La voz de las personas abusadas protagonizan el primer acto oficial de perdón y reparación convocado por la Iglesia de Madrid: «Seguro que estáis cansadas y cansados de palabras huecas», ha subrayado el cardenal Cobo
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Este lunes y en medio del silencio y tras escuchar los testimonios de las propias víctimas, la Iglesia, al menos la de Madrid, ha pedido perdón por primera vez a las personas que padecieron abusos dentro de la insititución.
“Con 14 años fui empujado para ir a una convivencia con un club del Opus Dei. Tuve que telefonear a mis padres delante de un sacerdote que vigilaba lo que tenía que decirles para así conseguir su permiso, relata Héctor –nombre ficticio– en uno de los diez testimonios que se han escuchado en el pórtico de la catedral de la catedral de La Almudena en Madrid. ”Ya entonces, fui brutalmente presionado de forma planificada entre las personas que hablaron conmigo para que entrara en la organización bajo amenaza de condenación eterna si no lo hacía –proseguia–. Accedí llorando y aterrado y me obligaron a ocultar mi entrada a mis padres.“
El Acto de Reparación a las víctimas congregó a cientos de personas junto a la estatua de Juan Pablo II en el templo diocesano madrileño. Allí se han reunido hombres y mujeres que fueron abusados sexual, física y emocionalmente por sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes pastorales, por instituciones eclesiásticas, muchos de ellos siendo niños. La mayoría se encontró con el silencio y el encubrimiento cómplice de la institución que, hasta hace muy poco, siguió mirando para otro lado.
Aunque algo está cambiando, la voz de las víctimas no se había escuchado, al menos como hasta ahora. Siguen sin sentarse en plano de igualdad en las mesas donde se toman las decisiones respecto a su futuro. Este lunes se ha dado un primer paso importante, en lo simbólico. Esperanzador, con muchas cautelas, en lo tocante a las víctimas.
“Me robaron el alma”
“Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida”, recordaba un hombre al que abusaron en un colegio siendo niño. “Si no hay más denuncias, no es porque no haya habido abusos, es porque el tratamiento que vamos a recibir resulta más doloroso que el propio abuso”, añadía un sacerdote, del que abusaron en el seminario. No todas las voces describían su propio relato para preservar la intimidad de los supervivientes: muchos de ellos todavía no han podido enfrentarse con su abusador.
“Eres víctima y, a la vez, te consideras cómplice, y te das asco a ti misma”, apuntaba una mujer, que fue abusada por su maestra de noviciado, mientras que otra, también religiosa en la actualidad, expresó los abusos sufridos, durante diez años, por su confesor.
“No abusó solo una persona de mí, abusa una comunidad entera que lo permite”, denunció otra víctima. “La culpa de que haya ‘malos’ en la Iglesia es que haya buenos que no denuncian a los malos. Lo que hace daño a la Iglesia no es la denuncia, sino lo que pasa en ella”.
Si un crudo testimonio aseguraba que “los malos ganan cuando los buenos no hacen nada”, otras llamaron a la reacción de la Iglesia: “No tengan miedo de las víctimas. La mayoría no vamos buscando mediatizar nuestro caso o ver de qué manera le podemos sacar un pellizco económico a la Iglesia. Solo necesitamos una acogida (…). Hemos sido traicionados por la Iglesia”, apuntaba otro hombre, del que abusaron, siendo adulto, durante una peregrinación.
Casi me ha hecho más daño la institución que el agresor. Han tardado 10 años en recibirme y creerme. La actitud diletante, distante, legalista y fría de algunos eclesiásticos y encubridores me han dañado mucho el alma y mi relación con Dios
“Casi me ha hecho más daño la institución que el agresor. Han tardado 10 años en recibirme y creerme. La actitud diletante, distante, legalista y fría de algunos eclesiásticos y encubridores me han dañado mucho el alma y mi relación con Dios”, culminó una mujer adulta, víctima de un sacerdote, antes del momento de recogimiento y petición de perdón por parte del cardenal Cobo y del proyecto REPARA, que invitó a “iniciar juntos caminos de escucha y de sanación”.
El cardenal Cobo pronunció unas palabras pronunció en la que sí pidió perdón y un compromiso de apoyo a los supervivientes: “Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza”. andemás, las víctimas que lo desearon entrararon en la catedral para un acto penitencial.
Las lágrimas y las heridas
“No queremos, no podemos, no debemos pasar página”. En la segunda parte, el acto penitencial propiamente dicho, el cardenal Cobo admitió que “sabemos que no es momento de muchas palabras. Seguro que estáis cansadas y cansados de palabras huecas”. “Es el tiempo de los hechos, de escuchar, de aprender, de reconocer y de reparar”, señaló el arzobispo de Madrid.
“Las lágrimas y las heridas nos han abierto los ojos para reconocer que no hemos cuidado a las víctimas, que no os hemos defendido y que nos hemos resistido a entenderos cuando más lo necesitabais. Lo sentimos profundamente”, continuó el cardenal. “Ya no se trata, ni solo ni primordialmente de pedir perdón, sino de acoger, de reparar y de restituir e incluir en todo su sentido”, dijo antes de que diera comienzo el tercer y último tramo de la celebración, con la plantación de un olivo a las puertas de la catedral. El acto simbólico exige una continuidad, con medidas serias, efectivas y en la que las víctimas no sólo tengan voz, sino también voto.
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