“De un día para otro, sin darnos cuenta, mi hijo adolescente empezó a cambiar su manera de vestir y de hablar. Se puso a entrenar a diario en el gimnasio y utilizaba expresiones que al principio no entendíamos: , , … Incluso hablaba del , cuando en casa nunca hemos hecho referencias a eso”. Pamela es madre de un niño de 14 años, un adolescente que hace pocos meses emprendió un cambio que al principio parecía propio de su edad. Lo que empezó a preocuparle a su madre fueron las primeras referencias a ideas machistas y misóginas: “Un día, hablando de sus compañeras de instituto, se refirió a algunas de ellas en tono despectivo porque habían tenido relaciones sexuales con varios chicos. Aunque no lo decía claramente, dejaba caer que tenían menos valor al no ser ‘vírgenes’, y eso sí que me encendió todas las alarmas”, cuenta Pamela.