‘Política para supervivientes’ es una carta semanal de Iñigo Sáenz de Ugarte exclusiva para socios y socias de elDiario.es con historias sobre política nacional. Si tú también lo quieres leer y recibir cada domingo en tu buzón, hazte socio, hazte socia de elDiario.es
Dos sustos en una semana en el Palacio de la Zarzuela. Primero, la noticia insólita de que Juan Carlos I publicará en unos meses unas memorias con las que pretende ajustar cuentas con todos los que le han atacado. Después, aparecen en una revista holandesa fotos antiguas del exrey con Bárbara Rey, una de las amantes –aquí el plural es esencial– que más tiempo estuvo con él. Una semana en que los republicanos pueden ponerse cómodos en el sofá para presenciar cómo la monarquía se autolesiona.
Los reyes no escriben memorias. Alfonso XIII no contó su gran afición por fotografías y películas eróticas, sus hijos fuera del matrimonio, ni su responsabilidad al alentar las ansias belicistas que desembocaron en el desastre de Annual. Isabel II no pasó revista a todos los hombres con los que se fue a la cama (no os perdáis ‘Los Borbones en pelota’ como ilustración satírica de la época). Se supone que conocen muchos secretos y que la mayoría son inconfesables. Hay que proteger la imagen de la empresa.
Poco se sabe de momento sobre lo que JC contará, excepto una somera descripción que ha hecho pública la editorial francesa que sacará el libro. Hay una frase que destaca: “Tengo el sentimiento que me están robando mi propia historia”. Que hable con la Fiscalía del Supremo y Hacienda. Lo mismo le pueden hacer otro favor.
Existen varias opciones sobre lo que le han robado. Su romance con Corinna Larsen a la que dio residencia en los terrenos de La Zarzuela (para tenerla más cerca). Los millones que le sacó más tarde. Los años locos con Bárbara Rey. Los manejos del CNI para encubrir sus asuntos económicos y aventuras extramatrimoniales. La fortuna que acumuló ilegalmente en el extranjero.
También es posible que se remonte más atrás y dedique espacio a su relación entrañable con Franco. Su confianza en Alfonso Armada, uno de los cerebros del 23F. Sus choques con Adolfo Suárez y las promesas económicas que le hizo para que abandonara la política (no lo llames soborno, llámalo finiquito mejorado).
No sé si le va a dar con 500 páginas. Porque todo eso ocurrió y forma parte de su historia como rey. Ha elegido a una periodista francesa con el fin de que le ayude en eso de juntar las palabras. Es la autora de una hagiografía sobre él, así que podemos imaginar cuál será el tono.
Es probable que Felipe VI comenzara a golpearse la cabeza en la pared cuando supo que su padre iba a publicar el libro. En algún momento le llegará una copia y después todos los días a media mañana su mujer le repetirá: te lo dije, te lo dije.
No fue suficiente con enviarle a los Emiratos en 2020. Cualquier sitio valía si estaba lo bastante lejos. La Casa Real era muy consciente de que la presencia del emérito en España era tóxica para la imagen de la monarquía y para el intento de Felipe VI de mejorar su reputación.
Juan Carlos, en una de sus visitas a Galicia el 23 de septiembre para defender el título del Bribón en una competición de vela.
José Antonio Zarzalejos, exdirector de ABC, definió la conducta de JC con tres palabras en el libro ‘Felipe VI. Un rey en la adversidad’: avaricia, promiscuidad y prepotencia. Me lo contó en una entrevista en 2021, aún escandalizado por lo que había hecho el monarca.
La abdicación aspiraba a poner el contador a cero en términos de desprestigio y salvar la dinastía. En un artículo de hace unos meses, Zarzalejos opinaba que la misión no culminó con éxito: “El resultado de esta renuncia tardía y mal ejecutada fue que Felipe VI recibió la Corona en un estado de depauperada reputación el 19 de junio de 2014, pero sin saber entonces que la hondura de los problemas que le crearía su padre en los años siguientes sería de un alcance extraordinario”.
Con Juan Carlos, lo que ocurre es que ningún libro puede hacer olvidar sus andanzas. En el fondo, él nunca se ha arrepentido más allá del célebre “lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir” tras la cacería de Botsuana acompañado de Corinna. Lo demostró con esa reacción espontánea cerrada con unas risas cuando un reportero le preguntó en una de sus visitas a Sanxenxo en 2022 si pensaba dar explicaciones: “¿Explicaciones de qué”.
En esa fugaz visita a España, se reunió con su hijo en un encuentro del que la Casa Real no quiso difundir ninguna imagen. Por lo de marcar distancias. La versión más extendida es que Felipe VI le conminó a que pidiera perdón a la sociedad de alguna manera. Sin éxito. Quizá ahora esté dispuesto a hacerlo en el libro para justificar su vuelta definitiva a España. Para que su hijo le deje volver.
Hay cosas que ya no se pueden arreglar. Poner los cuernos a su mujer, que resultaba ser la reina de España, y luego dar consejos políticos y éticos a los españoles cada Nochebuena sólo era posible si él creía que las leyes y las normas se aplicaban a todos, menos a él. De ahí que desde el primer momento, sólo pensara en enriquecerse.
“La justicia es igual para todos”, dijo en el discurso de 2011. No es tan fácil mentir de forma tan rotunda en un menor número de palabras.
Una de las ilustraciones satíricas de ‘Los Borbones en pelota’, atribuida a los hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer y el pintor Francisco Ortego, con la que retrataron la agitada vida sexual de Isabel II.
Y para cerrar, la historieta de ‘Juan Carlos, el rey salido’ –este papel podría hacerlo Gabino Diego–. Salen a la luz fotos hechas por el hijo de Bárbara Rey en los noventa que sirvieron en su momento para que los contribuyentes terminaran pagando durante años un sueldo a la interfecta. Alguien ha querido hacer caja una vez más y una revista holandesa ha soltado la pasta. Como se puede ver, es una historia muy juancarlista.
La relación se produjo a finales de los setenta y se reanudó años después. En un detalle casi berlanguiano, Bárbara Rey participó en una campaña publicitaria de Hacienda para que los españoles pagaran el impuesto sobre la renta. Hay que verlo para creerlo. “No se puede ser feliz engañando. Por eso Ángel (Cristo) y yo siempre decimos la verdad, también a Hacienda. Declare en beneficio de todos”, decía Rey. Una jeta real.
En el libro ‘El jefe de los espías’, de los periodistas Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote, basado en documentos personales del general Emilio Manglano, director de Cesid durante 15 años, se explican dos de los intentos de chantaje de la actriz a Juan Carlos, que hicieron que se movilizaran los servicios de inteligencia con conocimiento de los gobiernos de González y Aznar. En el primero en 1994, Manuel Prado, asesor económico del rey, le entrega 25 millones de pesetas. Además, se hacen gestiones en el Gobierno para que TVE le ofrezca trabajo.
Una inversora con visión de futuro. Bárbara Rey en la gala de elección de la Reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife el 7 de febrero.
Tres años después, Bárbara Rey vuelve a pedir más dinero recurriendo a la existencia de un vídeo grabado con una cámara oculta en su domicilio en el que seguro que no salían los dos hablando de la situación de Oriente Medio. Manglano ya no es director del Cesid, pero se ocupa del tema.
Juan Carlos le comunica al final que habrá más pagos, cuenta el libro. “Se le entregan cien millones de pesetas de entrada y cincuenta al año, en porciones mensuales durante diez años. Las aportaciones mensuales las pagará el Cesid. Los cien millones aún no se sabe”.
Todo era así. Un jefe de Estado que obtiene financiación para asuntos personales procedente de países extranjeros (saudíes y kuwaitíes). Una fortuna ocultada a Hacienda con los delitos fiscales correspondientes. Un préstamo concedido por Mario Conde para que Juan Carlos invierta en acciones que luego el banquero intentará utilizar en su favor cuando sea procesado. Utilizar constantemente a los servicios de inteligencia para encubrir las fechorías. Adulterio con premeditación y reiteración desde finales de los años setenta continuando la tradición de los Borbones.
Le han robado su historia, dice. Lo que es seguro es que su reputación la ha destruido él solo.
Alvise y la extrema derecha como modelo de negocio
Alvise Pérez y su miniyo Vito Quiles en el día de acatamiento de la Constitución por los eurodiputados electos.
803.545 votos en las elecciones europeas. 478.000 seguidores en Telegram en ese momento y más de 700.000 ahora. La cifra que en realidad define a Alvise Pérez son los 100.000 euros que recibió por debajo de la mesa de un empresario de criptomonedas, ahora investigado por una presunta estafa. Esa compañía se ha hundido dejando tiradas a miles de personas. Alvise la promocionó con su apoyo a cambio de ese dinero.
La historia sobre la investigación de la Fiscalía que ha revelado todo esto se leyó por primera vez en este diario. Aquí se pueden leer todos los artículos. El último cruzado de la extrema derecha para liberar al mundo de toda esa peste globalista ha resultado ser (¡oh, Dios mío, qué sorpresa más inesperada, quién podía pensar algo así!) un caradura que pretende convertir sus ideas fanáticas en un rentable modelo de negocio.
Es difícil saber a cuántos de sus 800.000 votantes se les han quedado cara de gilipollas. Seguro que el número aumentó cuando vieron su primera explicación. Después de pensárselo mucho, lo único que se le ocurrió a Alvise Pérez fue admitir que violó la ley, que cobró en negro, pero lo hizo para no corromperse con la política. Ya venía corrompido de casa.
Di lo que quieras sobre Alvise, pero al menos paga sus deudas. Tres días después de que el criptochiringuito se viniera abajo, el eurodiputado tuvo una larga conversación con su promotor y le avisó de que la Guardia Civil le investigaba por una denuncia ante la CNMV.
Más que acatar la Constitución para asumir el escaño en Bruselas, habría salido más a cuenta que le hubieran obligado a jurar respetar el Código Penal.
La foto de la semana
American Psycho: Javier Milei inicia la sesión en la Bolsa de Nueva York.
Javier Milei ya ha hecho seis visitas a EEUU desde que fue elegido presidente. Esta semana, volvió para la Asamblea General de la ONU, pero donde se lo pasó realmente bien fue con la invitación de la Bolsa de Nueva York para que iniciara la sesión del lunes y pronunciara un discurso. La foto de Justin Lane es perfecta. Sacada desde abajo, refleja al presidente argentino como lo que es: un loco amante de la destrucción supuestamente creativa.
Un medio argentino la acompañó con un titular adecuado: “American Psycho”. En la línea de uno anterior del diario italiano Il Manifesto: “Sudamerican Psycho”. En realidad, Milei tiene aquí más un aire a Joker en el día en que salió del psiquiátrico.
En la semana en que Milei se lo pasó en grande con el mazo, como un niño en su fiesta de cumpleaños, se ha sabido que la pobreza ha aumentado once puntos en Argentina en los primeros seis meses del año. Más de la mitad de la población argentina (52,9%) es pobre. El porcentaje es mayor en el caso de los menores de 14 años (66%) y los jóvenes de entre 15 y 29 años (60%).
‘The West Wing’, ciencia ficción sin marcianos
Martin Sheen, heroico presidente en ‘The West Wing’ con los arcángeles que le dan los mejores consejos.
Hace años vi la primera temporada de ‘The West Wing’ y ahí la dejé sin seguir con las restantes. Gran serie desde luego y justamente elogiada. Pero la historia de un presidente inmaculado de EEUU y una Casa Blanca llena de héroes sin capa estaba tan lejos de la realidad política del país que me parecía estar viendo una serie de ciencia ficción sin espadas láser ni monstruos del espacio.
En The New York Times, James Poniewozik, crítico de televisión del periódico, incide en esa idea a cuenta de su 25º aniversario. Serie maravillosa, pero muy poco creíble como reflejo de la realidad: “En la América de Bartlet, los votantes te recompensan por luchar contra las mentiras y el miedo utilizando los hechos y la razón. Las buenas intenciones y la gran oratoria se imponen. Personas con buenas intenciones entran en contacto con quienes no piensan como ellos y razonan con sus colegas. La política es una batalla por las ideas, no una guerra extenuante de todos contra todos”.
A fin de cuentas, Aaron Sorkin no nos cuenta en ‘The West Wing’ cómo es la política, sino cómo debería ser.
Hasta el próximo domingo.