Natalia Díaz, activista contra el ‘sharenting’: «Estamos sobreexponiendo a los menores sin su consentimiento”

La activista por los derechos de la infancia e impulsora del movimiento ‘antisharenting’ en España ha publicado un libro en el que intenta concienciar a padres y madres sobre un fenómeno que considera «peligroso»: la ligereza con la que algunas familias suben fotografías, vídeos y datos personales de los menores a las redes sociales

A juicio por ‘sharenting’: familias enfrentadas por compartir fotos infantiles en Internet

Natalia Díaz, también conocida bajo el seudónimo Medianoche Tube, es una activista y divulgadora por los derechos de la infancia y la adolescencia. Hace casi una década comenzó a denunciar un fenómeno del que nadie hablaba: el sharenting, una palabra compuesta por los términos ingleses share (compartir) y parenting (crianza o ma/paternidad). El término hace referencia a la sobreexposición de menores en redes sociales a través de fotos, vídeos y datos personales que su entorno cuelga en Internet. 

Tras años de divulgación en Internet y en medios de comunicación, Díaz ha notado que cada vez más hay conciencia a nivel social y político. “Al principio a nadie parecía importarle, pero ahora ya se habla del tema. Aunque todavía queda mucho por hacer en cuanto a concienciación”, asegura. De ahí que se haya animado a recopilar todo su trabajo sobre #StopSharenting en un libro, Protege a tus hijos de la sobreexposición en la red (Harper Collins, 2024) que acaba de ponerse a la venta. 

El objetivo del libro es que madres y padres tomen conciencia sobre los riesgos que implica hacer pública la intimidad de menores en redes sociales. ¿Somos conscientes a día de hoy de lo que supone en términos de vulneración de derechos y de falta de privacidad?

Cada vez somos más conscientes, pero falta mucho camino por recorrer. Sabemos que el hecho de sobreexponer a menores en las redes conlleva peligros, pero creemos que a nosotros no nos va a pasar. Pero hay casos de pedofilia o falsos desnudos retocados con inteligencia artificial que suceden a diario. E incluso si no pasa nada grave, más allá de los riesgos, estamos sobreexponiendo a los menores sin su consentimiento.

Subir fotos y vídeos diarios, publicar datos personales suyos –como la escuela a la que van, su historial médico o su color favorito–, mostrarles en situaciones vulnerables –como una rabieta, la hora del baño o un hospital– y además enriquecerse con ello, eso es un abuso

Casi siempre al hablar de sharenting nos centramos en los peligros para los niños en Internet, cuando en realidad lo más importante es el respeto al menor. No son “personitas en construcción”, son ya personas y por lo tanto tienen derechos. Y la intimidad es un derecho fundamental contemplado en la Constitución que se debe respetar sí o sí, también con los menores. Incluso en un mundo idílico, donde no existieran la pedofilia o el acoso, estaría mal compartir imágenes y datos de menores sin su consentimiento. 

¿Hasta dónde llega la gravedad de esa vulneración de derechos? Hay quien ve exagerado pensar que por subir una foto un día puntual estamos dañando al menor.

Cuando publicamos toda la vida de la infancia en directo en redes sociales estamos vulnerando sin duda su derecho a la intimidad. Estamos creando una huella digital que en muchos casos no podrá borrarse, y lo hacemos sin contar con su opinión. Los niños y niñas no tienen la capacidad de comprender lo que son las redes sociales y a ellos no les aporta absolutamente ningún beneficio que se publiquen sus datos, entonces hay que preguntarse si es necesario subir esas fotos. ¿No puedes prescindir de ello, o enviarlas en privado?

¿Dónde se coloca la línea entre sobreexponer a la infancia y compartir una foto o un vídeo de vez en cuando? 

Nadie en su sano juicio va a decir que alguien por subir una foto de sus hijos a redes es un explotador infantil. Pero es muy difícil establecer un límite, porque es una cuestión muy personal. Muchas familias que viven de poner a sus hijos en redes sociales, que les sacan 24/7 y en directo, dicen que no creen que los sobrexpongan. Por eso se necesita una regulación, porque si no es muy difícil establecer el límite. ¿Dónde se coloca esa fina línea? En una foto, en dos, tres, en cinco vídeos al año… Yo no sabría decir dónde está. Pero teniendo en cuenta que a ellos no les beneficia en nada y solo les pone en riesgo, no sería necesario subir ni una sola foto. Lo que sí está claro es que subir fotos y vídeos diarios, publicar datos personales suyos –como la escuela a la que van, su historial médico o su color favorito–, mostrarles en situaciones vulnerables –como una rabieta, la hora del baño o un hospital– y además enriquecerse con ello, eso es un abuso y está mal.

Hace muy poco que algunos países están empezando a regular este tema. ¿Qué se está haciendo a nivel internacional que nos pueda servir de referencia?

Actualmente ningún gobierno de ningún país está abordando el tema del sharenting, a excepción de Francia e Italia y, muy recientemente, España. En 2023, Francia fue el primer país del mundo en buscar una solución a esta problemática, con una ley que se basa en conseguir los mismos derechos que tendrían los niños actores que trabajan en cine o en televisión. En 2024, Italia fue el segundo país que presentó una propuesta de ley imitando el modelo francés. La propuesta italiana contempla temas muy importantes como el derecho al olvido, y no deja lugar a dudas de que esos niños están trabajando para sus padres. 

¿En qué punto estamos en España?

En nuestro país este tema no se contemplaba hasta hace bien poco. Fue con la creación del Ministerio de Infancia y Juventud [en 2023] que se empezó a hablar de estos temas, que conciernen a menores y jóvenes. El Ministerio creó un comité de expertos para crear una nueva Ley Orgánica de protección al menor en el espacio digital, que incluye una perspectiva más amplia que los casos francés e italiano. Al principio no se planteaba el tema del sharenting, solamente se centraba en otros riesgos como la exposición de los menores a las pantallas.

Si un alumno no puede aparecer en esas fotos, porque sus padres no han firmado la cesión de derechos, los colegios apartan a los niños y niñas de esa actividad, que puede ser la función de Navidad, un baile o pintar un mural: priorizan subir fotos y vídeos por encima de la función educativa e inclusiva de la escuela

Mi sorpresa fue cuando se pusieron en contacto conmigo para poder plantear este problema, dándole la importancia que tiene. Tenemos un montón de trabajo por delante, la ley está en fase de redacción, no se ha presentado todavía a tramitación parlamentaria. Pero para mí existen una serie de temas que se tienen que abordar de manera prioritaria: el sharenting en las escuelas, la regulación del trabajo infantil y la protección de niños en situaciones vulnerables.

¿Qué pasa con los centros educativos que comparten fotos de menores en sus redes sociales con fines promocionales?

El tema de las escuelas a mí me tiene preocupadísima, se están cometiendo actos de discriminación en muchos centros. Cada vez más escuelas tienen redes sociales públicas donde publican cada día fotos de los alumnos. Si un alumno no puede aparecer en esas fotos, porque sus padres prefieren que no y no han firmado la cesión de derechos de imagen, para los centros es un problema. Entonces lo que hacen es apartar a los niños y niñas que no pueden salir en la foto de esa actividad, que puede ser la función de Navidad, un baile de fin de curso o una actividad cotidiana como pintar un mural. Priorizan el hecho de subir fotos y vídeos por encima de la función educativa e inclusiva de la escuela. Y no es un caso aislado, a diario padres y madres se ponen en contacto conmigo contándome casos de este tipo. 

¿Tienen responsabilidad también las empresas que pagan a las ‘Instamamis’ o ‘Instapapis’ por campañas en las que aparecen menores?

Sí, de hecho son las principales responsables, porque las marcas conocen perfectamente este tema. Las mismas empresas que se publicitan en redes sociales también lo hacen en la televisión u otros medios convencionales, por lo que conocen las normativas. Pero ahora prefieren las redes sociales porque no hay ningún tipo de regulación, se puede hacer prácticamente cualquier cosa. Y hay normativas, los derechos de los menores se recogen en la Ley Orgánica de Protección del Menor y en la Constitución española.

Tendemos a pensar que explotación infantil es la imagen mental que tenemos de países subdesarrollados, del niño pequeño trabajando en una fábrica; y no solo es eso, aquí también está pasando: tenemos a muchos niños y niñas que están trabajando en las redes sociales sin regulación, enriqueciendo a sus padres

También se aprobó una Ley influencer, que es insuficiente. E incluso hay normativas europeas de publicidad que se deberían cumplir en cualquier plataforma audiovisual, y las redes sociales lo son. Pero volvemos a lo mismo: no hay nadie que regule ni que haga cumplir las normativas existentes. En ese contexto, las marcas son responsables, porque son las que ofrecen el dinero. Sin dinero de por medio no habría tanta explotación infantil.

La Asociación Española de Protección de Datos obligó hace años a un abuelo a borrar datos que había publicado sobre su nieto. ¿Podría ser esta una vía de acción, a través de la protección de datos? 

En principio sí, cualquier familiar podría utilizar los derechos que ya tenemos reconocidos, y la protección de datos es uno de ellos. A mí me parece muy triste que dentro de una familia se produzcan distanciamientos con esos abuelos, suegros o tíos que no entienden que los padres pidan que no se compartan fotos de sus hijos. Me parece muy triste tener que llegar a la judicialización de este tipo de conflictos, pero es que muchos adultos no entienden el alcance ni la gravedad del problema. 

Una de las ideas de partida que se intentan desmontar en el libro es que niños y niñas “pertenecen a sus padres”. ¿Por qué la privacidad de la infancia es un tema que nos debería preocupar a todos, y que no solo incumbe a sus padres? 

Porque son los seres más vulnerables y más indefensos de todos. No podemos dejar su cuidado y protección únicamente a manos de sus padres. Si todos los padres protegiesen a sus hijos todo sería maravilloso, no existirían los servicios sociales y no habría retiradas de custodia. Tiene que haber leyes e instituciones que defiendan al menor, para protegerles cuando los tutores legales fallan.

Si ves a un hombre pegar a una mujer, debes hacer algo. Quizás no intervengas en el momento, pero llamas a la policía o pones una denuncia. Pero si ves a un padre darle una bofetada a su hijo, miras para otro lado. Esa idea tan dañina de ‘son sus hijos, él sabrá cómo educarlos’

Todos como ciudadanos tenemos la obligación de velar por la infancia. Si vemos una situación en la que un menor está siendo explotado o hay algún tipo de abuso, no podemos mirar a otro lado. Tendemos a pensar que explotación infantil es la imagen mental que tenemos de países subdesarrollados, del niño pequeño trabajando en una fábrica; y no solo es eso, aquí también está pasando: tenemos a muchos niños y niñas que están trabajando en las redes sociales sin regulación, enriqueciendo a sus padres. Y tenemos que actuar. 

Más allá del entorno digital, ¿hace falta, en general, más perspectiva de infancia? 

Totalmente, como decía antes tendemos a pensar que los niños y niñas no son personas en pleno derecho. Y es curioso porque, aunque no todos los adultos sean padres, todos hemos sido niños, pero hemos perdido la empatía y la capacidad de ponernos en su lugar. Pasa con la sobreexposición en redes pero también con muchísimos otros temas, como la violencia machista. Si ves a un hombre pegar a una mujer, debes hacer algo. Quizás no intervengas en el momento, pero llamas a la policía o pones una denuncia. Pero si ves a un padre darle una bofetada a su hijo, miras para otro lado. Esa idea tan dañina de “son sus hijos, él sabrá cómo educarlos”. 

En Estados Unidos algunos niños y niñas influencers que hoy son adultos han denunciado a sus padres por exponer su infancia en Internet. ¿Pasará también en España? 

Yo creo que habrá alguna que otra denuncia, pero seguramente no demasiadas. Lo que seguro que sí habrá serán testimonios, niños y niñas explicarán cuando sean mayores lo que supuso para ellos ser hijos de una Instamami o Instapapi. Yo estoy deseando que llegue ese momento [Risas].

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