El PP experimenta un repentino interés por la conciliación y la vivienda después de varios años de centrar su furia en la maldad de Sánchez, Catalunya, Venezuela y ETA. Su apertura tiene límites claros: a favor de la conciliación si no le viene mal a la empresa
Bajar impuestos a los rentistas, liberar suelo y construir 200.000 al año: el plan de vivienda que ultima el PP
¿Cuáles son los componentes del cerebro de Alberto Núñez Feijóo? Sin ánimo de alcanzar una conclusión científica, podríamos aventurar que una cuarta parte está obsesionada con que Pedro Sánchez es el mal y una amenaza para la democracia. Otra porción del mismo tamaño está centrada en Catalunya. La siguiente piensa en ETA, aunque atraviesa etapas de baja actividad. La última cuarta parte sufre por Venezuela, en especial en fechas señaladas, aunque está dispuesta a dejar de hacerlo si hay otro tema que le sea más conveniente.
Las tres últimas partes deben hacer sitio ahora a una preocupación diferente. No es insólita, pero es una novedad. Feijóo quiere ser una buena persona y ocuparse de los que necesitan ayuda. Alberga ideas al respecto. Como tienen que ver con el gasto social, algunos medios indican que supondría una incursión en el terreno tradicional de la izquierda. A la célebre pregunta –¿es que nadie piensa en los niños?–, el líder del PP lo tiene claro: yo y nadie más que yo.
De repente, su corazón rebosa amor. En no mucho tiempo, Miguel Tellado empezará a mirarle raro mientras limpia el instrumental hecho en Albacete. Jefe, no se estará ablandando, ¿no?
Ser el principal partido de la oposición obliga a estar todas las semanas eligiendo un punto débil del Gobierno para presionarlo. Hay asuntos que por su importancia duran semanas o meses en la agenda. El PP, poco adicto a la innovación, puede estar años dando la matraca con lo mismo. La mejora de la situación económica desde 2021 le dejó sin la posibilidad de atacar ese flanco, con lo que se veía obligado a incidir en el mismo repertorio.
Este martes, su grupo parlamentario ha registrado en el Congreso una proposición de ley de conciliación y no ha sido tacaño en elogiarse a sí mismo. Es la ley “más ambiciosa de la democracia”. Entre sus medidas, la gratuidad de las escuelas infantiles de cero a tres años, la ampliación de los permisos de paternidad y maternidad, el reconocimiento de las familias monoparentales y la ampliación de sus permisos, y bonificaciones por contratar a cuidadores para familias numerosas y monoparentales.
En el diagnóstico del problema sobre conciliación el PP coincide en parte con los análisis hechos desde el Gobierno. Como es de esperar, hay grandes diferencias con las soluciones. Pretende que se elimine la obligatoriedad de tomar las primeras seis semanas del permiso de paternidad en el caso del padre.
Con ello se pierde una ventaja de la situación actual: desde el primer momento, ambos cónyuges se corresponsabilizan de los cuidados. Con la propuesta, cabe el riesgo de que el hombre adapte el momento en que inicia la baja a las necesidades de la empresa. Quizá no voluntariamente.
La reducción de la jornada laboral es otro asunto en el que el PP ha reaccionado de improviso como si fuera otro partido. En vez de anunciar que el capitalismo morirá si sale adelante, acepta en principio la idea con cambios relevantes. No es necesario leer hasta la letra pequeña para comprobar que la reducción no es la que los trabajadores estarán esperando. En pocas palabras, consiste en meter más horas cada día para poder trabajar menos días a la semana, cuatro en vez de cinco. Por tanto, la jornada semanal continuaría siendo de cuarenta horas.
Ni siquiera esta fórmula de trabajar menos para terminar trabajando lo mismo convencerá al PP de Madrid, guardián de las esencias thatcherianas. Lo de cuatro días laborables a la semana es anatema para Isabel Díaz Ayuso. Sólo hay que comprobar lo que dijo en la Asamblea a Más Madrid en 2021: “Los ciudadanos trabajan más que ustedes, que lo único que proponen en un momento de reactivación de la economía española es trabajar cuatro días. ¿El vago de Errejón ha llegado hasta aquí para decir que tenemos que trabajar cuatro días?”. Ayuso oye las palabras ‘giro social’ y empieza a ponerse nerviosa y a insultar.
El PP también cuenta con ideas sobre una nueva ley de vivienda, que presentará en las próximas semanas, mientras sus gobiernos autonómicos se niegan a aplicar las medidas de la ley en vigor en las zonas marcadas por el alto precio de los pisos. Ahí el partido no se sale de los principios que lleva décadas defendiendo. Plantea liberalizar más suelo en la línea de la ley que se aprobó durante el Gobierno de José María Aznar. En esa época anunciaron que los precios bajarían y lo que ocurrió fue lo contrario. El precio del metro cuadrado se dobló entre 1998 y 2005.
La izquierda suele acusar a esa ley de haber propiciado la burbuja inmobiliaria, aunque esa desgracia tuvo muchos padres y cooperadores necesarios comenzando con las entidades financieras y el Banco de España.
Suelo libre y desgravaciones fiscales para los dueños de pisos que aún no los han puesto en alquiler son las principales recetas actuales del PP. Nada sobre especulación o extender por toda España medidas para limitar el alquiler de temporada. El PP –además de Vox y Junts– votó en septiembre en el Congreso en contra de llevarlas a efecto.
La derecha no cree que exista la especulación, contra la evidencia existente, o que el mercado haya convertido a la vivienda en un bien de inversión. Eso daría mala imagen a los empresarios y particulares para los que es un gran negocio y a los que el PP quiere proteger de cualquier regulación que les pueda perjudicar.
Tanto sobre la conciliación como con la jornada laboral, el PP establece la excepción empresarial. “Tiene que ser de acuerdo entre empresa y trabajador”, dijo el martes Ana Alós, “porque también la empresa tiene unas necesidades”. Será que debe conciliar con sus accionistas. Como recuerda que más del 90% “del tejido empresarial” son pymes y autónomos, da por hecho que en ese caso la conciliación será más difícil o imposible para los trabajadores.
Con la idea de un “banco de horas” pactado por empresarios y trabajadores y con el que el segundo podría trabajar cuatro días en teoría, según la idea de PP, sólo hay que recordar lo que ocurre con las horas extra no pagadas en España. Sobre ese fraude que reduce los ingresos familiares de personas que trabajan por encima de su horario, el PP no tiene nada que decir. Pensará que no afecta a la conciliación o es que sencillamente simula que no existen.
El Gobierno no tardó mucho en desdeñar las nuevas ideas del PP. “Resulta irónico escuchar al PP hablar de conciliación”, dijo Pilar Alegría. “Cómo se habrá visto Feijóo para querer dar este giro. Me recuerdan al meme de ‘lo que compras y lo que te llega’. Credibilidad cero”.
El giro social puede terminar como el mítico viaje al centro del que se habló en la derecha durante tanto tiempo. También puede ocurrir que sea la forma de Feijóo de obligar a su partido a acostumbrarse a una larga marcha. Poco tiempo después de las elecciones de julio, en el PP tenían claro que estábamos ante “una legislatura corta y dura”. Un titular de El Mundo plantea que detrás de estas nuevas iniciativas se encuentra una dosis de realismo “por si Sánchez resiste tres años”.
Ni toda la obra de Stephen King ni las ocho películas de Freddy Krueger y las doce de ‘Viernes 13’ meten tanto miedo a los dirigentes del Partido Popular como esa posibilidad. ¿Conciliación? Lo que sea antes de resignarse ante una perspectiva tan terrorífica.