El guionista presenta un gran reportaje novelado sobre el auge y caída de uno de los fenómenos juveniles masivos de la historia reciente: las noches de discoteca, pastillas y música electrónica mayormente englobadas en la extinta “ruta del bakalao”
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Cuenta Asier Ávila (Rentería, 1977) que nunca ha sabido divertirse. Cuando era chaval era fácil encontrárselo pegado a la barra mientras sus colegas bailaban en la pista. Casi nunca consiguió dejarse llevar, sentir la música. Aún hoy tiene clavada en la retina una imagen; la de la barcelonesa sala Apollo abarrotada de gente sacudiendo sus cuerpos ya de amanecido y él ahí parado sin entender nada. Su incomprensión fue el germen emocional de Fiesta (Libros del KO, 2024), un libro en el que entre la narrativa y el reportaje, Ávila recorre la intrahistoria de varios de los hitos del mundo fiestero: desde la llegada de la primera pastilla de Éxtasis a España y su posterior democratización, la conversión del baile en expresión generacional, el reinado de los disyóqueis y el apogeo de las grandes discotecas hasta la leyenda negra de los empresarios de la noche; fraudes, estafas, intentos de asesinato y muertes colaterales en un mundo de imperios multimillonarios que dejó tras de sí atentados terroristas, adicciones y violencia.
En una obra de tintes tragicómicos, Ávila toma una fotografía panorámica de una España de desenfreno que comienza en una tarde estival de 1982 poco después de que Antonio Escohotado haya celebrado su cuarenta y un cumpleaños. Él será el primer catador del MDMA en el país. Ávila recibe a este periódico en una tarde lluviosa de octubre desde la pantalla de su ordenador en Barcelona.
Usted también es el guionista del documental Megamix Brutal, que narra la salvaje historia -con asesinato frustrado incluido- del auge y caída de Max Music, la discográfica detrás de los discos recopilatorio de los 80 y 90. Así que la pregunta es casi obligada, ¿qué proyecto fue primero, el libro o el documental?
Supongo que tendría que decir que el documental porque este proyecto sale de la imposibilidad de vender todas las ideas que tenía sobre el mundo de la fiesta. De hecho, varias de esas ideas ahora son parte de este trabajo: historias que estructuran el relato cronológico del libro. Una de ellas era la de ‘Megamix’ e intentaba venderlas porque ese es mi oficio: soy guionista y presento proyectos. Pero el caso es que no terminaban de funcionar, solo conseguí darle luz verde al asunto de Max Music hasta que una serie de acontecimientos me llevaron a Libros del KO y pude trabajar en este proyecto de trazar una línea desde los 80 hasta la actualidad uniendo todos los documentos y testimonios que había ido encontrando. Al final, tanto el libro como el documental, han sido trabajos que he ido desarrollando en paralelo.
En el documental, a Ricardo Campoy [gran empresario de la noche y socio de Miguel Degà en la desaparecida Max Music] se le retrata con mucha más dulzura que en su reportaje.
Es interesante que digas eso porque es verdad. Creo que el mayor problema de la serie es que Campoy es el protagonista y es quien narra la historia. Nosotros no quisimos que él lo fuera, de manera contractual él se aseguró de que si aparecía su ex socio él no saldría en el documental. De esta manera, no podríamos contar con un balance entre personajes y, además, al ser la principal voz del trabajo él cuenta la historia como quiere. Y, por supuesto, nosotros intentamos construirlo, pero uno no se critica tanto como cuando alguien escribe un libro en tercera persona sobre tu historia.
Claro, en el audiovisual se redime, se humaniza. Es un seductor con su forma de narrar.
Totalmente. Hay un lado oscuro en Campoy que no queda tan claro en la serie, aunque se vislumbra. Nadie puede ser tan perfecto. Pero sí tiene una capacidad abrirse en canal —como cuando cuenta la historia de cómo dio una paliza— y admitir que él también es capaz de hacer cosas malas, aunque busca la complicidad del público al contar sus faltas. Tiene talento a la hora de describirse. Alguien que llegó tan alto tiene que tenerlo. Pero sí, no es un narrador fiable.
Yendo ya hacia libro, usted lo que ha hecho, más que una novela, es un reportaje largo.
No sé si llamarlo así porque yo no soy periodista. He trabajado muchos años como cámara y montador y desde ahí he encontrado mi hueco en la industria en función de las ofertas laborales que me han ido llegando. Pero la idea de trabajar con una voz narradora escrita nunca la he tenido, miro todo desde una perspectiva audiovisual. Creo que es difícil entender el libro sin entender mi profesión. Lo que he tratado de construir es un documental llevado al papel. Escribo como si fuera un montaje. Voy de un plano detalle a uno general o me desplazo hacia algo que no tiene que ver directamente con la historia pero que conecta de manera orgánica con ella. Es decir, para mí ha sido como hacer una serie documental traducida al poder sin límites que tiene la literatura.
Escribo como si fuera un montaje. Voy de un plano detalle a uno general o me desplazo hacia algo que no tiene que ver directamente con la historia pero que conecta de manera orgánica con ella
Hablando de estructuras, lo que monta es una noche de farra en toda regla. Los capítulos se dividen en el colocón, el viaje, el bajón y la resaca.
Soy incapaz de no ver una historia en tres actos. Cuatro, en este caso. Es muy de guionista, la perversión del guionista en traducir la vida en un auge y una caída. ¡Pero es que esta historia lo tiene!, y es algo que estaba claro desde un principio.
Hay mucha documentación, datos, entrevistas, y descripciones muy prolijas de momentos concretos ¿Cuánto tiempo le ha llevado la investigación de todo lo que cuenta?
Hay muchísimo archivo, tanto documental como audiovisual. Por ejemplo, cuando hay un asesinato y describo la trayectoria de la bala que mata a tal persona en ese momento es porque hay una sentencia. Yo utilizo la sentencia como si esto fuera un true crime, ya que, por motivos profesionales, tengo esa tendencia natural. En cuanto a las entrevistas, hice muchas y me encontré con historias muy rocambolescas, pero, desafortunadamente, muchas eran similares o se repetían y tuve que ir centrando el tiro.
A medida que avanza la narración, van apareciendo los horrores y los pocos escrúpulos de los empresarios de la noche: prostitución, violencia, muerte, sobredosis, ¿Cómo ha sido acercarse a todo ello?
He intentado no vincular la fiesta y el mundo discotequero a la criminalidad porque eso es muy fácil y siempre ha hecho. Quería también mostrar las luces porque salir de fiesta siempre resulta divertido y liberador, porque todo esto tuvo un comienzo ingenuo, utópico, pero pronto empieza a transformarse como todos los fenómenos que nacen de esta manera. Todo acaba por contagiarse del resto de cosas que pasan alrededor.
Hay que tener en cuenta que buena parte del material que hay a este respecto tiende a la documentación de sucesos. Yo lo he intentado equilibrar para que no ganara el lado oscuro. Por otro lado —y por eso es muy importante para mí el subtítulo, donde se señala el lado tragicómico—, las historias que yo busco tanto en la vida real como las que intento convertir en ideas para vender como serie, son historias en las que los personajes viven una transformación, que es donde está el drama. Aquí todos los personajes la viven: Santamaría muere, otro cae en un momento concreto pero luego se recupera… Todos atraviesan momentos dramáticos y mi intención era narrarlos de una manera que le resultaran atractivos al lector.
Comentaba que se ha dejado muchas historias fuera, pero hay un personaje secundario que puntea todo el libro y al que ha entrevistado en persona: Begoña Pascual, ¿Por qué seguir su vida en paralelo?
Tenía un serio problema con esto y es que esta es una historia de hombres. Había hablado con otras mujeres, claro, pero ninguna contaba con un arco dramático que me sirviera como el resto. Ninguna tenía —afortunada o desafortunadamente— el poder trágico que acompañaba a los demás.
Durante mucho tiempo, las mujeres no pudieron ser DJ o grandes empresarias. La mayoría eran camareras. No se les dejó el espacio para que su figura fuera lo suficientemente representativa en el mundo de la fiesta. Hay que recordar que ellas no podían entrar solas en una discoteca hasta la firma de la Constitución- Y yo no quería atravesar la Ruta del Bakalao por los caminos que ya transitaron otros antes.
Ahí es donde encontré a Begoña, ella vive ahora en Barcelona, pero vivió y disfrutó mucho de Valencia en su juventud. Y no ha tenido ningún problema en contarme lo que hizo en aquellos momentos. Ella supo disfrutar de la fiesta y abandonarla a tiempo —de hecho, desaparece en un punto de la narración—. También es el único personaje femenino con voz propia en toda la trama. Eso era importante.
Durante mucho tiempo, las mujeres no pudieron ser DJ o grandes empresarias. La mayoría eran camareras. No se les dejó el espacio para que su figura fuera lo suficientemente representativa en el mundo de la fiesta
Usted habla de que los personajes no son los protagonistas sino el andamiaje del contexto, de la imagen que quieres mostrar. Sin embargo, hay más de una aparición singular. El filósofo Antonio Escohotado y su vida singular abre y cierra la historia.
Hay un tema que me interesa mucho y es investigar sobre el mundo del Éxtasis o MDMA. Esta es una droga bastante revolucionaria y significativa. Sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que, a priori, no parecería una droga que debería encajar con la noche por los efectos que produce. De hecho, se está investigando cómo utilizarla en la medicina. Algo bastante común con las drogas -el CBD, la Psilocibina…-
Y, en estas, hubo un momento en el que encontré que muy posiblemente Escohotado fuera —como en muchas otras cosas— el primero en probar una pastilla de MDMA en España. Él mismo lo dice en una entrevista y la persona que le pasa el ‘eme’ también lo certifica. Y tiene todo el sentido porque las fechas cuadran. Fue unos pocos años antes de su democratización —recordemos que su consumó comenzó en las élites—. Si no fue el primero, sí fue de los primeros. Y un hecho así te deja un inicio muy potente como para no aprovecharlo.
Nos acercamos ya al final de la entrevista. Grandes nombres desfilan por las páginas de su libro, ¿hay alguien a quien le hubiera gustado entrevistar y no pudo?
Alejandro Conde. Creo que es alguien fascinante como personaje. Yo solo he podido narrar su historia a través de hemeroteca. Lo bueno, o malo, es que hay mucha [ríe]. Él ha cometido varios delitos que son públicos, hay múltiples sentencias, he entrevistado a quienes trabajaron con él…. Lo he construido a partir de los otros y me he basado en hechos que eran irrefutables. Pero creo que como personaje da para mucho, llevo tiempo intentando escribir su historia, que es —casi— la historia del desfase.
Me hubiera gustado hablar con él, sí. Pero creo que en realidad tampoco hacía falta para elaborar esa imagen panorámica. Le hubiera dado más amplitud a todo, seguro. Y creo que es una persona con muchas aristas. Fue un Don Quijote de la fiesta, uno de aquellos empresarios pioneros que iniciaron el fenómeno. Un fenómeno que, a la vez, era su modo de vida. Ellos estaban allí, ellos bailaban hasta que cerraban sus puertas. Fue alguien que empezó muy joven, con 28 años, y levantó un imperio. Hizo historia.