Bochornosas revelaciones ratifican lo que parecía suceder con Juan Carlos I y el papel de sus colaboradores en los gobiernos. Mucho que aclarar para paliar siquiera la sensación de estafa a todos los niveles que se ha dejado. Pero los abucheos e insultos solo tienen un destinatario cuando la derecha se junta: Pedro Sánchez.
Suelen ser peculiares los 12 de octubre. Llovía en Madrid en 2016, como la previsión anuncia para éste de 2024. De alguna manera, la que oficialmente es la Fiesta Nacional de España se ha convertido en un termómetro de este país. Y si se sigue su evolución en el tiempo, todavía se afianza más esa impresión. Tomada por la España más conservadora, sin duda, nunca han faltado los abucheos e insultos para los presidentes de gobiernos progresistas. Este año, el caldo de cultivo sembrado a conciencia por el PP y el resto del aparato desestabilizador, los ha de hacer sonar con mayor profusión. Y es triste gracia que más de la mitad de este país sea expulsado de la que se presume es fiesta de todos.
Lo curioso, no sé si alentador, es cómo cambian los rostros de año en año. Del 12 de octubre del 2016 no queda prácticamente ninguno en activo. Luis De Guindos sí, elevado a los altares europeos del Banco Central, tras su decisiva gestión como presidente de Lehman Brothers España y Portugal, detonante la crisis del capitalismo de 2008 cuyas consecuencias, si lo pensamos bien, aún pagamos.
El golpe interno del PSOE contra Pedro Sánchez de aquellos días se solventaría jubilando a Susana Díaz, aunque no a Felipe González, el otro gran artífice. Desaparecidos el que fue presidente interino del PSOE y Albert Rivera, entre otros.
La Fiesta Nacional del 2017 fue más traumática. La convirtieron en una especie de acto de desagravio al rey tras el referéndum catalán y el airado discurso del monarca. El Régimen del 78 atrincherado. Fuera, nos decían otras cosas. Condenas de alto nivel para la violencia desatada en la represión de las votaciones por el gobierno de Rajoy y advertencias de lo que vendría si se extremaba la respuesta. Y se extremó al máximo.
Hoy Puigdemont, el “maldito” para el PP, tantas veces comodín de protestas, es cortejado por el nuevo equipo de Feijóo, que sigue sin resignarse a no ser presidente del Gobierno. Las vueltas que da la vida. Y las Fiestas Nacionales.
Aquí estamos hoy, ante otro 12 de octubre presidido por los Reyes y la princesa heredera en un momento delicado para la dinastía. Las bochornosas revelaciones que ratifican lo que parecía suceder y sucedía con Juan Carlos I y el papel de sus colaboradores han dado un fuerte golpe a la Institución aunque se intenta minimizarlo. Felipe González, presidente del Gobierno entonces, no puede evitar comparecer en los medios para afianzar las labores que ahora realiza (básicamente ir contra Sánchez) y afirma que hay cosas mucho más importantes de las que hablar en un medio que del Rey Juan Carlos, aunque sea la amable Susana Griso de Antena 3 la entrevistadora que no le pondrá en aprietos. Venezuela, huracanes, las dos guerras… ¿Y España? Su sacrosanta Transición está hoy gravemente tiznada por las andanzas del jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, y los gobiernos que le acompañaron. Los suyos, sin ir más lejos.
No fueron solo líos de cama, ni mucho menos (desmesurados y graves por cuanto implican), hay mucho que aclarar al respecto, y desde luego habría que desclasificar el 23F para paliar siquiera la sensación de estafa a todos los niveles que se ha dejado. Las escenas familiares, los discursos de Navidad, las traídas y llevadas “juancarlistas” de la Democracia española merecen respuestas. No es un asunto trivial, para nada.
Fiesta Nacional de España y de la Hispanidad por otro lado, cuando hay un conflicto con México a resolver. Y cuando Argentina –y no solo ella pero ella como zénit– se convierte en vergüenza para sus habitantes por los gravísimos recortes que están sufriendo a cargo de Milei. Al menos, éste no mintió, avisó de sobra.
Las personas cambian de un 12 de octubre a otro. Cristina Cifuentes, expulsada, dio paso a Ayuso en Madrid y en España. Sabremos por sus medios de modelito que lleve en el Desfile del 12 de octubre pero no de sus andanzas. Dentro de la virulenta, insufrible, campaña del PP, Ayuso está absolutamente desbocada en sus declaraciones de verdadero alucine. Qué barbaridad y que insulto asegurar que ETA está más viva que nunca. “Un deseo repleto de nostalgia”, como dice Juan José Millás. Ya ha conseguido así, con esa verborrea y gracias a sus apoyos e impunidades, ser presidenta de Madrid y por mayoría absoluta. Pocos creyeron que Milei pudiera alzarse con el cargo de presidente de Argentina y ahí lo tienen. Así que atentos.
Y con este panorama los abucheos, silbidos e insultos solo tienen un destinatario cuando la derecha extrema españolista se junta: Pedro Sánchez. Es el presidente, lo mismo puede hacer algo ¿no?
P.D.
Aquellos días de octubre de 2016 nos regalaron un Premio Nobel de Literatura para Bob Dylan. Insólito nos pareció. Probablemente inmerecido por poco académico. Era como un regalo para los impenitentes que crecimos a lo largo de unas cuantas primaveras de sueños de libertad y veranos invencibles. Y era como volver a convencerse de que los tiempos pueden cambiar y sumergir como una piedra a los que se niegan a nadar con todos y agarran del cuello al rival para hundirlo. Era e igual es: regresar a las ideas que nos sustentaron en tiempos de avances sí se puede.