El ‘pujolismo’ en Madrid

Esa pirueta por la que el presunto delito fiscal del novio de la presidenta deriva en imputación al fiscal general del Estado se recordará dentro de unos años, probablemente, como la máxima virguería de quienes manejan el “oasis” madrileño

Creí que nunca volvería a ver nada parecido. Y, sin embargo, aquí está. En muchos aspectos, el ayusismo resulta casi indistinguible del pujolismo. La impunidad, la desfachatez, los negocios familiares con dinero público, los fraudes fiscales, la red clientelar, la justicia sumisa, los medios que hacen la ola y la ciudadanía convencida de que ese es el estado natural de las cosas: aquí está otra vez.

Hay diferencias, por supuesto. Jordi Pujol era, y es, un hombre culto que pasó por las cárceles franquistas y acumuló una larga experiencia política. Isabel Díaz Ayuso exhibe una formidable ignorancia, tuvo su momento falangista y llevó las redes sociales de un perro. Pujol era fundador y dirigente de un partido nacionalista catalán. Díaz Ayuso encabeza el sector más nacionalista del Partido Popular español. Madrid tampoco es Barcelona: concentra las grandes instituciones del Estado, lo que permite a quien manda en Madrid (en el sentido que a veces se le da en Cataluña de la capital española: un concepto de poder abstracto que se superpone a la ciudad) extender su influencia mucho más allá de la frontera autonómica.

Pero en lo esencial es lo mismo. En aquel supuesto “oasis” catalán hubo desde el principio quien denunció la gestión fraudulenta de Banca Catalana, quien reveló los negocios de Marta Ferrusola, quien habló del 3% en comisiones (recuerden la famosa envainada de Pasqual Maragall), quien enumeró el portentoso parque automovilístico de Jordi Pujol Ferrusola (dos Lamborghini, tres Ferrari, dos Porsche, un Mercedes, un Jaguar…)… y no pasó nada. Quien se quejaba era un traidor, un mal catalán. Igual que en Madrid quien se queja es sanchista, comunista y, en general, mal español.

Estos fenómenos acaban, y acaban mal. Reparen, de todos modos, en el proceso contra la familia Pujol. El sumario se extiende a lo largo de décadas y define una trama abundante en delitos y una “red de clientelismo”, “de acuerdo con un plan preconcebido”. Incluye cobro de comisiones ilegales, fraude fiscal, financiación ilegal del partido, adjudicaciones públicas amañadas y algunas otras cosas. Ese sumario se cerró en 2020. El juicio aún no se ha celebrado. Marta Ferrusola ha fallecido y Jordi Pujol tiene ya 94 años. Ha dado tiempo incluso a rehabilitar el pujolismo, sin el estorbo de una condena.

El fenómeno Ayuso está ahora en su apogeo. Esa pirueta por la que el presunto delito fiscal del novio de la presidenta deriva en imputación al fiscal general del Estado se recordará dentro de unos años, probablemente, como la máxima virguería de quienes manejan el “oasis” madrileño. Pero queda mucho por ver.

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