El Ayuntamiento aprueba un plan especial que amplía usos en el terreno donde iba a erigirse el Centro Acuático, cuyas obras se detuvieron en 2010 sin acabar después de un gran incremento presupuestario. El club colchonero no oculta el interés por integrarlo en su futura Ciudad del Deporte con fines comerciales
Madrid no tiene planes para el Centro Acuático, símbolo de su fracaso olímpico, donde Gallardón dilapidó 99,6 millones
El Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida aprueba este martes en el pleno municipal de Cibeles un plan especial para permitir la ampliación de usos en la parcela que acoge el Centro Acuático de Madrid. Una estructura que nunca llegó a estar operativa después del fracaso de las intentonas olímpicas en la ciudad, pese a una inversión de 99,6 millones de euros durante la alcaldía de Alberto Ruiz-Gallardón.
El edificio está sin acabar, con las obras detenidas desde el año 2010 cuando todavía quedaban trabajos por valor de 91,9 millones de euros. Un cadáver olímpico que ha salido muy caro a las arcas públicas. Se encuentra anexo a los terrenos que acogerán la futura Ciudad del Deporte del Atlético de Madrid, donde el que el club presidio por Enrique Cerezo prevé desarrollar nuevas dotaciones deportivas, pero también centros comerciales y de ocio, una playa artificial e incluso una hipotética universidad privada.
El objetivo de dar cabida a algunos de estos usos explica la maniobra del consistorio, según el portavoz del PSOE en la Comisión municipal de Urbanismo, Antonio Giraldo. El edil cuestiona que el Centro Acuático sea objeto de este plan especial después de que quedara fuera de la modificación del plan general que diversificó los usos en las parcelas ya integradas en la Ciudad del Deporte colchonera: “En aquel momento nos preguntamos qué la diferenciaba. Seguramente la respuesta es que se trata de una enorme estructura de hormigón muy cara y difícil de mantener, así que por entonces en el Atlético de Madrid no estaban seguros de querer inmiscuirse en ella. Ahora sí deben contar con un proyecto”.
“Por lo demás, ¿qué ha cambiado en dos años?”, se pregunta Giraldo. El concejal socialista critica asimismo en conversación con Somos Madrid, y en las alegaciones presentadas por su partido (ya desestimadas), que la ampliación de usos no venga acompañada de “un proceso participativo”.
Las irregularidades de una “recalificación encubierta”
El propio Ayuntamiento de Almeida defendió la necesidad de la consulta ciudadana cuando el Grupo Municipal Socialista presentó alegaciones contra la falta de concreción sobre el futuro del Centro Acuático, en una modificación del plan general que despejaba su futuro en el aire. El Gobierno municipal desestimó esta alegación, ya que “dadas las peculiares características del edificio existente, parece imprescindible un estudio específico de sus posibilidades, en cuya confección deberán participar tanto los servicios municipales con responsabilidades en el tema como la ciudadanía”. Giraldo cuestiona además la falta de “una finalidad concreta” que justifique la ampliación de usos: “No se explica cómo atiende al interés general”.
Aunque la principal “irregularidad” que observa es que el plan especial ni siquiera se adhiere a las condiciones requeridas para aumentar los usos si, como en este caso, se definen como complementarios. Esto es, que deben respetar los mismos accesos y horarios que el espacio donde se desarrolla el principal. Es decir, si el principal uso es una equipación singular (categoría donde cabe una instalación deportiva, pero también una universidad), el complementario podría ser una cafetería que le presta servicio sin ampliar su apertura ni operar de forma completamente independiente. El plan especial aprobado este martes “flexibiliza” sin embargo, estos requerimientos para la parcela.
Vista del Centro Acuático de Madrid, con las obras abandonadas en 2010.
El edil socialista habla de “una recalificación encubierta en la que una dotación pública es retraída para fines privados”. Cree que los terrenos del Centro Acuático deberían haber revertido en “un equipamiento singular público, ya que Madrid no tiene ninguno de estas características”. O, en su defecto, “adjudicar la parcela directamente al Atlético de Madrid y que al menos fuese el club el que desarrollase un plan especial que ahora ha asumido el Ayuntamiento”.
Un destino que, por el momento, el equipo de Almeida no da por hecho. Fuentes del área de Obras indican a este periódico que “se estudiará cualquier propuesta que pueda llegar al Ayuntamiento y, en caso de ser de interés para Madrid, saldría a concurso público”. Desde el Atlético de Madrid, en declaraciones a El Español, sí admiten que están “estudiando posibles usos para presentar al Consistorio”.
14 años como una estructura fantasma
El Centro Acuático de Madrid dejó de construirse en 2010, dos años antes de la fecha en la que capital habría albergado unos Juegos Olímpicos de haber triunfado en la primera de sus tres intentonas fracasadas. “El desarrollo del ámbito urbanístico denominado AOE 00.08 Parque Olímpico Sector Oeste se vio determinado por el escenario resultante tras 2012, en el que la Ciudad no fue designada como sede de los Juegos Olímpicos para el año 2020”, reconocían en julio desde la concejalía de Obras a Somos Madrid.
El futuro estadio olímpico pasó a ser el del Atlético de Madrid, el Metropolitano (ahora rebautizado como Riyadh Air Metropolitano por el patrocinio de una aerolínea saudí). A su alrededor, diversas instalaciones se integrarán en la Ciudad del Deporte, con parcelas cedidas por el Ayuntamiento al club colchonero en unas condiciones muy ventajosas: el equipo rojiblanco gastará 53 millones de euros en obras públicas a cambio de explotar 205.000 metros cuadrados durante 75 años. Pero el Centro Acuático, ubicado a pocos metros en estos terrenos del distrito de San Blas-Canillejas, seguían sin ninguna función ni obras previstas.
La concejala de Obras, Paloma García Romero, señaló en marzo como parcialmente responsable de la anómala situación del Centro Acuático al Ejecutivo de Manuela Carmena, que lideró el Ayuntamiento entre 2015 y 2019. Desde su punto de vista, fue justo en este periodo cuando Cibeles debió dar respuesta a una infraestructura iniciada hace ya dos décadas: “La suspensión definitiva de las obras del centro acuático tuvo lugar en 2012. En 2017 se solicitó la resolución del contrato por la constructora y ante el silencio de la Administración, en 2019, los Tribunales ordenaron que se acordase por el Ayuntamiento esa resolución del contrato de obras”.
El cumplimiento de esta sentencia desencadenó en la tramitación de una serie de procesos administrativos tendentes a la resolución y liquidación de los contratos vinculados al Centro Acuático, que incluían no solo el propio contrato de construcción, sino las tareas de Dirección Facultativa y el de Seguridad y Salud. Fruto de estos procedimientos se interpusieron una serie de reclamaciones que, según el Consistorio, “han sido cerradas recientemente de forma definitiva”.
“No ha sido hasta la completa finalización de estos procedimientos cuando el Área de Obras y Equipamientos ha recuperado la disponibilidad jurídica del centro acuático y está en condición de analizar posibles alternativas para el desarrollo de esta infraestructura”, afirmó García Romero.
El gran emblema del fracaso olímpico
En diciembre de 2004, con Alberto Ruiz-Gallardón al frente del Ayuntamiento, se formalizó el contrato por valor de 136,7 millones de euros entre la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid y la Unión Temporal de Empresas Centro Acuático, constituida por Dragados-Ortiz para levantar el edificio. El acuerdo, con una duración de 27 meses, fue objeto de subrogaciones desde 2005 a favor de la sociedad Madrid Infraestructura Deportivas, Espacios y Congresos. A partir de 2014 se subrogó al propio Consistorio madrileño.
El objetivo era convertir la instalación en la sede de los principales deportes acuáticos olímpicos: natación, natación sincronizada o waterpolo. Un recinto de 22.000 metros cuadrados con capacidad para 18.000 espectadores, convertido ahora en un cascarón vacío (y agrietado). Su construcción se detuvo cuando el Ayuntamiento de Madrid llevaba pagados 99,6 millones de euros a las constructoras (Ortiz y Dragados) y quedaba casi la mitad por abonar, ya que el coste final se calculó en 191,5 millones pese a que el presupuesto inicial eran esos 137 millones. La cifra se infló así más de un 40%.
Los trabajos se frenaron cuando faltaban por erigirse la mayoría de sus paredes, las construcciones interiores o la totalidad de los acabados. No se han producido cambios desde que en 2010 la UTE Dragados-Ortiz expresó su deseo de “no continuar con la obra ejecutada dado que con el paso del tiempo puede sufrir un deterioro importante y no puede determinar los daños, implicaciones y costes derivados de la suspensión”, según recogió un informe municipal.
Todo hace indicar que la nueva explotación supondrá la demolición parcial o total de la estructura construida para levantar otro edificio que atienda a los intereses de la entidad adjudicataria. Y eso que la Real Federación Española de Natación (RFEN) apostaba en julio en declaraciones a este diario por “impulsar el proyecto y darle un uso adecuado como instalación acuática”. “Estamos obligados a luchar por el Centro Acuático de Madrid”, dijo en 2019 Fernando Carpena, presidente de la RFEN. Ese mismo año la federación presentó una propuesta para tratar de poner en marcha la instalación con una inversión de 30 millones de euros, con una posible candidatura para albergar el Campeonato del Mundo de Natación de 2031 en el horizonte. Una iniciativa que quedó, de nuevo, en agua de borrajas.
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