En un contexto en el que se busca dar al trabajo un lugar menos central en la vida, la conversación sobre jubilación (y las dudas sobre cómo se llegará a ella) toman protagonismo en forma de memes, pero también de manera literal –repitiendo el mantra «ojalá pudiera jubilarme ya»–, elaborando planes conjuntos con amigas o haciendo cuentas
Entrevista – Raquel Peláez disecciona al pijo español: «Hay un odio a la medianía, un orgullo de no ser pobre y ni siquiera clase media»
Hace unos días, la periodista Raquel Peláez compartió en X, con un contundente comentario de rechazo, un artículo del semanario The Economist titulado Por qué usted no debería jubilarse nunca. El texto, que corresponde a la columna Bartleby –sí, en referencia al cuento de Melville–, arranca con ejemplos de gente que no quiso abandonar su puesto, como Giorgio Armani o Warren Buffett, continúa con advertencias sobre el posible deterioro cognitivo y depresión que puede causar la falta de actividad laboral, se cuestiona qué tiene de positivo no trabajar y remata con una mención a la serie Seinfeld, que en una escena hace un chiste sobre lo sosa que es la vida de sus padres jubilados (es posible que el autor no entienda bien que en esa ficción ninguno de los protagonistas quiere labrarse una carrera, tener una familia o hacer cualquier cosa que no sea pasar el rato y ligar).
En el artículo también menciona a los que quizá no se puedan jubilar nunca porque su economía no se lo permitirá (de pasada porque, total, The Economist seguramente no sea su medio de cabecera). Esos trabajadores por necesidad –es decir, casi todo el mundo, millonarios tampoco hay tantos– posiblemente sean los que más tiempo de su jornada invierten en soñar con una vida sin obligaciones laborales. Una existencia sin horarios, desplazamientos, jefes, táperes recalentados, salarios insuficientes, estrés, cansancio físico y mental, horas extras, bajas por depresión, la promesa eterna de la jornada laboral de cuatro días. Las condiciones de cada persona harán más o menos llevadera esa cotidianidad, de eso no hay duda, pero si Celia Cruz se hizo internacional con La vida es un carnaval y no con una oda al trabajo, por algo será.
Candela tiene 42 años y piensa en una jubilación muy temprana –inmediata, más bien– pero sabe que no es un plan factible. “Yo estoy mirando cuánto me descuentan de la paga si me jubilo ahora. Estoy cansada de trabajar. Empecé demasiado pronto, trabajo mucho y no me da tiempo a hacer lo que quiero”, dice a elDiario.es. Pero por muchas ganas que tenga y lo larga que sea su vida laboral, la posibilidad de retirarse queda aún muy lejos. “La mayoría de los sitios donde trabajé no cotizaron por todas mis horas y claro, tengo mucho menos cotizado de lo que tendría que tener. Problema que comparto con la mayoría de mis amigas”, afirma.
Meme de @afirmacion.es.
Hasta 2020, Mati, que tiene 37 años, no le había dado muchas vueltas al tema de la jubilación. Pero con la pandemia estuvo más de un año en ERTE y se le activaron las angustias económicas. Un día, se lo comentó a un amigo que le respondió: “No te preocupes, yo te daré la mano cuando estemos juntos en la residencia”. Ahí se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo y con quién se va a retirar. “Fue su forma de decirme que podía contar con él siempre y en un futuro, claro. Desde entonces es un tema recurrente entre ambos”, declara.
Nos han vendido que el trabajo dignifica y lo único que hace es robarnos la mayor parte del tiempo del día. Por no hablar de lo cansados que estamos. Una amiga se reía cuando le contaba que en las noches de insomnio me meto en mi vida laboral y calculo cuántos años me quedan para jubilarme
Por ella se jubilaría ya mismo, porque cada vez que piensa que le quedan unas tres décadas de trabajo le dan “escalofríos”. “Nos han vendido que el trabajo dignifica y lo único que hace es robarnos la mayor parte del tiempo del día. Por no hablar de lo cansados que estamos”, comenta. “Una amiga se reía cuando le conté que en alguna noche de insomnio, de esas en la que intentas poner orden en tu mente y buscar soluciones o pensar en otra vida, me metía en mi vida laboral y calculaba cuántos años me quedaban para mi jubilación”.
Aunque ahora está contenta con su puesto y no se plantea dejar la actividad laboral, Laura sí le dio bastantes vueltas a la idea con anterioridad. “He trabajado en empresas que no eran mías y aunque eran trabajos que estaban muy bien, siempre hay un jefe, no sabes muy bien lo que va a pasar y me he quedado en paro alguna vez por cosas ajenas a mí”, declara. Hace siete años decidió cambiar de vida, estudió una segunda carrera y aprobó unas oposiciones. Ahora tiene una plaza fija y le gusta mucho lo que hace, pero no le gustaría que su jubilación llegase más tarde de los 60 años. “Soy maestra y tengo un trabajo muy asistencial, trabajo con niños con discapacidad, tengo que coger muchísimo peso. Llega un momento en el que no puedes seguir con ese nivel porque es un trabajo muy exigente.
Mejor con amigas
El grupo de WhatsApp integrado por siete amigas que rondan los cuarenta años se activa casi al instante ante la pregunta: “¿Alguna piensa en la jubilación?”. Precisamente, están en medio de la jornada laboral y la primera respuesta es contundente y aplaudida por el resto: “Yo fantaseo todos los días con no tener que trabajar”, dice Marina. Cada una pertenece a sectores diferentes y tienen condiciones desiguales –desde la funcionaria hasta la autónoma– pero si pudiesen, se despedirían de sus compañeros y sus clientes sin mirar atrás.
Por supuesto, han pensado en cuál sería su jubilación ideal. La de Eva pasa por “hacer submarinismo todo el día, grabar documentales y viajar a muerte”. Gema también se imagina de viajera por el mundo y Blanca, además, quiere vivir cerca del mar e incordiar. “Rollo Àngels, la tía abuela de Pànic en Cosas que hacen BUM de Kiko Amat”, sostiene. Para quienes no hayan leído el libro, la mujer en cuestión monta junto a sus amigas jubiladas el Instituto de Vandalismo Público, que se dedica a “tumbar contenedores de basura y hacer pintadas anarquistas (…) Nadie sospechaba de un grupo de señoras de setenta años. Era la mejor operación encubierta que he visto en la vida”, escribió el autor. Blanca lo dice en broma –más o menos– pero sí quiere invertir tiempo en practicar el activismo social.
La posibilidad de vivir juntas también aparece en esa proyección de futuro utópico. “En plan [la serie] Frankie y Grace”, comenta Gema, aunque la idea es más bien cohabitar [ser vecinas que comparten algunos espacios comunes], no ser compañeras de piso. Lo que han hecho la filóloga y activista feminista Teresa Meana y sus amigas, que compraron la cuarta planta de un edificio entre todas. Elisa Coll lo cuenta en su libro de autoficción Nosotras vinimos tarde (Amor de Madre). “El encontrarme ante un grupo de mujeres que viven juntas desde hace tanto tiempo y que tienen 70 años, me removió mucho a nivel personal”, dijo la escritora a este medio en una entrevista.
El grupo de WhatsApp integrado por siete amigas que rondan los cuarenta años se activa casi al instante ante la pregunta: ¿alguna piensa en la jubilación? ‘Yo fantaseo todos los días con no tener que trabajar’, dice una de ellas
En febrero, Mati habló con su amigo de lo que les gustaría adquirir un terreno o casa en una zona rural tranquila y encontrar gente con la que hacer comunidad. También ha contemplado la idea de cohabitar con sus amigas de toda la vida y contratar a personas que se encarguen de los cuidados, como la fisioterapia, la salud o la peluquería. “Nuestros referentes son las señoras de la Malagueta (Málaga) que desayunan todos los días juntas, se dan un paseo, charlan en un banco en la playa y se conocen de pe a pa todos los bares de la zona”, desarrolla. “Nos gusta cómo se cuidan las mujeres entre ellas y viven su best life [su mejor vida]. No le pedimos más a la vida que llegar con salud a bastantes años de cañas y tapas de boquerones al lado del mar”.
La idea de Laura es similar y la percibe como realizable. Aunque cree que seguramente el futuro sea menos boyante de lo que quiere, cree que el plan que tiene con sus amigas es factible. “No somos personas fantasiosas y sí que pensamos que comprar un terreno puede ser complicado y sobre todo que hay que tener en cuenta las diferentes economías de cada una, pero se podría buscar un lugar donde hacer esto, se podrían utilizar casas de estas prefabricadas que son más económicas”, sostiene. “Realmente si te planteas con tiempo este tipo de jubilación puedes ir ahorrando, vender tu piso si lo tienes para hacer frente a este desembolso que sería crear este coliving. Creo que puede ser complicado pero realista”.
Si te planteas con tiempo este tipo de jubilación puedes ir ahorrando, vender tu piso si lo tienes para hacer frente a este desembolso que sería crear este coliving [con amigas]. Creo que puede ser complicado pero realista
El gran obstáculo del dinero
Álex tiene aún 27 años y, aunque piensa en lo que haría como jubilado, actualmente no se plantea dejar su puesto porque le gusta y afirma que: “Me proporciona satisfacción conmigo mismo”. Sin embargo, le preocupa el futuro porque la situación de las pensiones en España le parece inestable. “En mi generación no descartamos tener que planificar un plan de pensiones privado. Respecto a la cuantía pues me hago una idea según lo que voy cotizando”, afirma. La suya es, por cierto, la única voz masculina del reportaje: casi ningún hombre respondió al llamamiento de testimonios. Solo hubo otros dos encuestados más, pero sostuvieron que no creen que se vayan a jubilar, así que ni lo piensan. “Doy por hecho que me moriré antes”, dijo uno de ellos.
Las integrantes del grupo de WhatsApp también se mostraron inquietas acerca de cómo será su situación económica como jubiladas y hasta se han planteado invertir en un plan de pensiones u otros productos financieros. Algo que hace años ni se les habría pasado por la cabeza. “Yo he pensado en un plan de pensiones, pero es pasta que necesito hoy”, afirma Eva. A Blanca, que también le ha dado vueltas a la posibilidad, le da miedo: “Siempre pienso que si todo se va a la mierda habrá un corralito. Y me echo para atrás”.
Hasta ahora, la conversación tenía un tono alegre que se apaga poco a poco. “Las que tienen familia no la van a abandonar para irse a la Costa del Sol a cohabitar. Yo veo la jubilación muy lejana y muy incierta, sobre todo cuando los servicios públicos van a brillar por su ausencia y me voy a tener que pagar el médico, la residencia o una persona que me ayude si soy dependiente”, aventura Marina. Susana, que también está en el chat, sentencia que: “Como pienso que al planeta le quedan dos telediarios, a los 65 con que tengamos agua, no haya mucho fascismo y tengamos sanidad pública me doy por satisfecha”.
En mi generación no descartamos tener que planificar un plan de pensiones privado. Respecto a la cuantía pues me hago una idea según lo que voy cotizando
Qué podría pasar
El asesor financiero Jaime Arán Ruiz de Assin, de Arra Asesores, comenta que “siguiendo con el funcionamiento actual del sistema de pensiones, una persona en edad cercana a la jubilación podrá beneficiarse de la prestación por jubilación sin problemas aparentes”. Pero manifiesta dudas sobre su subsistencia a lo largo del tiempo según como está construido, ya que el descenso de la natalidad ha invertido la pirámide de población y la situación de recaudación de pensiones es de déficit pese a “la entrada del MEI y la cuota de solidaridad”. Para él: “Siempre es recomendable tener otras fuentes de ingresos que puedan asegurar una pensión de jubilación en el futuro”, pero su consejo variará según las circunstancias de cada cliente. “No será lo mismo aquellas personas que dispongan de un salario de 30.000 euros y están solteras sin cargas familiares, que aquellas que tengan un cónyuge percibiendo ingresos o aquellas que posean cargas familiares como hijos a su cargo”, explica.
Angel Luis Martín, Profesor Titular de Análisis Económico de la Universidad de Valladolid y ex Presidente de la Asociación Española de Economía del Trabajo, quiere dejar claro que siempre va a existir un sistema público de pensiones. “Es uno de los pilares más importantes, si no el más importante, de los países que hemos decidido –a través de votaciones democráticas durante muchos años – de dotarnos de un amplio Estado del bienestar”, afirma. La cuestión está en cómo serán las pensiones en el futuro, porque: “De la misma forma que no hay dudas de que va a existir una cobertura pública en el futuro, tampoco parece que las haya –entre los economistas serios– de que el sistema futuro va a ser menos generoso que el actual”.
Yo veo la jubilación muy lejana y muy incierta, sobre todo cuando los servicios públicos van a brillar por su ausencia y me voy a tener que pagar el médico, la residencia o una persona que me ayude si soy dependiente
La clave reside en el factor demográfico, como apuntaba Arán, pero Martín señala que: “No solo hay que observar el crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) sino también del saldo neto migratorio (inmigración menos emigración) que, además, es una variable menos fácil de predecir en un horizonte no solo de largo plazo, sino de medio plazo”. Para el economista, es poco probable una reforma profunda del sistema de pensiones desde un punto de vista político porque supondría realizar cambios económicos importantes que afectarían a jubilados o trabajadores. “Las elecciones son cada cuatro años y la sociedad tiene un claro sesgo cortoplacista (se suele decir que somos miopes). Además, la cuestión no es ni mucho menos obvia desde un punto de vista técnico y el electorado no creo que lo entendiera”, sostiene.
La brecha de género en el trabajo afecta también a la jubilación en tanto en cuanto la cantidad que se percibe de pensión depende de lo que se haya cotizado. Según los últimos datos disponibles de la Encuesta de Estructura Salarial (2021), las mujeres cobran un 18, 36% anual menos que los hombres: “Siendo su retribución menor en prácticamente todas las secciones de actividad”. Además, hay que tener en cuenta que muchos de los trabajos realizados por las mujeres no son remunerados, es decir, que no cotizan. La economista feminista Carmen Castro afirmó en una entrevista que: “Las pensiones de jubilación tienen un sesgo de género muy fuerte que tiene que ver con la propia definición del sistema, basado en la contributividad del empleo remunerado (…) A las mujeres que ahora están en edad de recibir esas pensiones no se les ofrece todavía una vía para garantizar su jubilación en condiciones dignas”. ¿Se busca compañera de piso?
(Algunos nombres se han modificado para preservar el anonimato).