La fuerza destructora de la DANA era irremediable, ha llovido como nunca, lo que sí pudo evitarse fue la desmesura de los efectos. Luego vino marear para exculparse. 272 muertos al alza y 1.900 desaparecidos. Compartimos la angustia e indignación de los valencianos, admirados por su coraje solidario
Al meu país la pluja no sap ploure. “En mi país la lluvia no sabe llover. O llueve poco o llueve demasiado. Si llueve poco es la sequía. Si llueve demasiado es la catástrofe” cantaba Raimon en 1984. Valenciano, de Xàtiva, acertó a definir esa característica que se ceba con su tierra cada cierto tiempo. Estos días, cuentan, se está convirtiendo en un himno para los valencianos.
Pero esta vez no es lo mismo que ha sucedido tantas otras. La destrucción de esta DANA la convierte en una de las mayores catástrofes que ha sufrido este país. No ha venido sola, sino con errores fatales. Cuatro días después sigue el barro inundando las calles de la zona cero y apenas lo están sacando de las casas, los enseres, los vehículos que arrastró la corriente, amontonados en amasijos. Las vidas. Sobre todo las vidas en un balance inabarcable para las emociones. En Valencia (hay otras comunidades afectadas en mucha menor medida) se ha llevado las de casi 300 personas de momento (hay 70 cadáveres pendientes de su levantamientro oficial) y 1.900 desparecidos en cifra provisional, según el acta de la reunión entre el ministro Grande- Marlaska y el presidente de la Generalitar Carlos Mazón este viernes. 600 personas más han sido localizadas y salen de esa fatídica lista: 1.900 desaparecidos aún, es sobrecogedor. Tantas historias detrás.
Muchas otras vidas más se pierden de los que se quedan, si nos fijamos en las expresiones de quienes lo han perdido todo. “Ayer tenía un marido, un hijo, y una casa, hoy no tiene nada”, me cuenta un testigo presencial sobre una mujer que está absorta sentada sobre un murete. Hay tantos así y en parecidas circunstancias. Asistimos a la búsqueda desesperada de padres, hermanos, hijos, amigos, a través de medios y redes, que se va saldando con desigual fortuna.
A lo largo de los días, te asomas a las televisiones -a TVE sobre todo en mi caso- como si abrieras una ventana para verlos. Para compartir su angustia, su desolación, la indignación por la demora en las alertas y por el abandono que muchos siguen sintiendo, por la inmensa solidaridad también de quienes llegan de otros puntos de la comunidad a ayudarles. Porque todavía hay personas atrapadas, no se sabe si vivas o muertas. Y centenares sin víveres, agua, medicinas, 200 farmacias destruidas, leo. La luz eléctrica no se ha restablecido en su totalidad, ni la cobertura de los teléfonos. Fallan elementos fundamentales para la existencia cotidiana. Acudió la UME primero y otros 500 miembros del ejército. El Gobierno dice que irán cuantos efectivos sean necesarios. Debería enviarlos ya.
La labor es ingente. El agua furiosa lo rompe todo por cuanto arrastra, sin medida ni control. Y te pones en el lugar de aquellos a quienes estás viendo encontrar a sus familiares perdidos o certificar que ya no viven. Y en las carencias de tanta gente, enfermos que precisan sus medicinas imperiosamente, tratamientos, niños que siguen naciendo entre inmensas dificultades de sus madres, como contaba en TVE nuestra Raquel Ejerique, que reside en Valencia.
“En mi país la lluvia no sabe llover”. Lo comprobé en los 80 en no sé cuál de sus gotas frías, que así se llamaban antes “coloquialmente” las DANAS. En un reportaje de Informe Semanal sobrecogedor por la sensación de impotencia. El fuego es traicionero, pero deja los pies libres para correr -también lo comprobé en Galicia-: el agua es absolutamente invalidante, una vez se suelta. E importa que lo sepan por la necesidad de evitar en lo posible los daños que causan estos terribles fenómenos.
Pero esta DANA de Valencia ha sobrepasado los límites conocidos. Confluyen circunstancias que han abocado a este resultado. El cambio climático y el negacionismo que obstruye las medidas de control es uno de los agravantes. El calor que aumentó a niveles récord la temperatura del mar Mediterráneo este verano condensó el agua que la ha devuelto en lluvia a la tierra habitada en una especie de tsunami. La reducción de los servicios públicos es otro enorme obstáculo para afrontar estas situaciones. Pero la codicia neoliberal lo ha marcado como signo de los tiempos. El nuevo gobierno de la Comunidad Valenciana optó por suprimir -como ya todo el mundo sabe- la Unidad de Emergencia del equipo anterior, priorizando en las subvenciones a la tauromaquia (tenían un vicepresidente de Vox torero). Aunque esto entra ya en el capítulo siguiente.
La fuerza destructora de esta DANA era irremediable a estas alturas, ha llovido como nunca, lo que sí pudo evitarse fue la desmesura de los efectos. Alertando a tiempo a la población desde la Generalitat -es la institución competente o ¿para qué están los gobiernos autónomos- y decretando no acudir al trabajo, incluso aconsejando la evacuación -como hacen ya en EEUU- en su momento. Dejemos de dar vueltas a los horarios de las alertas, es lo que quiere el PP para exculparse, para marear en contradicciones al personal. Se avisó sobradamente. AEMET lo hizo, hasta uno de sus investigadores explicó que venía algo superior a lo conocido.
Mazón, el presidente valenciano, minimizó la amenaza al punto de declarar que la DANA se trasladaría a Cuenca a las 18.00, cuando ya se había producido incluso el tornado que a todos nos dejó sin habla. Enviar la alerta a los móviles a las 20,12 fue la constatación de un fracaso mortal. No tiene excusa posible cuando la Universidad cerró, o la Diputación provincial. Pero no las empresas, ni los comercios, ni los bares y restaurantes, ni los colegios para que los padres pudieran ir a trabajar. La UME aún fue llamada más tarde y es preceptivo que lo socilite la comunidad autónoma.
Se ha destacado y parece determinante que los ciudadanos no tenían sensación de peligro porque no todo el mundo está pendiente de las redes o de los variopintos mensajes de los medios. Tan peculiares si lo miramos que las portadas del miércoles de los periódicos de la derecha no traían nada de lo que estaba ocurriendo en Valencia. Las emergencias se avisan de forma contundente.
No faltó más que la incursión de Feijóo en la zona con ese desparpajo que usa cuando miente. Negar que el Estado estuviera ayudando cuando la UME esta siendo ya esencial y cuestionar las previsiones de AEMET desató la indignación de mucha gente. La Organización Meteorológica Mundial, tomándose en serio al líder de la oposición en España, ha tenido que respaldar los avisos de AEMET en la DANA y la importancia de que lleguen a todos.
Con esa sórdida actuación Feijóo quemó sus naves, no se entendería que este individuo llegara a la presidencia del Gobierno de España por los votos de los ciudadanos. Es su táctica a lo largo de los años, desde 2006, y hasta ahora le ha salido bien, pero nos jugamos mucho, como ha podido comprobarse. Mazón en esos momentos había entendido ya la dimensión del problema y había cambiado de actitud priorizando enfrentarse de lleno al gravísimo trance y miró asombrado a Feijóo. Pero también habrá que pedir cuentas al presidente de la Generalitat valenciana. La irresponsabilidad y la negación abocan a que las catástrofes se agraven y se repitan.
Feijóo se había sumado además a la batalla negacionista de la ultraderecha que apunta desde hace tiempo a la AEMET. Es ese intento de devolvernos al medioevo en el que se empeñan quienes combaten incluso la ciencia. Los zotes son mucho más manejables. Los científicos advierten que cuestionar a la AEMET, como ha hecho Feijóo, nos pone a todos en peligro, doblemente en estos momentos de crisis climática. “Cuestionar el trabajo de sus profesionales para lo único que sirve es para que la población desconfíe de las alertas futuras y del trabajo de los meteorólogos. Eso, como se ha visto, acaba en desgracias personales”, argumentan. Hoy uno de los medios más activos de la ultraderecha anuncia que Manos limpias se ha permitido presentar una querella contra la directora de la Agencia Estatal de Meteorología por homicidio imprudente en el tratamiento de la DANA, también para distraer. Y animar a sus chusmas que piden cárcel… para Sánchez. Aunque dado el estado de la justicia española nos podemos esperar cualquier cosa. Para el juez Peinado, por ejemplo, las denuncias de Manos Limpias van a misa.
Nos encontramos por cierto ante otro problema gravísimo relacionado con ese Poder esencial del Estado: el asalto a la Fiscalía General por la denuncia del novio de Ayuso en busca del origen de una presunta revelación de secretos que conocían numerosas personas. Once horas de registro interrumpidas sin un abogado que asistiera al fiscal general. Como un asesinato o un delito de terrorismo consumado. Los agentes de la UCO clonaron, por orden del juez del Supremo, dos ordenadores, dos teléfonos móviles, una tableta y varios ‘pendrives’ de García Ortiz. Muchos se preguntan qué busca y para qué el Supremo. En opinión de expertos como el magistrado Miguel Pasquau puede haber material muy delicado que se expone incluso a filtraciones.
Hay un hilo conductor que une amenazantes deficiencias de nuestro país. Actos catastróficos que no parecen casuales con origen frecuente en la derecha del tablero. Ni se detienen en daños, ni lutos.
La lluvia debería aprender a llover, empezando por salir de la escritura con renglones torcidos. Valencia se ha desmoronado, pero miles de personas están ayudando a levantarla, muchos sobre el terreno, en el barro y en el llanto, pero que no les quepa duda: también en la lejanía millones de personas estamos pendientes de ellos mandándoles nuestro calor y admiración por su coraje solidario.