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“Sigue el dinero”, dice una vieja máxima del periodismo de investigación. La frase tiene su origen en una mítica película protagonizada por Robert Redford: , sobre el escándalo Watergate. La pista del dinero, las transferencias desde el partido, fue lo que hace medio siglo sirvió para acorralar a Richard Nixon; el único presidente de la historia de EEUU que ha dimitido. Y desde entonces hasta hoy, esa línea de puntos está presente en casi todos los casos de corrupción.
Todos los hombres del presidenteNo existe el delito de cohecho, ni el de tráfico de influencias, ni tampoco el de corrupción en los negocios si no hay dinero de por medio –o al menos un beneficio económico, algo que se pueda traducir en euros–. Es fácil de entender la razón: la misma por la que tampoco puede haber un homicidio si no hay muerto. ¿Qué clase de corrupción económica es aquella donde el supuesto corrupto no recibe recompensa alguna? ¿Es acaso posible ese delito?