Dolor y vergüenza en Valencia

Junto a los ejemplos anónimos de solidaridad está la ruindad moral de quienes han contribuido con sus decisiones a que un fenómeno climático anunciado derivara en una devastación de dimensiones apocalípticas y los que, como aves carroñeras, intentan utilizar la tragedia como arma política mientras los cadáveres se amontonan en las morgues

Como sucede siempre en las grandes tragedias, la que ha provocado la DANA en Valencia nos está dejando lecciones anónimas de solidaridad y heroísmo y ejemplos de ruindad política y moral.

A la primera categoría pertenecen las personas que, arriesgando su propia vida, con el agua al cuello, han socorrido a vecinos atrapados en bajos o coches inundados. O valencianos que desde el extrarradio han acudido a la capital en bicicleta, ante la imposibilidad de hacerlo en automóviles, cargando mantas, ropa y viandas en mochilas para darlas a sus infortunados conciudadanos. Esos y muchos más actos de generosidad que se multiplican con las horas (hay miles de voluntarios en estos momentos ayudando en la remoción de escombros) van a quedar grabados para siempre con gratitud en la memoria colectiva de un país conmocionado por el mayor cataclismo natural de su historia reciente.

En la segunda categoría están los que han contribuido con sus decisiones a que un fenómeno climático anunciado derivara en una devastación de dimensiones apocalípticas y los que, como aves carroñeras, intentan utilizar la tragedia como arma política mientras los cadáveres se amontonan en las morgues y decenas de compatriotas permanecen desaparecidos.

En esta categoría se encuentra Alberto Núñez Feijóo. El presidente del Partido Popular fue a Valencia a hacerse la foto y –cómo no– a atacar a Pedro Sánchez, a quien reprochó que no lo hubiera mantenido informado. Ignoro si el presidente del Gobierno lo ha llamado o no. Sería deseable que lo hiciera, pero como un mero gesto de cortesía en un momento extraordinario y no porque el líder de la oposición tenga algún papel institucional en este asunto, puesto que el mando frente a la emergencia recae en el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón. Pero no nos engañemos: si la preocupación real de Feijóo es informarse, ahí tiene a mano a Mazón, que es de su propio partido y que, por cierto, ha agradecido públicamente a Sánchez el contacto permanente que han mantenido desde el inicio de la crisis y el apoyo que ha recibido del Gobierno central. Ir a Valencia a quejarse de los modales del presidente no es más que una forma miserable de joder (perdóneseme el taco) con la finalidad de erosionar a Sánchez. Es lo que lleva haciendo Feijóo desde que asumió el liderazgo del PP; lo repudiable es que no se reprima de hacerlo ni siquiera en estas circunstancias tan dramáticas.

En cuanto a Mazón, se le abona el gesto de haber reconocido al presidente del Gobierno su implicación ante la tragedia. Pero ello no lo libra de haber cometido actos de bajeza política, como agradecer públicamente los ofrecimientos de apoyo solo a las comunidades gobernadas por el PP, pese a que otras también le han ofrecido ayuda. Esta actitud sectaria es en todo caso anecdótica frente a las responsabilidades políticas y administrativas (y tal vez penales) a las que seguramente se enfrentará cuando llegue el momento. El president valenciano deberá explicar, entre otras cosas, por qué desmontó la Unidad Valenciana de Emergencia que había creado su antecesor, el socialista Ximo Puig; por qué dejó la cartera ambiental en manos de un partido negacionista del cambio climático como Vox; por qué el martes 29 sólo se emitieron los mensajes de alerta por SMS a la ciudadanía a las 20h, cuando la AEMET había declarado alerta roja desde primeras horas de la mañana; por qué no se diseñaron planes preventivos de evacuación; por qué tardó tanto tiempo en coordinarse con los alcaldes de las zonas de riesgo; por qué borró el tuit que había subido a las 13h afirmando que la DANA se debilitaría a las 18h cuando todas las informaciones meteorológicas apuntaban lo contrario… 

Tenemos luego a los camorristas de Vox, esparciendo bulos sobre la “voladura” de las presas construidas por el dictador Franco como causa de la catástrofe, exigiendo en su habitual retórica golpista la intervención del Ejército y culpando a Sánchez de todo lo que les pase por sus mentes febriles. Y al pseudosindicato ultra Manos Limpias, que ya ha interpuesto una querella por homicidio imprudente… ¡a la directora de la AEMET!

Como no podía ser de otra manera, ya van entrando en escena los equidistantes que lamentan con aire contrito la “politización” de la tragedia sin hacer el menor esfuerzo intelectual o moral por establecer grados de responsabilidad en tan elástico concepto. El cantante Alejandro Sanz ha expresado en X su “pena, tristeza y rabia” al ver cómo ante una catástrofe como esta “los políticos de mi país se dedican a tirarse las culpas unos a otros”, omitiendo que el Gobierno y el PSOE han guardado hasta el momento una actitud contenida y respetuosa con las víctimas en contraste con la ignominia exhibida por el PP y su apéndice Vox. La equidistancia suele ser tramposa. Si alguien dice que el sol es amarillo y otro replica que es azul, pretender situarse en el medio de esas posturas afirmando que el sol es verde no es señal de moderación, sino de complicidad con la mentira.

Las críticas al comportamiento del PP y Vox y a la pésima gestión del presidente valenciano no exime de preguntarse, sin perder en ningún momento de vista que el mando frente a la crisis lo ostentaba Mazón, si desde el Gobierno central se ha actuado con eficacia, si el despliegue del ejército para hacer labores de zapa y búsqueda de desaparecidos se ha producido con la debida celeridad, si se han utilizado con la máxima diligencia los recursos de Estado para afrontar una catástrofe de esta magnitud. Todos estos temas estarán presentes en el debate público durante las próximas semanas o meses.

En el momento en que escribo esta columna, el número de muertos asciende a 202. Y decenas siguen desaparecidos. Son días terribles para los valencianos y para todos los españoles. Muchos se preguntan desconcertados, con razón, cómo ha podido suceder esto en una época en que existen herramientas sofisticadas para comunicarse con la población, ya sea para que no salga de casa o para evacuarla a lugares seguros. Los fenómenos climáticos serán cada vez más violentos, salvo que los dirigentes mundiales actúen con decisión e inmediatez, pero existen recursos tecnológicos para minimizar sus estragos, sobre todo cuando se trata de temporales previstos. Las imágenes que llegan de Valencia producen un dolor profundo, pero también vergüenza e incredulidad por nuestra incapacidad para evitar una tragedia de semejantes proporciones. Que haya responsables directos no disipa cierta sensación amarga de que nos hallamos ante un fracaso colectivo.  

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