‘El hoyo 2’ desvela todos los secretos de cuatro de sus escenas más espectaculares

Galder Gaztelu-Urrutia recupera el universo creado en la primera parte, uno de los éxitos más arrolladores de Netflix, y analiza sus momentos clave

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Aunque El hoyo se había estrenado en salas antes de que llegara la pandemia, fueron aquellos meses recluidos en casa y la explosión de las plataformas las que convirtieron el filme de Galder Gaztelu-Urrutia en un fenómeno casi sin precedentes. Sus datos siguen siendo astronómicos. En la lista de las películas más vistas de la historia de Netflix sigue estando en el quinto puesto del top ten de filmes no hablados en inglés con más de 82 millones de visionados en todo el mundo. Una sorpresa que colocaba en el foco a un realizador, hasta entonces desconocido, gracias al particular universo que había creado. Uno que no era más que una metáfora de la desigualdad y la lucha de clases en forma de agujero infinito donde los de arriba siempre tienen más posibilidades de sobrevivir y putear a los de abajo.

La secuela parecía obvia, pero a pesar de ello han pasado cuatro años hasta que el director ha estrenado, también en Netflix desde el pasado 4 de octubre, El hoyo 2, filme con el que continúa lanzando preguntas sobre el mundo actual gracias a esta bandeja elevadora cargada de comida. Un filme cuyo encaje en la línea temporal del universo se desvela al final, pero que también plantea una especie de mandamientos sobre las normas que imperaban en el anterior filme y que ya estaban establecidas. En este caso son Milena Smit y Hovic Keuchkerian los que las descubren.

Lo que esta continuación tiene es más presupuesto, y por ello también hay una puesta en escena más espectacular que hace que uno se plantee cómo se han rodado ciertos momentos. ¿Es el hoyo real?, ¿cuánto de efectos visuales tiene lo que se ve en pantalla?… Preguntas que el propio cineasta ha respondido analizando en profundidad cuatro escenas de El hoyo 2 y desvelando (ojo, con SPOILERS) todos sus secretos.

La dureza de ‘El hoyo’

Una pregunta que atraviesa toda la película es cuánto del hoyo es real y cuánto no. Galder Gaztelu Urrutia comienza revelándola. Los tres niveles de la estructura vertical se construyeron en Barakaldo, en el Bilbao Exhibition Center, y todo lo que hay hacia arriba y hacia abajo de esos niveles es una construcción con efectos visuales. Que esa estructura existiera de forma física es clave, y también delimitó el orden en el que se rodó toda la película. 

Otra duda que suelen hacerse los fans de la película es ¿qué pasa con la plataforma que sube y baja y condiciona todas las acciones en cada nivel? Pues en El hoyo siempre que algo puede ser real (y solucionarse con un efecto práctico) lo será, por ello esa plataforma es “la típica plataforma que usan todas las obras del mundo, la más sencilla que te puedas encontrar, sobre la que poníamos nuestra plataforma de verdad con la comida”. Eso sí, luego posteriormente se eliminaba la parte de abajo y en ocasiones también se generaba “íntegramente en 3D”. El diseño de una escena como esta tiene antes un trabajo previo, de hecho el director dibujó todas las plantas y las coreografías de los actores y actrices, cada movimiento de cámara, para que una escena de acción como esta parezca fácil aunque sea una coreografía en la que también hay otro truco, hacer que los dobles de acción no se noten.

El suicidio de Zamiatin

No siempre las escenas físicas son las más difíciles, sino que muchas veces la intensidad dramática aporta más complejidad. Es lo que ocurrió en la que Galder Gaztelu-Urrutia define como “una de las más duras a pesar de que apenas hay acción”. Lo fue “por lo que se transmite en la escena y por la intensidad con la que Hovic la interpretó y con la que Milena vive este momento, que es el final de su compañero, con el que ha empatizado tanto en el primer mes”.

En esta escena se ve también el cuarto set de la película, el único que no se construyó y que se encuentra en un frontón de Bilbao. Pero más allá de esos detalles, el cineasta cree que la clave es la interpretación de su actor protagonista. A eso hay que sumar varios trucos, entre ellos los que realizó un especialista que se “hizo un bonzo y se tiró por el hoyo cableado”. El fuego es real en casi todos los momentos, y sin embargo uno podría jugar a adivinar cuáles de los objetos ardiendo que caen por el agujero son reales y cuáles creados digitalmente. 

El sacrificio de las protagonistas

Otra escena “muy intensa” donde la coreografía de los actores es fundamental y donde además, para complicarlo todo, hay “mucho diálogo”. Galder Gaztelu-Urrutia cuenta que el rodaje fue sencillo logísticamente, pero “duro para los que estuvimos 54 días metidos en ese agujero, esta secuencia es un buen ejemplo de ello”. Para esos minutos de película se dedicaron dos jornadas enteras de rodaje. Si para todos fue dura, más para Óscar Jaenada, que actúa con una venda y sin “el medio de expresión más importante para un actor, los ojos”. Una mezcla de efectos prácticos y digitales solucionan el momento en el que el personaje muestra qué hay detrás de esa venda. 

Por ello destaca “la intensidad con la que llegan todas las actrices y los actores”, algo que cree que tiene que ver con el propio espacio, ese cuadrado de 9×6 metros que también afecta psicológicamente al equipo técnico. “Tras mucho tiempo aquí dentro sales un poco tocado”, dice con resignación el cineasta que también explica los trucos para usar la luz como relleno y cómo se hizo uno de los momentos más sangrientos y violentos de la película. Para los curiosos, un detalle, un cameo que nadie conoce en forma de mano…

La secuencia verde

El director de El hoyo 2 se sabe hasta el numero de cada escena, a la que llamaron “la secuencia verde” le corresponde el número 81 y coincide la sensación del espectador con lo que fue su creación. Es, sin duda, uno de los momentos más espectaculares visualmente del filme, una escena de menos de cinco minutos donde Milena Smit es desplazada en gravedad cero en medio de un bloque de personas con una llamativa luz verde.

Dentro del set a ese bloque lo llamaban “kebab humano, txorongo o zurullo”, y para recrear esa sensación de flotar se recurrió a unos niveles horizontales en forma de U, con paredes desmontables y a un entramado de cables que sujetaban a los actores para ir desplazándolos dando ese efecto de volar. “Una escena como esta tienes que tenerla muy planificada para saber exactamente los planos que necesitas. Esta secuencia estaba dibujada como nueve o diez meses antes del rodaje”, cuenta el director y confiesa que en un inicio no tenía ni idea de cómo iba a rodar esta escena que tiene otro de esos secretos que no se ven a simple vista: un muñeco que sustituye al personaje de Malik para suplir el riesgo de rodar con niños y no someterles a las jornadas extensas de grabación habituales. 

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