El actor y músico relata en ‘Yo sostenido. Historia de un juguete casi roto’ su infancia entre escenarios y platós, cómo ‘Los Serrano’ le salvó la vida, su vocación por la música y sus problemas con la adicción
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A Víctor Elías le rechazaron del casting de Cuéntame cómo pasó porque “buscaban a un niño más pequeño”. A cambio, más adelante se acabaría convirtiendo en Guille, el hermano mediano de Los Serrano, la serie de Globomedia que, durante los cinco años que se rodó, dio al actor una segunda familia no solo en la ficción, sino también en la vida real. El también músico ha relatado su experiencia en ella en Yo sostenido. Historia de un juguete casi roto (Planeta), la biografía escrita por el dramaturgo Pablo Díaz Morilla en la que aborda su carrera, lo complejo que fue crecer junto a dos padres alcohólicos y sus propios problemas posteriores con la adicción.
“Los años más duros son en los que sabes que tienes un problema y no te atreves a decirlo por vergüenza”, reconoce a este periódico. El libro llega de la mano de un disco –ya disponible en todas las plataformas digitales– y la obra de teatro que representará a partir de este jueves 5 de diciembre en los Teatros Luchana de Madrid, dirigida por su ‘hermano’ Fran Perea.
Historia de un juguete casi roto, dice en el título de su autobiografía, ¿cuánto le ha marcado este concepto?
El guiño a ‘casi roto’ es porque nunca me he sentido un ‘juguete roto’. Según terminé Los Serrano tuve claro que quería hacer música y pude dedicarme rápido a ello. El problema viene de cómo te ve la gente y las expectativas que tienen sobre ti, que hacen que puedas ser un juguete roto para ellos. No es porque la persona lo sienta, sino porque se le señala.
El músico y actor Víctor Elías, en la redacción de elDiario.es
Pasó su infancia entre platós y escenarios. Su padre era músico, su madre actriz, además de alcohólicos. ¿Cómo llevó que esta fuera la realidad que le esperara en casa después de trabajar?
Asumiendo que la vida es un poco así. En el libro hemos intentado hacer un ejercicio de normalización. Por desgracia, lo que me ocurría a mí le pasa a muchos chavales, y aun así yo lo puedo contar desde la inmensa suerte de que tenía Los Serrano para evadirme. Pero esto ocurre todo el rato y contarlo era pegar el grito de que estos problemas existen. A mí al principio me daba vergüenza, porque no sabes si te van a ayudar, o si es o no lo normal, porque nadie te lo enseña.
En esta sociedad el alcohol está muy bien visto y es muy complicado decir que hay un problema con eso, o entender cuándo empieza el problema y cuándo acaba lo recreativo. Ojalá sea algo que vayamos normalizando porque cuando se deje de señalar tanto al que lo sufre en tercera persona como al que lo hace en primera persona, será más fácil pedir ayuda. Los años más duros son en los que sabes que tienes un problema y no te atreves a decirlo porque te da vergüenza.
¿Qué pasó el día en el que denunció a su madre?
No me acuerdo como tal del día. Hay cosas que me podría haber saltado en el libro, pero que decidí contar para que se entendiera por qué al final le doy tanto valor a lo que tengo ahora. El día en concreto es lo de menos, lo importante es cómo te sientes alrededor de ello y cómo tomar una decisión en un momento determinado te permite encontrar una vida mejor.
[En el libro revela que, mientras rodaba Los Serrano, con trece años, tenía que hacer la ‘ruta de bares’ a los que su madre iba a beber cuando volvía a casa, para llevarla de vuelta. Una noche, después de que ella “arremetiera” contra él “una y otra vez”, dio un puñetazo a la puerta y una patada a la pared. Los vecinos llamaron a la policía y uno de los agentes le dijo: “Estás a cargo de tu madre, eres menor de edad y ella está alcoholizada. ¿Quieres denunciar?”. Lo hizo. Su custodia se la acabaron quedando sus tíos].
En medio de ese contexto, ¿cómo lidiaba para compaginar el colegio y el rodaje de la serie?
Tampoco lo sé, la verdad. Imagino que no muy bien, no lo sé [ríe]. Los psicólogos dicen que la mente disocia de vez en cuando. La denuncia suena como algo tremendista, y lo único por lo que yo lo hice y lo hacen la mayoría de chavales, es para ayudar a sus padres. Ojalá se entienda que no pasa nada por denunciar. Es un medio más para protegerte y ayudar.
Los años más duros son en los que sabes que tienes un problema y no te atreves a decirlo porque te da vergüenza
¿Cómo valora el legado de Los Serrano? Cuenta que usted mismo aprendía de las de las moralejas que la serie daba al final de los episodios.
Para los actores adolescentes, había situaciones que o bien vivíamos en la serie y después en la vida, o viceversa. Una parte muy positiva de la serie es lo blanca que era, en el buen sentido de la palabra. Contaba situaciones cotidianas que nos pasaban a todos, todo el rato, y a las que siempre se les buscaba la forma más pura y noble de terminar. Fue una de estas series que consiguen que todas las generaciones se sientan identificadas con algún personaje.
¿Veía la serie?
Sí, salvo quizás el último año y medio. Para mí la tradición era igual de tradición sentarme a verlo, para ver el curro que habíamos hecho y porque, si no hubiera estado, la habría visto.
Víctor Elías junto al elenco de ‘Los Serrano’, en su primera temporada
Su padre falleció mientras rodaba la serie, ¿cómo fue la reacción del equipo?
Eran una familia que te sostiene, que está ahí para lo que haga falta y traspasa las barreras del trabajo, que te apoyarán todo el rato en lo que ocurra. Así me sentó y me siento todavía a día de hoy.
¿Cómo se vivió desde dentro el final de Los Serrano?
Nos encantó, para nosotros fue poder volver a vivir el primer día. La verdad es que a mí me gustó mucho, entiendo que desde fuera no se viera igual [ríe]. Fue volver a vivir la primera secuencia y fue increíble.
¿Cómo surgió Santa Justa Klan, tanto dentro como fuera de la serie?
Nos sentaron en una oficina y nos preguntaron si queríamos montar un grupo. Todos dijimos que sí. Tampoco éramos conscientes de a dónde nos iba a llevar y de lo que significó después. Ahora que me dedico a la música y veo lo difícil que es vender entradas, pienso: “¡Esto fue muy grande!”. Otra oportunidad y otro agradecimiento más.
En el libro invita a recordar la letra de A toda mecha [Tengo un pantalón enloquecido, tengo un par de botas que rebotan solas (…) A toda mecha a toda toda mecha, tú no te hagas la estrecha]. ¿Lo pensaba entonces o lo ha pensado ahora?
Lo he pensado después. Esa letra ahora no se podría cantar. También pienso en qué bien hecho estaba todo, porque seguimos hablando del final y recordando la canción de A toda mecha de pe a pa. Era una cosa hecha y escrita para unos personajes, que también esto es muy importante. El grupo de Santa Justa Klan lo formaban los personajes, no los actores. Estaba hecho al dedillo, perfecto, para que funcionara y que nos sigamos acordando.
Una vez acabó Los Serrano, ¿cuánto le costó convencer de que, además de actor, era músico?
Es algo que fue surgiendo. Me llamaban de castings, pero poco a poco la música fue ocupando tanto tiempo que no tenía tiempo para ir. Ha sido un proceso, pero ya llevo muchos años viviendo de la música. Quizás por eso puedo contar esta historia, desde el lugar de que siento agradecido porque he tenido la inmensa fortuna poder vivir de dos profesiones tan complicadas.
La letra de ‘A toda mecha’ no se podría cantar ahora
¿En qué punto apareció la adicción?
La adicción es un problema tan común y tan poco tratado, que ojalá que lo normalicemos. Me gusta aclarar que esto no es un libro de autoayuda, no es un libro que habla de la adicción y no tiene nada que ver con la serie Yo, adicto. Podría haberme saltado esta parte de mi vida y me habría ahorrado 1.500 titulares, pero para poder contar qué bien estoy ahora era importante que pasara por ahí. Y luego, no puedo hacer un juicio público de lo que pasé con mis padres si no cuento que luego al final yo he caído en la misma piedra y que nadie estamos exentos.
La adicción es una enfermedad mental como la ansiedad o la depresión, y hay muchas. A las drogas es la que más conocemos, pero están el alcohol, el sexo, la comida, el deporte, el trabajo. Una persona que tiene ciertas adicciones lo que quiere es evadirse de sí misma. Yo conseguí retrasarlo muchos años hasta que al final hay un momento en el que la cabeza no puede más y busca evadirse. Y, sin embargo, de manera paradójica, cuando entras en ese proceso, en vez de evadirte, quizás es cuando más tú eres y te atreves realmente a decirle que no a alguien, a quedar mal con alguien.
Ahí ves que la adicción es el pico del iceberg, porque todos los problemas están por debajo. En mi caso, querer agradar, buscar las expectativas de los demás, caerle bien a todo el mundo, el perfeccionismo, el ansia por trabajar. ¿En qué momento se cae? No lo sé. Sí sé que es algo que, por desgracia, no pasa de la noche a la mañana. Viene un poco dado de la infancia. Hay una cierta parte genética, que antiguamente no se hablaba, porque nadie habla de sus abuelos beben mucho o no, porque te caía una torta. Ahora ya sí. Pero aun así, nada de esto hace que tengas que ser adicto sí o sí. Hay luego una parte individual de no mirarte a ti mismo, de no ser capaz de conectar contigo, y tener esta necesidad imperativa de querer salir de ti y poder escapar de ti.
Haciendo alusión a lo que decía antes sobre el alcohol, que una persona salga de trabajar y todos los días vaya al bar, a priori no salta tanto la alarma como debiera.
No salta la alarma porque se dice que para ser adicto, tiene que ser algo que entorpezca tu modo de vida y tu forma de ser. Pero claro, ¿hasta qué punto, aunque no te entorpezca porque no seas una persona que falta al día siguiente al trabajo, no está dejando de ser tú? O que no esté prefiriendo beber en vez de volver a casa, o lo haga para tener una conversación con alguien. No deja de ser un desinhibidor. Ahí están esas primeras citas en las que bebes demás porque piensas que así vas a ser más simpático.
Hay que darle la importancia que tiene, sin que nadie deje de hacer lo que hace, que hay mucha gente que bebe y no pasa nada. Tampoco vamos a ser alarmistas. Pero sí no señalar al que puede tener un problema con esto. Vivimos en este país en el que incluso a veces los camareros del bar te dicen: “Aquí agua no servimos”. Y esto es lo que hace que la gente, o por lo menos a mí que es algo que no ha tenido nada que con el medio de la farándula y estas cosas que se hablan de: “Como eres músico y actor…”. No. A mí por lo que me daba vergüenza decirlo es porque en ningún lado de la sociedad puedo hacerlo sin que se me señale y juzgue.
Tenemos que empezar a aceptar que esto es un problema, como por suerte ya pasa con la comida y otros problemas mentales que se empieza a hacer más. Antes cuando alguien tenía depresión te decían: “¡Qué vas a estar en depresión! ¡Ponte a trabajar, anda!”. Esto ha sido toda la vida y, si en algún momento, ves a alguien a quien estás acostumbrado a ver beber mucho y, un día se toma un agua, no es para criticarle, igual es para preguntarle o darle la enhorabuena.
En el libro reflexiona sobre cómo cuando una persona adicta cuenta que lo es, estando viva, se convierte en “un sinvergüenza” y, sin embargo, si ocurre estando muerta, “es una víctima”. Se ha visto recientemente con el recién fallecido Liam Payne, de One Direction. ¿Qué está fallando ahí?
El juicio y la señalización rápida. Está muy bien visto que todos bebamos mucho, pero muy mal visto que en un momento dado tengas un problema.
¿Opera igual la adicción al trabajo?
Dentro de todo, la adicción al trabajo es lo menos malo. Y el problema no está en que trabajes mucho, sino por qué lo haces. Lo que decía que la adicción es todo aquello que comprende que tu vida no vaya como debiera ir, aquí podría ser que te estés valorando poco y por eso cojas cualquiera, que por ello no puedas lo que deberías cobrar o vas incluso gratis con tal de estar fuera… No es por las horas que trabajemos, sino cómo las trabajamos. A mí ahora me ayuda ver cómo estoy y poder hacerme un pequeño autoexamen. No tiene que ver con el exceso de trabajo, sino con cómo lo cogemos.
Víctor Elías publica ‘Yo sostenido. Historia de un juguete casi roto’
¿Cuál es su relación con su ego?
Muy buena. Cuando tienes la capacidad, porque te la han enseñado, de poner nombre a las cosas y ver de donde pueden venir, es lo mejor. Y ahí, todos los relajamos. La cabeza se relaja cuando entiende qué es lo que le ocurre. Tenemos una animadversión al ego que parece que es algo malo, y el ego en su justa medida es el que nos ayuda a valorarnos, a saber dónde posicionarnos, a entendernos. Lo que es malo es el egocentrismo, pero el ego como tal, es bueno. Es un claro indicativo de cómo estás. Lo que está mal es que todos los días te sientas bajito o todos los días te sientas alto.
Cuenta que mientras grababa Los Serrano recibió comentarios sobre su físico, con recomendaciones como que hiciera flexiones para “estar más cachas”, ¿cuánto de frecuente era?
No era algo que saliera como tal del equipo de la serie, sino una cosa generalizada, porque haya una predisposición a que el actor esté muy fuerte y buenorro. También depende de a dónde quieras tirar. Mi cabeza estaba ya en otra cosa, si no quizás me hubiera esforzado un poco más. A veces hay que cumplir unos ciertos cánones. En parte porque en esta profesión, aunque hay papeles de todo, a veces es más fácil encajar con ese prototipo de personajes. Hay una parte que es normal, porque está muy socializado y estigmatizado. Siempre y cuando sea algo sobre lo que la persona pueda acabar decidiendo, personalmente no me parece mal la recomendación, porque no es “o haces esto no vas a trabajar en tu vida”. Es un: “Quizás por ahí podrías tener más oportunidades”.