Steve Kagan, fotógrafo de Chicago, es uno de los 74.000 voluntarios de un grupo que manda millones de misivas con un mensaje personal y no partidista eficaz para fomentar la participación entre los demócratas. Él ha escrito 20.000 desde 2018
Ojo con Pensilvania, el estado que puede decidir las elecciones y alargar la agonía de cuándo lo sabremos
Cuando Steve Kagan se desvela, a veces se levanta de madrugada y se pone a escribir una carta. Con tinta azul, separa cada letra en pequeñas mayúsculas para que el mensaje se lea bien. Es casi igual a las otras 7.600 que ha escrito para estas elecciones y muy parecida a las más de 20.000 de los últimos seis años.
“Querida Lydia, pronto vas a tener la oportunidad de votar en unas elecciones importantes, el 5 de noviembre de 2024. ¿Estás preparada para votar? Yo voto porque quiero que mi hija viva en un país con aire limpio y la libertad para tomar sus propias decisiones sobre su salud. Estas elecciones están muy ajustadas. Nuestros votos cuentan”, se lee en la carta. La fecha de las elecciones, impresa, está subrayada en amarillo, y la misiva también incluye códigos QR con más información sobre el registro para votar, dónde están los colegios electorales y los candidatos que se presentan, en este caso en Nevada. No hay ninguna referencia a Kamala Harris o a Donald Trump, pero Kagan escribe a probables votantes demócratas. Se puede inferir un apoyo a la candidata demócrata por sus motivos para votar, pero no lo dice expresamente. El mensaje personal es casi el mismo, con pequeñas variaciones, por ejemplo, según el género: si identifica que está escribiendo a una mujer suele hacer una referencia a los derechos reproductivos y, si es un hombre, menciona la necesidad de que las empresas y los más ricos paguen más impuestos.
A mano, Kagan firma, escribe con cuidado la dirección y le pone un sello. El remitente es “Steven K.”, pero no pone su dirección en Chicago, sino Vote Forward, la organización que desde 2018 coordina a voluntarios para escribir cartas a mano que animen a la participación.
Una carta a una votante animando a la participación.
Miles de cartas
Cada otoño electoral en el despacho de Kagan en su casa en Hyde Park, también el barrio de los Obama en el sur de Chicago, hay montañas de sobres dispuestos con cuidado para el envío que ocupan gran parte de la habitación. Su hija, Caroline, muestra orgullosa el despliegue.
Kagan, fotógrafo de 70 años nacido en Nueva York y criado en Michigan, vive desde hace décadas en Chicago, es decir, en un estado abrumadoramente demócrata y que, según el sistema electoral en Estados Unidos, influye poco en el resultado final de las elecciones presidenciales porque ya está cantado para los demócratas. Cuando Trump ganó las elecciones de 2016, Kagan sentía que “no podía” quedarse “sentado” y empezó a participar como voluntario en campañas legislativas en estados donde los resultados estaban más ajustados como Georgia y Wisconsin. En 2018, descubrió con Vote Forward algo que le encajaba mejor que hacer llamadas o viajar para ir de puerta en puerta. En la pandemia del COVID, escribir cartas se convirtió en un refugio.
“A veces me levanto a la tres de la mañana y me pongo a escribir cartas. Es algo que puedo hacer y así sentirme productivo, y simplemente me encaja bien. Es tranquilo, lo puedo hacer mientras tomo mi café temprano por la mañana”, me cuenta Kagan al preguntarle qué le gusta del proceso. “También hay algo especial en su naturaleza rutinaria. Escribo prácticamente la misma carta una y otra vez. Cuando veo noticias por cable y me preocupo por lo estúpidas que son algunas personas puedo escribir las cartas. Es algo tranquilizador”.
Cartas para votantes animando a la participación escritas por Steve Kagan en Chicago.
El primer día que hablamos está de viaje visitando a su hija, pero ya ha escrito 15 ó 20 cartas para votantes de Nevada, el estado al que más misivas ha mandado estas elecciones además de Wisconsin, Michigan, Pensilvania y Arizona. A veces tiene que hacer pausas y descansar la mano de tanto escribir.
También le gusta liderar grupos en Chicago para enseñar a otros voluntarios a escribir las cartas e involucrarse en campañas cívicas. Con un grupo demócrata llamado Indivisible, organiza sentadas de escritura donde acuden sobre todo personas mayores, pero también algunos veinteañeros interesados en descubrir el activismo político. “Las cartas son una excelente entrada al activismo político. Es un punto de partida. Hay que gente que se siente más cómoda que llamando por teléfono o haciendo campaña en la calle. Tienes que ser un poco más atrevido para tocar la puerta de un extraño”, explica Kagan.
A veces lleva los textos con la información general impresa porque poca gente tiene impresora ya. Él enseña cómo dar con el tono de los mensajes e insiste en los detalles, como el cuidado con la dirección, la importancia de escribir bien cada letra, dónde se coloca el sello y el remite (pocas personas están acostumbradas ahora a escribir o recibir cartas escritas a mano). Es tan importante comprobar bien la dirección como el texto de la misiva: “Escribe un mensaje personal, no partidista” es una de sus instrucciones del papel que comparte con sus grupos y que incluye un croquis de dónde poner cada cosa.
También va con sus sesiones de escritura a un hogar de ancianos y se reúne con una decena que están interesados en ayudar en las elecciones, pero más limitados en lo que pueden hacer. “Bajan con sus andadores y sillas de ruedas, pero son luchadores. Quieren escribir porque no pueden ir de puerta en puerta”, cuenta.
Objetivo 10 millones
Este ciclo electoral el objetivo de Vote Forward es mandar 10 millones de cartas. Una portavoz, Leslie Martinez, dice que la semana pasada ya habían superado los nueve millones, entre ellas más de 3.000 enviadas por votantes estadounidenses que residen en España. Muchos de los envíos se hacen en grupo y no hay un ranking de quién ha mandado más cartas entre los más de 74.000 voluntarios en estas elecciones, pero cuando le cuento a Martinez el número de Steve Kagan, responde: “¡Siete mil cartas es un esfuerzo increíble! Las personas que participan a este nivel son una parte crucial de nuestro movimiento”.
La organización fue fundada por Scott Forman, un activista demócrata y desarrollador en Alabama que quería imitar a las empresas eléctricas que en la factura incluyen una mención a cuánta energía consume un hogar del barrio como fórmula para animar al ahorro energético. Sólo la mención de que otros vecinos consumían menos energía animaba al ahorro.
Forman intentó un experimento mandando un millar de cartas a votantes que estaban registrados pero que no siempre participaban en unas elecciones al Senado de Estados Unidos en diciembre de 2017. El demócrata Doug Jones ganó entonces por unos 21.000 votos. Forman comparó después al grupo de 1.000 votantes que habían recibido sus cartas animando a la participación y otro grupo parecido de 6.000 que no había recibido las cartas. Con la información pública disponible que permite saber quién ha votado y quién no, vio que la participación entre los destinatarios de las cartas era tres puntos más alta. No podía saber si esos votantes habían apoyado al candidato demócrata, pero por demografía y registro pasado deducía que la mayoría lo habrían hecho.
El envío de cartas con tono personal y no partidista es una herramienta de campaña con al menos un siglo de historia que se ha ido perfeccionando. El primer experimento más organizado fue en 1924 en Chicago, cuando el investigador Harold Gosnell empezó a mandar postales animando a los votantes a registrarse con versiones en inglés, checo, polaco e italiano, y a comparar el grupo de votantes reticentes a los que enviaba estas cartas con otros a los que uno. También midió el efecto de mandar o no viñetas algo agresivas donde se describía a los abstencionistas como “vagos” o “honestos, pero apáticos que se convierten en amigos de los corruptos”.
En 2005, en Michigan un consultor probó a enviar el historial de participación del votante y el de sus vecinos con la idea de avergonzar a los que menos votaban, pero la técnica era tan agresiva que pocas campañas querían asociarse con ella. En 2010, el consultor demócrata Harold Malchow lo intentó en Colorado con cartas más benévolas que agradecían a las personas haber votado en el pasado, y una vez más notó el efecto en una carrera al Senado que ganó de manera inesperada su candidato, del Partido Demócrata.
Cuando la recaudación y el activismo en Internet empezaba a despegar, Malchow descubrió que el correo puede ser “la más personal” de las herramientas aunque sea “menos glamurosa” y con sus experimentos consiguió “las dos innovaciones más radicales de la comunicación política”: medir el nivel de causa-efecto y perfeccionar las campañas personalizadas a votantes individuales, según cuenta el periodista Sasha Issenberg en su libro The Victory Lab, que documentó en 2012 las técnicas de campaña de Barack Obama y otros.
Movilizar a los tuyos
Las campañas de Vote Forward están dirigidas sobre todo a jóvenes y personas de grupos minoritarios, que votan menos o que ni siquiera están registradas para ejercer su derecho. Parte de sus campañas son más específicas para movilizar a votantes demócratas o por su registro en el pasado o por el barrio donde viven y las organizan con grupos activistas como Swing Left e Indivisible. Los textos no apoyan explícitamente a un candidato, pero sí a políticas que se pueden identificar fácilmente con los demócratas.
“En mi opinión, todo se reduce a la participación. Esta idea de que hay votantes indecisos probablemente sea cierta, pero creo que se trata de un porcentaje muy pequeño”, explica Kagan. “Creo que la gente ha tomado una decisión y es solo cuestión de lograr que realmente salga a votar. Y los demócratas a menudo necesitan un pequeño empujón para recordarles que esto es importante”.
Kagan ha estado apurando el plazo de este lunes, el límite para mandar cartas y que lleguen con margen antes de las elecciones. Este domingo me enseña en un café en su barrio de Chicago su último dato actualizado y registrado en la web de Vote Forward con las cartas que ha escrito y mandado: 7.653. Cuando nos despedimos, se va a casa. “Tengo que escribir alguna carta más”, comenta.
Este lunes viaja a Las Vegas para trabajar como voluntario en las labores más tradicionales como ir de puerta en puerta o llamar por teléfono. Pero lo más importante para él ya lo ha hecho: ha escrito tantas cartas como ha podido.
Y ¿cómo ve las elecciones? “Soy optimista”, dice. “Creo que las cosas van a ir bien”.