Miles de fans del rockero estadounidense han donado 400.000 dólares para costear la atención hospitalaria y el traslado en un avión medicalizado hasta su ciudad
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El éxito puede llegar a un artista con la velocidad de un meteorito, pero las malas noticias pueden ser igual de fulminantes. El 12 de octubre, en medio de una gira por Norteamérica que había arrancado a principio de mes y que no tenía previsto concluir hasta mediados de noviembre, el músico estadounidense Matthew Sweet sufrió un infarto que no solo le ha obligado a cancelar el resto de actuaciones, sino que lo ha abocado de la noche a la mañana a la ruina económica más absoluta. Sin ingresos a medio plazo y con facturas médicas imposibles de afrontar para un músico lejos de sus días de mayor relevancia, ha tenido que pedir ayuda urgentemente. Necesitaba 400.000 dólares (unos 369.000 euros).
Sweet estaba realizando una serie de actuaciones como telonero del grupo Hanson cuando sufrió el colapso. Fue horas antes del concierto en Toronto. Canadá dispone de un sistema de salud público y gratuito, pero esta ventaja no se aplica a los ciudadanos de países que carecen de este servicio. Y él es estadounidense. A los costes de la intervención médica, la medicación y la hospitalización habría que añadir un costoso traslado en un avión medicalizado y con dos sanitarios hasta un centro de recuperación de su ciudad, en Omaha, donde pasará meses antes de volver a hacer vida normal. Nada de ello era viable sin esa inyección económica que ha llegado mediante una campaña de micromecenazgo impulsada desde la plataforma GoFundMe.
En apenas cuatro días, cerca de 7.000 personas han cubierto la cifra. La respuesta del público ha sido inmediata y apasionada. Como sus canciones. Matthew Sweet publicó en los años 90 discos de hechura clásica, distorsión agridulce y puntería melódica letal como Girlfriend, Altered beast y 100% fun que cautivaron a melómanos rockeros que no encontraban algo así en el grunge de la época. Sus surcos irradiaban trallazos de romanticismo eufórico como Sick of myself, I’ve been waiting y We’re the same alternados con baladas de amor hiperbólico como Life without you, I almost forgot y Winona. Son canciones directas al corazón, reconfortantes píldoras sonoras que 30 años después han activado la generosidad de admiradores anónimos y algún que otro compañero de oficio. En el listado de donantes aparecen nombres como Susanna Hoffs (cantante de The Bangles con la que Sweet ha grabado varios discos de versiones), Ben Gibbard (de Death Cab For Cutie), John Mayer y el cómico Judd Apatow. También, un tal Mike Mills que, con toda probabilidad, sea el bajista de R.E.M.
Todo empezó con R.E.M.
Curiosamente, Matthew Sweet acabó dedicándose a la música por culpa de R.E.M. Tras escuchar su primer single, fue a verlos en concierto y les pidió que les firmase aquel vinilo. Con el tiempo, se mudaría a Athens atraído por la vitalidad musical de la ciudad de Michael Stipe y compañía e iniciaría allí una carrera que lo llevaría a vivir y trabajar en Nueva York y California. Era tal su habilidad con las armonías vocales y los acordes eléctricos que se le empezó a considerar un maestro del oficio; el típico caso de músico admirado por otros músicos. En su etapa californiana llegó a entablar amistad con el mismísimo Brian Wilson. Pero el éxito de su tercer disco, Girlfriend (1991), no se repitió por mucho que sus dos álbumes posteriores, Altered beast (1993) y 100% fun (1995), atesorasen tantas o más canciones preñadas de aquel fulgor clásico, americanísimo y dulce como su apellido.
En las dos últimas décadas su popularidad ha decrecido considerablemente, pero el recuerdo de sus mejores grabaciones sigue vivo entre un público que, ante una situación de extrema emergencia, ha respondido. Sin embargo, su caso no es único en un país sin sanidad pública y en el que solo los músicos más previsores contratan seguros privados. No es la primera vez que un rockero estadounidense se ve en una situación similar. Scott McCaughey, guitarrista de Young Fresh Fellows y The Minus Five, sufrió en 2018 un infarto mientras estaba de gira. Él había renovado su seguro médico, pero aun así tuvo que afrontar una serie de gastos no incluidos en la póliza. Además de un concierto benéfico con el que se recaudaron 116.000 dólares (107.000 euros), se activó una campaña desde la plataforma GoFundMe para recaudar 75.000 dólares (69.000 euros) más que finalmente serían 127.000 (117.000 euros).
A McCaughey le sorprendió el infarto mientras andaba de gira con Alejandro Escovedo, cantante tejano de origen mexicano que a finales de los años 70 dio forma a una suerte de country-punk. También Escovedo vio la muerte de cerca en 2003, cuando se desplomó a mitad de un concierto debido a unos problemas hepáticos. Sin seguro médico y cuando aún no existían portales de micromecenazgo, la comunidad musical lo sacó del arroyo mediante conciertos benéficos y un disco de versiones del propio Escovedo. Y McCaughey ha sido durante muchos años guitarrista de refuerzo de R.E.M., cuyo bajista sufrió un aneurisma cerebral durante un concierto en Suiza. Cualquier músico estadounidense conoce de cerca a compañeros que, en algún momento de su carrera, se han visto al borde del abismo médico y económico.
Una situación habitual
El batería de R.E.M. disfrutaba en 1995 de una situación financiera más que holgada, lo cual le permitió abandonar la música tras aquel problema de salud, pero la mayoría de músicos no pueden retirarse cuando quieran. Escovedo, McCaughey y tantos otros han vuelto a la carretera porque saben que ahí está su sustento. Dándose un paseo por plataformas de micromecenazgo es fácil encontrar más casos. Barry Goldberg, pianista desde los años 60 que ha tocado con Bob Dylan, Steve Miller y Mike Bloomfield, lleva más de una década luchando contra un cáncer. Necesita 50.000 dólares (46.000 euros) y en medio año solo ha recaudado 15.000 (13.800 euros). El cantautor Dave Rowe padecía una extraña enfermedad. O eso creía. Ha solicitado 20.000 dólares (18.000 euros) a través de un crowdfunding, se ha visitado, se ha hecho pruebas y ha descubierto que sus misteriosos problemas estomacales los causaba una hernia de hiato.
El oficio de músico no siempre deja tiempo suficiente para cuidarse. Y si no lo haces, cuando los problemas se acumulan es mucho más complicado afrontarlos. El sobrepeso del veterano bluesman Popa Chubby era evidente, pero hasta ahora no ha decidido bajar del escenario porque de ahí proceden sus ingresos. Debe resolver dolencias lumbares, diabetes, celulitis, disfunciones cardíacas y varias hernias. Muchos problemas requieren mucho dinero. Y si no va a poder tocar durante un tiempo, más dinero necesitará para subsistir. Está pidiendo 150.000 dólares (138.000 euros) y apenas ha sumado la mitad. En este contexto, Sweet puede sentirse muy afortunado porque la lista de músicos que solicitan ayuda es interminable: el pianista de música improvisada Stephen Beresford, la violinista Kyleen King, el bajista Tony Romeo…
El caso más dramático quizás sea el del cantautor Vic Chesnutt. Nacido en Athens, la ciudad de R.E.M. a la que se mudaría el joven Matthew Sweet, vivió postrado en una silla de ruedas desde los 18 años y desde entonces también estuvo atado económicamente a una medicación cada año más costosa. Víctima de depresiones intermitentes, el día de Navidad de 2009 decidió quitarse la vida para, de paso, quitarse de encima todas las deudas y dejar de ser una carga para su entorno. Chesnutt tenía seguro médico. Aun así debía 35.000 dólares (32.000 euros) al sistema sanitario y era muy consciente de la desprotección en que vivían los músicos estadounidenses. R.E.M., Smashing Pumpkins, Garbage y hasta Madonna grabaron canciones suyas para el disco benéfico Sweet relief: Gravity of the situation cuyo objetivo era precisamente paliar la indefensión de los músicos en temas de salud. Matthew Sweet también había contribuido años atrás en otro disco benéfico de la misma serie versionando a la cantautora Victoria Williams.
Comunicado de última hora
Hace escasas horas, Russell Carter, el mánager de Sweet desde cuya agencia se está coordinando la campaña de micromecenazgo, ha emitido un comunicado con las últimas novedades. El rockero ya está instalado en el hospital de Omaha, del que no saldrá, como pronto, hasta principios de diciembre. El siguiente paso será acondicionar su domicilio para que pueda vivir allí, aunque difícilmente volverá a hacer vida normal antes de seis meses o un año. Por todo ello, la cifra a recaudar para sufragar todos estos gastos ha ascendido a 750.000 dólares (694.000 euros). Según el comunicado, el principal objetivo de Matthew no es solo volver a caminar y hablar, sino “tocar la guitarra, cantar y crear arte”.
Matthew Sweet nunca ha sido un tipo especialmente saludable. La mala alimentación le ha causado problemas digestivos con los que ha tenido que lidiar durante años. En 2005 estuvo de gira por España y en su concierto barcelonés abandonó varias veces el escenario para ir a vomitar al camerino. Ni siquiera aquellas extrañas idas y venidas restaron ímpetu y brillo a una actuación espléndida. Es pronto para saber cuándo regresará a los escenarios, pero si lo consigue, es probable que títulos como Divine intervention y Reaching out adquieran una nueva dimensión. También la estremecedora Someone to pull the trigger aquella en la que suplicaba por un amor que llenase su corazón. Un corazón en el que percibía un agujero cada vez más y más grande.