María Herrera, médica: «Los cuidados paliativos pueden ahorrar hasta un 50% del gasto por paciente en fase terminal»

Esta especialista en bioética defiende que la intervención de los equipos de Cuidados Paliativos (UCP) en el entorno hospitalario reduce las pruebas y medicación innecesarias y brinda una atención más humanizada en el final de la vida, lo que supone una gestión sanitaria de más calidad y mas eficiente

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Octubre es el mes de los cuidados paliativos. Una fecha que se señala en el calendario para poner de relieve la importancia de atender a los pacientes al final de la vida, algo en lo que María Herrera se ha especializado. Además, ha sumado a su formación los estudios de geriatría y un máster en bioética. Sin dejar de lado el componente humanitario, Herrera se ha empeñado en demostrar que los paliativos son, además, una práctica hospitalaria conveniente incluso desde el punto de vista económico.

Su investigación demuestra que los pacientes tratados por UCP (unidades de cuidados paliativos) experimentaron una reducción de intervenciones médicas y medicamentos innecesarios, y que ello se tradujo en un sustancial ahorro de costes sanitarios. Además, los familiares aseguraron haber recibido un mejor apoyo emocional y una mayor claridad en la comunicación sobre el estado de sus seres queridos.

Herrera subraya la necesidad de integrar más ampliamente estos equipos en los hospitales para optimizar recursos y ofrecer una atención más humanizada y centrada en las necesidades del paciente y su familia.

 

Uno de los aspectos más destacados de su tesis es la reducción de costes cuando se involucran los UCP. ¿A qué se debe este ahorro económico?

Gracias a estos cuidados se realizan menos pruebas innecesarias (o fútiles, como decimos los médicos) en el final de la vida. Cuando los pacientes son atendidos por equipos de paliativos, se evita gastar en determinados medicamentos que ya no sirven en esa fase de la enfermedad. Se trata de una reducción bastante significativa. En concreto, los cuidados paliativos pueden ahorrar hasta un 50% del gasto por paciente en fase terminal. Además, este ahorro puede suponer que se contraten más profesionales. En mi hospital (el Infanta Elena de Valdemoro, en Madrid) hemos pasado de dos médicos a tres.

Usted habla de la satisfacción de las familias ¿Cuáles fueron los factores más valorados por los familiares de pacientes atendidos por los UCP?

Sobre todo, la honestidad. Valoran mucho saber en qué parte de la enfermedad y de la vida se encuentra el paciente. Lo que más aprecian es que se ajustaron las expectativas con lo que realmente estaba ocurriendo. Pudieron despedirse, cerrar algún tema que tenían pendiente y cumplir sus últimos deseos. De hecho, lo que más les trastoca a los familiares de los que no fueron atendidos de esta forma es que no sabían que sus seres queridos se iban a morir.

¿Cómo involucran al paciente y a la familia en la toma de decisiones durante el final de la vida?

Siempre con la verdad por delante. Les explicamos en qué momento están y qué cosas podemos hacer por ellos. Es lo que llamamos “medicina centrada en la persona”. No vemos solamente a un paciente con un tumor de próstata o con metástasis, sino a una persona que tiene que cerrar temas de la empresa, enseñárselos a sus compañeros, despedirse de sus hijos adolescentes… Hay que integrar todo eso con la enfermedad y ver qué preocupaciones tiene el paciente. Organizamos el último ingreso justo como el enfermo lo desea, en la medida de lo posible: ‘hoy quiero despedirme de mis hijos, quiero que venga mi socio de la empresa para terminar de enseñarle o quiero que un psicólogo me ayude a decirle a mis padres que me voy a morir….’ Todas esas cosas que ocurren alrededor de su final las cuidamos, además de, por supuesto, atender el dolor y otras necesidades.

¿Recuerda alguna experiencia en la que el acompañamiento haya marcado una diferencia significativa en la calidad de vida del paciente ?

Un paciente con ELA quiso que se donaran sus órganos y que explicáramos a sus hijos que los órganos de “papá” iban a dar vida a otros pacientes. Los niños pequeños lo entendieron muy bien y esto sirvió para que su esposa y sus hijos tuvieran un duelo mucho más llevadero y estuvieran orgullosos de su padre.

En España, el acceso a los Cuidados Paliativos aún es desigual. Desde su perspectiva, ¿cuáles son las principales barreras que impiden un acceso más equitativo a estos servicios?

El problema es que yo creo que hay un desconocimiento de los que son los cuidados paliativos y, desde luego, una falta de inversión. No está cubierta la mitad de la población y hay Comunidades Autónomas que prácticamente no tienen este servicio. Todo esto viene también desde la formación en las universidades. Tal vez no siempre sea necesario tener paliativistas, pero sí cirujanos que sepan sobre paliativos o internistas que puedan identificar cuándo llega el final de la vida de un paciente ingresado.

¿Y de qué forma se debería integrar esta formación en las universidades?

Debería cambiar el plan de estudios, con una asignatura de cuidados que fuera transversal, es decir, en todos los cursos dar paliativos. Por ejemplo, si estás dando Cirugía General, paliativos en pacientes quirúrgicos; si estás dando Geriatría, paliativos en pacientes ancianos o si estás en Cardiología, paliativos en la insuficiencia cardíaca. Cada especialidad tiene que tratarse de una forma distinta.

Si la realidad es que los pacientes mueren dentro de los hospitales, vamos a ver cuáles son las maneras de darles la mejor muerte

Solo el 25% de los equipos de Cuidados Paliativos en España cuentan con psicólogos y trabajadores sociales. ¿Qué impacto tiene esta carencia?

La figura del psicólogo es fundamental y muchas veces no está presente. La Obra Social La Caixa tiene un programa específico para personas con enfermedades avanzadas. Yo siempre he trabajado con un psicólogo y es fundamental para mí como médico contar con este profesional. El psicólogo se queda “recogiendo” esa mala noticia, ayuda a asimilar el diagnóstico, sabe cómo comunicarlo…

¿Cómo percibe la sociedad española la muerte: hay más apertura o sigue siendo un tabú?

Sigue siendo un tabú porque, al fin y al cabo, en este caso es una muerte instrumentalizada porque ocurre en el hospital. Mueren rodeados de botes de sueros, mascarillas, con oxígeno… Son cosas muy instrumentales. Esto no permite acariciar al paciente ni besarle.

¿Cómo describiría una “muerte suficientemente buena”?

Una muerte que esté lo más ajustada a tus valores y a la gente que tú quieres.

A nivel personal, ¿Cómo ha impactado su trabajo en su visión sobre la vida y la muerte?

Creo que los médicos estamos un poco sesgados. De hecho, yo pensaba que lo ideal era morir en casa, acompañado de tus familiares, en tu propia cama y con tus cosas. Veía mejor estar alejado de los timbres y de las enfermeras, que a veces pueden llegar de mal humor. Pero después me di cuenta de que mucha gente se estaba muriendo en los hospitales, y por eso hice la tesis. Me dije a mí misma: si la realidad es que los pacientes mueren dentro de los hospitales, vamos a ver cuáles son las maneras de darles la mejor muerte.

Una vez terminé la tesis, preguntaba a los familiares si hubieran querido cambiar algo o si hubieran preferido que su ser querido falleciese en casa e, incluso, qué querrían ellos mismos para el futuro. Casi todos me contestaron que preferían el hospital. Creo que les da una cierta seguridad estar cerca de profesionales y tener la posibilidad de tocar un timbre y que venga una enfermera a cuidarles.

 

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