Un espectáculo lamentable

Yo sé que es mucho pedir en este país de barahundas instantáneas, pero en los próximos días convendría que las víctimas pudiesen hablar a través de cauces seguros, sin que sus testimonios sean mercantilizados, o que dejen de mezclarse testimonios de prácticas sexuales no convencionales pero consentidas, con otros de abusos. La seriedad del asunto, la denuncia de un (por ahora) delito sexual, así lo requiere

«Una jugada de arpía de manual»: Los costes de denunciar violencia sexual que se redoblan por «ser quien era» Errejón

El patriarcado es tan resistente como las cucarachas: igual que ellas, también puede prosperar en todo tipo de entornos. Íñigo Errejón, un tipo que defendía el feminismo con argumentos sofisticados, un político que llevaba por bandera la salud mental, un representante público con un labrado status de superioridad moral, alcanzó la pasada semana el límite de contradicción entre su personaje y su persona; es decir, dimitió tras ver la que se le venía encima declarándose víctima de sí mismo. Mientras nosotras constatábamos, una vez más, cómo algunos hombres de izquierdas que llevan años tarareando la melodía del feminismo, de los afectos y de los cuidados, no los han puesto ni mínimamente en práctica. 

En las horas posteriores a la dimisión de Errejón, y especialmente a raíz de la denuncia de la actriz Elisa Mouliaá, comenzó un espectáculo lamentable por varios motivos que proceso a enumerar:

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