Para un experto en comunicación sin escrúpulos como es Miguel Ángel Rodríguez, el cerebro pensante de la señora Ayuso, lo importante es el eco que esa barbaridad tiene en la opinión pública. No porque vaya a convencer a muchos, sino porque ocupa un espacio que se quita a otras informaciones que serían menos convenientes. Es una vieja táctica.
Solo faltaba que Íñigo Errejón anunciara su despedida para que la crónica política española se convirtiera en un despropósito total. Aunque el país siga funcionando, y no precisamente mal, y el Gobierno continúe actuando -eso sí, al amparo de los medios-, la imagen que están dando nuestros políticos, sobre todo los de derechas, es la de unos personajes que han perdido la cordura y que se empeñan en batallas sin sentido, muy alejadas del interés general. Isabel Díaz Ayuso no deja de destacar cada día en esa carrera.
Y buena parte de los medios la jalean. Los que le son afines, o dependen de sus subvenciones, porque esa es su tarea. Los demás, que son casi todos, porque la señora Ayuso da espectáculo y eso parece haberse convertido en la única motivación profesional y comercial de un sector cada vez más degradado y sin criterio.
La presidenta de la Comunidad de Madrid parece haber decidido que su prioridad política es provocar la dimisión de Pedro Sánchez. Sin argumentos. O con declaraciones de principio sin base razonable alguna. La última, la de que bajo el mandato del líder socialista “España se ha convertido en una dictadura”. Sería interesante descubrir qué tipo de personas se puede creer algo como eso, por muy fanáticos seguidores de la señora Ayuso que sean.
Pero lo de menos es la credibilidad. Para un experto en comunicación sin escrúpulos como es Miguel Ángel Rodríguez, el cerebro pensante de la señora Ayuso, lo importante es el eco que esa barbaridad tiene en la opinión pública. No porque vaya a convencer a muchos, sino porque ocupa un espacio que se quita a otras informaciones que serían menos convenientes. Es una vieja táctica.
Pero llega un momento en que esas artimañas se agotan. Porque el mundo del espectáculo exige renovación y nuevas sorpresas. Y por muy osado que sea el señor Rodríguez, su repertorio puede estarse acabando.
Y cuando eso ocurra, que puede ser en breve, la realidad o, mejor, la verdad, terminará abriéndose paso. Y esta es que al novio de la señora Ayuso la Agencia Tributaria le ha pillado cometiendo un fraude fiscal de más de 350.000 euros, además de otros delitos que se han ido conociendo en las últimas semanas, todo ello en un negocio de venta de mascarillas del que hasta el momento no está excluido un trato de favor por parte de su compañera sentimental.
La señora Ayuso, con la colaboración, por momentos escandalosa del señor Rodríguez, salió desde un primer momento en defensa de su novio. Pero muy pronto, sin abandonar nunca ese empeño, pasó a atacar a Pedro Sánchez y a los socialistas en general, como vía para tapar el entuerto de su compañero sentimental. Que según los que saben de estas cosas no tiene escapatoria posible y terminará con una condena judicial. Y más ahora, que la jueza instructora del caso ha abierto una segunda causa, por otros delitos contra la hacienda pública.
Incapaz de ocultar esas fechorías, y las que podrían estar apareciendo en la investigación judicial, la señora Ayuso se ha dedicado en estos últimos dos meses a decir que el corrupto no es su novio sino los socialistas. El caso Ábalos le ha servido de argumento para ello.
La dirección del PP se ha sumado a sus denuncias en ese sentido. También porque esa coincidencia servía para tapar algunas desavenencias no pequeñas entre Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo. La primera, sobre los delitos del novio de la presidenta, sobre los que el líder del PP ha evitado hasta ahora pronunciarse. La segunda, sobre el protagonismo político que la señora Ayuso ha asumido sin consultar a nadie, oscureciendo a Feijóo, al que muchos creen que pretende sustituir a la cabeza del partido. La tercera, pero no última, contraviniendo la instrucción explícita del líder de que los barones territoriales debían de acudir a La Moncloa si Pedro Sánchez les invitaba.
El espectáculo del ninguneo de Feijóo por parte de la señora Ayuso es ya del dominio público, si no del escarnio público. Hasta el punto de que las cosas pueden haber ido demasiado lejos y no sea de descartar una reacción de Feijóo que pudiera traer consecuencias graves.
La señora Ayuso dispone todavía de un tiempo para utilizar el escándalo Ábalos como justificación de sus barbaridades. Pero ese instrumento dejará de servirle el día que acabe la investigación judicial sobre el comportamiento del exministro socialista. Y no cabe descartar que sus fechorías sean de mucho menor porte de lo que la derecha y sus corifeos se han encargado de proclamar en los últimos tiempos.
Ayuso quedaría entonces descubierta y ninguna declaración altisonante le evitaría encarar el hecho de que ha intentado proteger, si solo es eso, a un delincuente fiscal. ¿Sería ese momento en que el sector de la dirección del PP que no la soporta, y que no es pequeño, se decidiera a contraatacar y devolverla al segundo plano del que nunca debería haber salido? ¿Incluso para obligarla a dimitir?