Se ofrece tortuga boba macho para salvar la especie: razón, España

El calentamiento global acosa a la ‘Caretta caretta’: expulsa a estos animales desde el Mediterráneo oriental hacia el occidental y como el sexo de los neonatos depende de la temperatura del agua las puestas tienen altísimos porcentajes de hembras, excepto en nuestro país, convertido en ‘productor’ de machos

La tortuga boba busca piso en el Mediterráneo y a España le toca ser casera

Colomera tuvo mala suerte. Esta tortuga boba (Caretta caretta), un magnífico ejemplar de cien kilos, cayó tres veces en las redes de barcos pesqueros frente a las costas valencianas. Pero también tuvo buena suerte: los pescadores que la engancharon estaban concienciados de la importancia de la especie y las tres veces la llevaron al centro de recuperación de la Fundación Oceanogràfic de València, donde los veterinarios consiguieron recuperarla y devolverla al mar. La última le pusieron una marca satelital que les permitió seguir su periplo vital. Durante dos años, Colomera consiguió evitar más accidentes y estuvo dando vueltas por el Mediterráneo hasta que el aparato dejó de emitir.

“Es un caso es sintómatico de la presión que sufre esta especie”, explica José Luis Crespo, responsable del Área de Conservación y Fauna Marina de la Fundación. Amenazada por el hombre, por la pesca, por sus depredadores naturales, por el cambio climático que calienta sus lugares habituales de anidamiento, la Caretta caretta busca nuevo hogar.

La tortuga común, o boba, es una especie altamente vulnerable y uno de los dos tipos de tortugas, junto a la verde, incluidas en el catálogo de especies controladas de la UE. Estos animales pueden llegar a poner 300 huevos de una sentada, pero a la vez tienen tasas de éxito minúsculas: apenas un ejemplar de cada 500 llega a la edad adulta. Necesita ayuda y, aunque sea por circunstancias externas, España está adquiriendo un rol básico en su conservación debido los cambios que está sufriendo el planeta: es el único país del mundo que produce más machos que hembras, un valor fundamental tal y como está evolucionando la especie.

Cada vez es más habitual ver a estas tortugas emerger del mar en una playa española para desovar. Su presencia ha sido relativamente normal en el litoral, pero venían como visitantes. En las últimas dos décadas, sin embargo, la Caretta caretta se está desplazando hasta nuestras costas para anidar empujada por el cambio climático, explican los científicos del Oceangráfic. Este animal se reproduce en unas determinadas condiciones de temperatura y el calentamiento que experimentan países como Turquía o Grecia las está empujando hacia lugares algo más frescos. Desde 2014 se han detectado 70 episodios de anidación en la Comunitat Valenciana, cuando hace 20 años eran esporádicos. Solo en 2023 se localizaron 29 nidos en todo el país y este 2024 han caído a 11, pero los científicos creen que se debe a cada hembra pone huevos una sola vez cada dos o tres años y este ha tocado barbecho.

Un indicador del calentamiento global

Los investigadores han hecho de los periplos de estas tortugas un indicador fiable del calentamiento global, asegura Jesús Tomás, del departamento de Zoología de la Universidad de València, que junto a Eduardo Belda, de la Universidad Politécnica de Valéncia, llevan el principal programa de investigación y seguimiento de la Generalitat Valenciana. “Estamos viendo la evolución en directo”, explica entre entusiasmado y alarmado. “Estamos viendo cómo un animal con un ciclo vital de 20 años se adapta al cambio climático”. Crespo confirma la idea, asentada en la comunidad científica: “Es un toque de atención serio”. Cuánto más se aventure la Caretta caretta hacia occidente, peor va el planeta.

De momento, el punto más al sur de España en el que se han encontrado nidos es Marbella (Málaga). Las marcas satelitales, pequeños aparatos con una antena que se pegan a la parte superior del caparazón de la tortuga, han registrado alguna merodeando el Estrecho de Gibraltar, quizá en un intento de cruzar al Atlántico, cuenta Tomás, pero las corrientes superficiales son demasiado fuertes para los ejemplares jóvenes y las empujan de vuelta al Meditarráneo.


Una tortuga común, en una piscina en un centro de recuperación esperando para ser liberada en la playa.

Tomás y Crespo asisten este viernes en la playa de Almassora (Castellón) a la suelta de 22 ejemplares recuperados por la Fundació Oceanográfic en presencia de un grupo de periodistas invitados por la Fundación Biodiversidad, del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO). La suelta se produce en el marco del proyecto Life Intermares, que coordina la Fundación y en el que participan administraciones varias, el CSIC, algunas universidades y organizaciones como la Confederación Española de Pesca o WWF España. El programa de las tortugas es solo uno de los muchos que gestionan.

Los 22 ejemplares liberados el viernes fueron recuperadas de un nido en esta misma playa justo hace un año. Con entre uno o dos kilos de peso y 30 o 40 centímetros de longitud, están en mejores condiciones de sobrevivir a la inmersión en un entorno hostil tras 12 meses ganando fuerza y presencia en pequeños tanques en el Oceanogràfic. En condiciones naturales habrían entrado al mar recién salidas del huevo, pesando 20 gramos y con un tamaño inferior a la palma de la mano. El 99% de ellas no lo habría conseguido. En el escenario bueno.

Por eso el MITECO, en colaboración con las comunidades autónomas e instituciones diversas, vigila cada tortuga que sale del mar en España. Cuando se avista una o se localiza un nido (es característico el rastro que dejan en la arena) este se protege, se retira un 20% de los huevos para incubarlos en centros de recuperación y se monitoriza su evolución. Aunque no hay datos globales, los científicos aseguran a partir del seguimiento de las que van marcando y soltando que las posibilidades de supervivencia se multiplican cuando entran al mar con un cierto tamaño.

«La sociedad española se tiene que empezar a acostumbrar» a ver las tortugas salir del agua en busca de un lugar apropiado para anidar, dicen los científicos. Nuestro país se ha convertido en lugar preferente de las tortugas para desovar ante la subida de la temperatura en sus hábitats habituales

“La sociedad española se tiene que empezar a acostumbrar” a ver las tortugas salir del agua en busca de un lugar apropiado para anidar, sostiene Daniel García, director técnico de la Fundación Oceanogràfic. Además de por el desplazamiento que se está registrando, porque la especie es filopática: vuelve al lugar de nacimiento, o donde entró al mar, para buscar zonas aptas para hacer nidos y poner sus huevos. Aunque no está claro aún si la filopatía funciona igual para las criadas en cautividad que para los neonatos que se quedan en la playa y hay estudios que sugieren que el punto de retorno es el de incubación, no el de entrar al mar, tercia Tomás.

En cualquier caso, la expectativa es que el fenómeno sea recurrente, si es que no se puede considerar así ya. No todas las tortugas vuelven siempre al mismo sitio y también las hay que realizan varias puestas en diferentes lugares, explica el investigador a pie de playa. En sus invesatigaciones tienen ejemplos de todo tipo: hubo una tortuga que en una misma temporada puso huevos en Catalunya, la Comunitat Valenciana y Andalucía, los tres lugares de España junto a las Islas Baleares donde se han registrado anidamientos. Hubo otra que hizo tres nidos en la misma playa de Catalunya. La cantidad de puestas y el número de huevos depende de la “energía” (comida) que haya conseguido acumular cada hembra, explica Tomás.

La suelta de este viernes es especialmente relevante porque de las 22 tortugas, 21 son machos. Y están empezando a escasear. El sexo de las tortugas depende de la temperatura en el momento de la incubación, explica Crespo: cuando está en torno a los 29 grados la mezcla ronda el 50%. Si sube, empieza a decantarse a favor de las hembras. Si baja, de los machos. El calentamiento global está destrozando el equilibrio de la especie y los científicos han identificado nidos donde el 90% de los ejemplares eran hembras. El problema que esto genera es evidente.

Pero no en España, “el único país del mundo donde nacen más machos que hembras”, asegura García, del Oceanogràfic. “Necesitamos que vengan hembras que produzcan machos”, cuenta.


Una tortuga, con la aleta izquierda amputada probablemente por una red de pescadores, en el centro de recuperación de la Fundació Oceanogràfic de Valencia.

Los programas de recuperación no pueden decirles a las hembras que vengan a España a anidar, pero sí pueden mejorar la supervivencia de la especie en conjunto para que suceda de manera natural por una cuestión de números. Se trabaja en varios frentes, y buena parte de ellos refieren a la concienciación. Concienciación de la sociedad en general cuando vea un episodio de anidamiento, pero también de los pescadores, cuenta Crespo. Está funcionando: cada vez se llevan más ejemplares al centro de recuperación. Al Oceanogràfic llegan más de cien al año y ya han atendido a cerca de un millar.

“No hay que demonizar a los pescadores, pero es verdad que es una actividad de impacto”, explica el veterinario. Las instituciones han creado acuerdos y protocolos para que cuando un ejemplar se queda enganchado en las redes de pesca lo lleven a un centro de conservación (en el caso de la Comunitat Valenciana, el Oceanogràfic) para que lo traten los expertos, como le pasó tres veces a Colomera. Estos animales son resilientes, y aunque las redes son devastadoras y amputan miembros, si son atendidas sobreviven. Se han registrado tortugas con tres aletas que han estado años emitiendo (y que el aparato deje de emitir solo significa que ha dejado de funcionar, no necesariamente que la tortuga haya fallecido).

Estos cuidados permitieron además al equipo de García y Crespo, del Oceanogràfic, descubrir que las tortugas pueden sufrir embolia gaseosa y síndrome descompresivo, como los buceadores, algo que los científicos desconocían. “Les sucede a algunas cuando entran en contacto con los aparatos de pesca”, cuenta García. No se sabe bien si por estrés o por qué, pero detectaron que había tortugas que estaban aparentemente bien cuando los pescadores las desenredaban y al rato empezaban a empeorar hasta casi quedarse en coma pese a no tener síntomas aparentes de lesiones.


Dos tortugas comunes con pocos días de vida, en el centro de recuperación del Oceanogràfic.

Eso llevó a otro hallazgo, un pequeño orgullo del equipo del Oceanogràfic: descubrieron que las tortugas respondían estupendamente bien a las cámaras hiperbáricas. Como las personas. E incorporaron una a su material de trabajo con una tasa de éxito altísima. “Son unos animales muy fuertes, con un metabolismo muy lento que los hace muy tolerantes a la hipoxia”, cuenta García. En cualquier caso, añade, no es una solución realista: el trabajo pasa por prevenir. Pero mientras, un paso por la cámara, una temporada en el centro de recuperación, un marcaje para seguir sus evoluciones y recopilar información y lista para volver al mar. Con suerte, para reproducirse.

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