Con el metro cerrado, sin tranvía –también se inundó el centro de mando– y carreteras cortadas, los tapones de coches llegan a 30 kilómetros de la ciudad, atascos de horas que deben esquivar los convoyes de emergencias. Se han reforzado autobuses, pero los habitantes de la zona cero, que han perdido el coche, solo pueden moverse caminando
Un día ‘normal’ en la zona cero: “Mandé a mis hijas con amigos, comemos fiambre en la cama, dormimos con un cuchillo bajo la almohada”
La V-30 y la V-31 son a València lo que la M-30 a Madrid. Justo tras ese anillo, el agua se lo llevó todo el martes 29 de octubre en l’Horta Sud, donde viven, y ahora sobreviven, unas , casi tres veces la ciudad de València. Desde ese día, los supervivientes se las han arreglado para salir y entrar de sus pueblos pisando fango o para ir a recoger agua y comida a otros municipios cuando hacía falta. Todo a pie o, los más afortunados, en bici. Los núcleos urbanos están a día de hoy impracticables y llenos de barro, con coches y enseres arrastrados por la riada. La única alternativa que han tenido ha sido caminar, durante horas a veces, para llegar a casa de padres, hermanas, amigos o a buscar suministros básicos. Desde el lunes, Paiporta tiene un servicio de lanzadera, ya desbordado. Este miércoles,
400.000 personas en una extensión de 300 kilómetros cuadrados