Ayuso y Almeida facilitan operaciones inmobiliarias del sector, especialmente en el sector turístico, con la esperanza de que visitantes con alto poder adquisitivo acaben viviendo en Madrid
Tiembla el epicentro del lujo en Madrid: quiebra la gastrogalería de Canalejas y su hotel insignia sigue en pérdidas
Hace dos semanas, la presidenta de la Comunidad de Madrid acudía a un acto de apoyo a varios hoteles de cinco estrellas, dentro de un evento llamado Jornada de Sostenibilidad Hotelera de Lujo, que acogía un palacio situado en el Barrio de las Letras. Isabel Díaz Ayuso aseguraba que la región estaba viviendo “uno de nuestros mejores momentos gracias a estos hoteles de lujo. Han ayudado a Madrid a dar ese salto gracias a la calidad de los servicios que prestan”.
A los elogios pronunciados ante representantes del Four Seasons, del Urso o del Villa Magna le siguió un discurso en el que Ayuso marcaba los objetivos que busca a la hora de atraer a clientes dispuestos a pagar los 900 euros que cuesta dormir una noche en sus habitaciones. “Tanto ellos como sus hijos querrán vivir en el futuro a vivir entre nosotros, a trabajar, a crear aquí sus familias, a estudiar, a echar raíces”, afirmaba antes de decir que “es un turismo que apuesta por el buen gusto”.
En una frase, la dirigente del PP regional trazaba las líneas maestras de las políticas que su partido está aplicando en Madrid para crear las condiciones que atraigan a un tipo de ciudadanos con altísimo poder adquisitivo. En cuanto a la vivienda, el Ayuntamiento acaba de aprobar un plan especial para construir en Velázquez pisos que se venderán a 13 millones de euros cada uno, de media. Este ejemplo es uno de los muchos que han llevado a que sea casi imposible encontrar pisos en el distrito de Salamanca por menos de un millón y que esa zona se el germen de lo que se ha empezado a llamar la nueva Miami por la abundancia de numerosos nuevos vecinos llegados de Latinoamérica con grandes capitales.
Muchos de estos nuevos madrileños van a la caza constante de lo exclusivo y están dispuestos a pagar 255 euros por una entrada a un cine de verano en una azotea de Canalejas, como contaba El País hace poco, o a abonar cantidades elevadas de dinero para pertenecer a un club solo apto para millonarios que acaba de abrir en la calle Serrano, junto a la Puerta de Alcalá.
Este último lugar se llama The Library, un bar-bodega con elevados precios por copa (puedes pagar hasta 94 euros por una de champagne) y una Wine Society limitada a 90 socios, con una cuota de entrada de 6.000 euros para acceder a sus servicios y una obligación de gasto anual en vinos de al menos 20.000 euros. “The society promueve la conexión y el aprendizaje en un entorno de lujo y absoluta privacidad”, aseguran sobre este entorno en su web, donde entre fotos de lujo llama la atención una cita de Karl Marx.
Interior de The Library
La serie de servicios de lujo pasan también por la educación privada de precios elevados, infraestructuras que tanto Comunidad como Ayuntamiento también están facilitando, hasta el punto de forzar la ley al máximo en algunos casos como en el del Brewster, el colegio abierto en Chamberí el curso pasado sin licencia. Lo hizo en un edificio histórico junto a la glorieta de Quevedo que antes el Gobierno regional había consolidado, gastando allí tres millones de euros de dinero público. Las tarifas de este centro van desde los 6.000 euros anuales de matrícula para alumnado de 3 a 4 años hasta los 22.344 para el último curso (entre 17 y 18 años).
El alcalde Almeida también ha mostrado, al igual que Ayuso, su apoyo público al sector del lujo, con el que se volcó nada más llegar a Cibeles. En una conferencia ofrecida en el Círculo Fortuny al inicio de su primer mandato resaltó “la importancia de cuidar el turismo con alto nivel adquisitivo” y que las acciones de su Gobierno iban encaminadas “a reforzar” un “turismo de alta gama” que “también tiene que ser de gastronomía y de calidad de vida”.
Pero la punta de lanza para atraer a todos estos turistas y potenciales ciudadanos madrileños son los eventos deportivos exclusivos, macroconciertos como los que puede alojar el Berbabéu y los hoteles. El propio alcalde participa en actos y reuniones periódicas con las principales marcas de estos últimos y también está tramitando abundantes planes especiales para convertir antiguos edificios de oficinas en alojamientos turísticos de cuatro y cinco estrellas.
Fruto de sus políticas abrirán en los próximos meses en el centro de Madrid las marcas Brach (Gran Vía 20), Nobu Hotel (C/ Alcalá 26), Melia Colection (C/ Atocha 83), Radisson Collection (C/ Moratín 52), o Nômade People (Gran Vía 11), un hotel de cinco estrellas que elevará la categoría del Iberostar al que sustituye. Queda por ver si esta fiebre por el lujo consigue superar el primer gran traspiés sufrido por el sector en la ciudad, después de la quiebra del principal operador de la galería gastronómica en Canalejas.
Si el Four Seasons sigue en pérdidas y con una ocupación en torno al 50%, sus cifras pueden acabar afectando a proyectos cercanos como el segundo UMusic que la cadena Universal quiere abrir en Madrid: estará justo enfrente y para levantarlo tendrá que unir tres edificios protegidos durante cinco años de obras. Su optimista plan económico aspira a acercarse a lo que actualmente cobran el resto de hoteles de lujo a los ricos que visitan Madrid: 137 euros por comensal en los restaurantes y 113 euros por cada entrada al teatro.