Miguel Ángel conducía el martes por la tarde su coche en el puente de Picanya, uno de los puntos negros , cuando vio que algo iba mal. Un atasco y una riada discurriendo por el asfalto: “Eran las 19.15 y diez minutos más tarde, sobre las 19.25, el coche ya flotaba. Tuve que abrir la ventanilla para sacar la cabeza porque el agua me llegaba casi al pecho. Me puse el movil sujeto arriba para poder comunicarme. A las ocho y pico, cuando estaba una hora con el agua al cuello y tragando fango, me suena la alerta de protección civil”, cuenta entre el sarcasmo y la rabia desde las calles de una localidad que ya no reconoce: “Parece que haya pasado un tifón o un tsunami, no sé ni en qué calle estoy”.