“Por fin, la cueva del tesoro. El trabajo dio su fruto. Cueva intacta después de 80 años, sin intrusos, sin piratas y sin profanadores de tumbas. La dejaremos en nuestra memoria para evitar saqueos; no queremos que la conozca cualquiera. Leer en la biblioteca particular de Santiago Rey, Segundo Bores y Mauro Roiz, todos de Bejes, no tiene precio. Es un lugar incomparable. Cada día más admirador de esta gente”. Así de contundente se pronunciaba Jesús Pelayo Mirones en un mensaje dirigido a sus amigos el día que compartió el hallazgo que había realizado junto a Delia Guardo Verdeja, con la colaboración indispensable de Francisco Verdeja Otero, el abuelo de esta, que les había puesto sobre la pista para encontrar el refugio de algunos de los ‘emboscados’ de la Brigada Machado en Liébana.