Aunque poca gente se lo reconociera en su momento, desde los escritos que Eve Babitz firmó durante los años setenta hablaba una feminista que actuaba de incógnito. Hija de una artista y activista que defendía legados arquitectónicos y de un violinista de clásica que trabajaba para la 20th Century Fox, Eve creció formando parte del . Una ciudad supeditada a las promesas y donde la belleza se impone a cualquier otra consideración. Un lugar en el que las reglas las escriben hombres que proyectan fantasías de erotismo y bienestar, y donde las mujeres urden estrategias privadas para no ser repudiadas por un sistema voraz.