Una nueva investigación concluye que la dictadura se estudia de forma «reduccionista» y «superficial», apenas se profundiza en las facetas de la opresión y se asocian los años 60 y 70 al «progreso» sin nombrar «los costes sociales» del momento
Historiadores para desmontar el mito de la Transición pacífica: “La policía importó métodos violentos del franquismo”
Un segundo franquismo menos malo, casi tolerable y gracias al cual el desarrollo acabó llegando a España. Una represión contra el enemigo rojo minimizada, en la que por ningún lado aparecen los campos de concentración o el papel que tuvo la Iglesia. Una Transición “pacífica” que vino motivada por el único impulso de las élites políticas. Es la visión que, en general, trasladan sobre la dictadura y sus consecuencias los libros de texto que se siguen en las aulas, según concluye una nueva investigación sobre el lugar que ocupa en la enseñanza este periodo histórico.
Tras analizar los manuales de las principales editoriales del mercado de 4º de la ESO y 2º de Bachillerato, las conclusiones de los investigadores de la Universidad de Valencia Carlos Fuertes y Néstor Banderas apuntan a un abordaje del franquismo “reduccionista” y “superficial”. Así lo detallan en Franquismo y transición en las aulas: enseñanza y memoria democrática, publicado este mes en la revista Ayer, en el que identifican las lagunas que aún perviven a pesar de los avances de las últimas décadas y que resumen en tres: la “minimización” de la represión, la reproducción de una imagen “edulcorada” de los años 60 y 70 y la “idealización” de la Transición.
“Los libros de texto siguen contribuyendo a la perpetuación de ciertas narrativas acríticas que, construidas durante la dictadura y la Transición, legitiman y normalizan el franquismo y simplifican” esta última etapa iniciada tras la muerte de Franco, esgrime el estudio. Tomando como referencia conclusiones similares a las que han llegado otros investigadores previamente, los autores ratifican que esta visión es “rastreable” también en los manuales publicados tras la entrada en vigor de la LOMLOE actual y que es promovida “mediante silencios o ambigüedades”, una falta de profundización y la “escasa extensión” de los contenidos relativos al tema.
Una frase sobre violencia
Aunque los libros han dejado atrás la reproducción de “los aspectos más burdos” de la propaganda franquista, como ocurría hace algunas décadas, entre las lagunas identificadas destaca la “minimización” de la represión franquista. No es que no hablen de los fusilamientos, los presos o la prohibición de derechos fundamentales, sino que su acercamiento “es muy cuantitativo” y deja de lado otras dimensiones como la existencia de campos de concentración o trabajadores forzados, la represión económica y lingüística, el castigo específico a las mujeres o la colaboración de instituciones como la Iglesia.
Francisco Franco y Carmen Polo saliendo de la iglesia de Santa María, en San Sebastián.
Hay, además, una priorización de la “historia militar” de la Guerra Civil frente a las violencias de la retaguardia contra civiles. “Se desaprovecha la oportunidad de comprender críticamente que hubo una violencia sublevada premeditada, sistemática y centralizada por las autoridades franquistas”, estiman los investigadores, que lo han observado en varios libros de 4º de la ESO: el de Akal, le dedica a la violencia una sola frase frente a las dos páginas que ocupa el contenido militar. En los de Edelvives o Vicens Vives, la proporción es un cuarto de página frente a la página entera.
En este sentido, los autores han identificado también que los libros suelen hacer “un escaso énfasis” en al continuidad de la represión “como elemento estructural de la dictadura”, por lo que el alumnado “puede percibir” que esta fue una cuestión coyuntural circunscrita a los primeros años tras la Guerra Civil. “La represión contra organizaciones antifranquistas o el movimiento obrero o estudiantil, los presos políticos, los asesinatos extrajudiciales o los exiliados de los años posteriores son abordados de forma más superficial y sin apenas fuentes, estadísticas o testimonios”, resumen.
Progreso frente a miseria
Relacionado con ello emerge otra de las carencias observadas: “Se reproduce una visión de un segundo franquismo menos malo, tolerable y portador del progreso, haciendo una clara diferencia entre unos primeros años asociados a la miseria y la represión y una etapa posterior asociada a la modernidad y a las reformas”, esgrime Carlos Fuertes, doctor en Historia Contemporánea.
Es algo que han observado incluso en las imágenes utilizadas en los libros: “son omnipresentes” las fotografías de Seat 600, televisores y playas de Benidorm e incluso en algunos manuales, inauguraciones de pantanos, detalla el estudio, que tras analizar siete manuales de 4º de la ESO, cifra en el 76% las fotos referidas a esta dimensión. Por el contrario, son pocas las imágenes (un 24%) que “evidencian costes sociales” del momento como “las desigualdades en el consumo, la despoblación, la emigración, el chabolismo o la falta de servicios en las periferias urbanas”.
Un niño en la cadena de producció del Seat 600
No es que las cosas no cambiaran a finales de los años 50, cuando el régimen dejó atrás la autarquía y sus graves consecuencias. La situación de los españoles mejoró a partir de entonces, pero al mismo tiempo la realidad es que el crecimiento económico del país estuvo limitado durante toda la dictadura.
Además, el Plan de Estabilización de 1959, que inauguró esta segunda etapa, fue aceptado por Franco “a regañadientes”, según el Catedrático de Historia e Instituciones Económicas Carlos Barciela, que ha estudiado a fondo el sistema económico del franquismo.
En este sentido, señala el estudio que los manuales “obvian que el fin de la política autárquica fue una decisión forzada por su evidente fracaso económico” y “minusvaloran” las movilizaciones colectivas y sacrificios individuales que contribuyeron “a la progresiva consecución de mejoras”.
Por otro lado, la investigación apunta a una “representación idealizada” de la Transición, que se dibuja como un proceso “impulsado por unas élites” políticas en el que apenas parece que tuvieran importancia el antifranquismo o los movimientos sociales. Además “en no pocos manuales” se habla de una Transición “pacífica” y la violencia, si se aborda, se focaliza únicamente en ETA y los GRAPO, dejando de lado el terrorismo de otros grupos de extrema derecha o los abusos policiales que precisamente está estudiando una comisión creada por el Gobierno al amparo de la Ley de Memoria Democrática.
Mucha Historia, poco franquismo
Pero más allá de las narrativas que reflejan los libros, los obstáculos tienen también que ver con el peso concreto que los contenidos sobre el franquismo tienen en los currículums y su organización. No favorece un tratamiento en profundidad el hecho de que, al seguir un orden cronológico, se suela dejar para el final de curso este temario, pero tampoco lo permite la enorme extensión del programa al que “tradicionalmente” se han enfrentado cursos como 4º de la ESO, que aborda a la vez en una misma asignatura “contenidos de historia universal, europea y española, así como historia del arte, desde el final del Antiguo Régimen hasta el mundo actual”.
Sin embargo, la situación “no ha sido corregida” por la LOMLOE, lamentan los autores. La ley ha dejado que sean las comunidades quienes distribuyan los contenidos entre 3º y 4º de la ESO, pero solo tres (Madrid, Murcia y Extremadura) han decidido desplazar el siglo XIX y Geografía al primero, de forma que en 4º hay más tiempo para estudiar la historia más reciente. Siete autonomías siguen acumulando todo en este último curso y otras siete han mantenido “la flexibilidad” de la norma estatal y dejan a docentes y editoriales que decidan.
En 2º de Bachiller, sin embargo, la nueva ley educativa sí ha supuesto un cambio y ha reintroducido el retorno de la Historia Contemporánea con el que acabó la LOMCE de José Ignacio Wert (PP), que en una misma asignatura concentró un amplísimo temario que arrancaba en la prehistoria. Esto solo fue corregido por Catalunya, Euskadi y la Comunidad Valenciana, pero en las demás comunidades la situación ha implicado desde 2017 hasta 2023 que se plantearan pruebas de EBAU “inabarcables” en las que “ha sido más frecuente tener que responder una pregunta sobre la romanización o la reconquista que sobre la última dictadura o la Transición”, ejemplifica el estudio.