el Rey no va, tampoco lo hará –por seguir con el símil festivo– nadie de la familia (para el caso, el Gobierno).