El programa de acogimiento que pone en primera fila a los niños con necesidades especiales: «Les damos esperanza»

La experiencia piloto de Aldeas Infantiles SOS y el Ministerio de Derechos Sociales prueba medidas nuevas como contratar a uno de los miembros de la pareja para que se dedique en exclusividad al menor

El reto de encontrar más familias de acogida: “Es difícil, pero te hace querer de una manera que no sabías que podías”

Amalia —nombre ficticio para proteger su identidad— está a punto de cumplir siete años. Este será el segundo cumpleaños que pase con su familia de acogida con la que, en teoría, estará hasta la mayoría de edad. Sara y Luis repasan los 15 meses que lleva viviendo con ellos y afirman que ha experimentado todo lo que no vivió durante sus anteriores cinco años: sus primeras semanas de vida las pasó en un hospital debido a que nació con síndrome de Williams —una alteración genética que provoca retraso madurativo—, además de con diversos problemas médicos. A partir de ahí, tuvo que pasar por dos residencias infantiles y crecer en ellas porque a sus padres biológicos ya les habían retirado la custodia del resto de sus hermanas mayores. No había pisado nunca una casa. No había convivido nunca con una familia.

La menor veía a sus padres y a sus hermanas únicamente en puntos de encuentro y creció en una residencia en una época muy complicada: en el aislamiento por la pandemia de Covid. Tenía problemas cardíacos y de circulación, por lo que debía llevar mucho cuidado. Sin embargo, Sara (la madre de acogida) explica que ya entonces Amalia era “feliz como una codorniz”, pese a que no tenía nada previo con qué comparar esa felicidad.

Más de 51.200 niños, niñas y adolescentes crecen en acogimiento (familiar o residencial) en nuestro país. Amalia es uno de los tantos que se encuentran en la “última fila” de la acogida. Se trata de ese colectivo de criaturas que, o bien tiene necesidades especiales (ya sean físicas y/o psicológicas, como trastornos, discapacidad…) o bien forman parte de un grupo de hermanos. Es por ello que, cuando hace tres años el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 lanzó una serie de proyectos de desinstitucionalización, amparados en la Unión Europea con fondos Next Generation, Aldeas Infantiles apostó por un nuevo modelo de acogimiento familiar que permitiese poner el foco en este tipo de perfiles. De ello nació un proyecto piloto, AcogES+, que finaliza este año.

Tener un hermano no puede ser un lastre hasta el punto de que te tengan que separar de él. Tener una necesidad especial tampoco debería serlo. Muchos crecen hasta los 18 en residencias

Ana Alarcón
Directora del programa AcogES+ de Aldeas Infantiles

Ana Alarcón, directora del programa, explica que el número de familias de acogida que hay en España es terriblemente escaso. “Aun no habiendo familias, desde luego de las que no hay es para ellos. Tener un hermano no puede ser un lastre hasta el punto de que te tengan que separar de él. Tener una necesidad especial tampoco debería serlo. Muchos crecen hasta los 18 años en residencias”, denuncia.

Los motivos por los que no existe prácticamente “cultura” de la acogida en nuestro país —excepto en territorios específicos como, por ejemplo, Galicia—, señala, son varios, pero principalmente se debe a que “la sociedad española no conoce la realidad del sistema de protección. No es para los ‘niños malos’, sino que está más lleno de niños a los que sus padres no les han cuidado bien (no les han atendido, ha habido abuso o maltrato, o drogas de por medio). Normalmente son casos graves o muy graves, y hay muy escasa respuesta y preocupación para esos niños que no han hecho absolutamente nada más que nacer en un lugar donde no se les cuida”.

Acompañamiento exhaustivo y una parte contratada

Aldeas Infantiles llevaba tiempo fijándose, además de en este tipo de ‘discriminación’ que sufren estos niños, en que son muchos los acogimientos que no salen adelante, aunque no se sabe exactamente cuántos son ni las razones por las que cesan: “No hay cifras públicas en el Observatorio de Infancia de cuántas familias no continúan con el acogimiento y devuelven al niño a la residencia. Se habla del 40%. Se habla, ojo: yo este dato no lo tengo. Y esto es un drama, porque lo peor que le puede pasar a un niño es que le abandonen dos veces. Es un trauma que ya no lo borra nadie”.

Por ello este proyecto piloto que se ha llevado a cabo en la Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha, Cantabria y Galicia, tenía como uno de sus grandes focos el de garantizarle un acompañamiento técnico exhaustivo a las familias implicadas. La familia de Amalia, la primera con este tipo de acogimiento en la Comunidad de Madrid, explica que “lo que ayuda es que te dan las herramientas para ir pudiendo solucionar los diferentes retos que vayan surgiendo. Además, ante cualquier duda, ante cualquier problema, los técnicos especializados, están las 24 horas disponibles. Eso te da una tranquilidad que no te puedes imaginar”.

Andrea Ferrari, psicóloga y técnica de Aldeas Infantiles, corrobora que esta dedicación total con las familias puede marcar mucho la diferencia en lo referido al éxito de la vinculación en cuestión, ya que “son niños y niñas que han vivido circunstancias complicadas y que van a tener diferentes conflictos a nivel social, emocional, en cuanto a su identidad o sus orígenes”.

Estas circunstancias, abunda, pueden complicar la situación de las familias por lo que “poder tener a alguien que te pueda asesorar, escuchar, y sostener emocionalmente, ayuda mucho. Todo tipo de entidades de acogimiento intentan ofrecer este tipo de seguimiento, pero no siempre es posible debido a las ratios, por las distancias, por los presupuestos… Y sí que creo que en este proyecto se ha puesto mucho el enfoque en ello”, explica la psicóloga.

Lo que hemos propuesto al ministerio es cómo contratar a uno de los miembros de la pareja puede concentrar su energía en ayudar al niño con sus necesidades

Ana Alarcón
Directora del programa AcogES+ de Aldeas Infantiles.

Sin embargo, lo que es único de este proyecto, debido al nivel de atención que exigen los menores con necesidades especiales o los grupos de hermanos, explica la directora del programa, es “que se da una relación laboral con uno de los integrantes de la familia mediante un contrato y una contraprestación, de manera que la persona en cuestión se dedica profesionalmente a eso. Lo que hemos propuesto al ministerio es cómo contratar a uno de los miembros de la pareja puede concentrar su energía en ayudar al niño con sus necesidades”.

Por ello, inciden, aunque “era una fórmula absolutamente necesaria y urgente”, no es un modelo de acogimiento para todo el mundo, puesto que hay parejas interesadas en las que ninguno de los miembros está dispuesto a abandonar su trayectoria profesional. “Si tienes ese deseo de acoger no es necesario que sea con la dedicación exclusiva. Es por ello que a esos casos los derivamos a que contacten con la comunidad autónoma”.

Sara es la parte contratada de la pareja. “Es una manera de compensar al acogedor porque tú podrías acoger pero igual no podrías hacer todo lo que haces por el niño. De otra forma es imposible. Estoy contratada por Aldeas y cobro un sueldo mensual como todo el mundo. Yo hago informes con cada visita, con cada llamada, sobre cómo va, en qué ha avanzado…”, afirma. La familia también ha disfrutado —y sigue haciéndolo— de una formación extensa y profunda por parte de la organización. Esto les ayuda a sentirse cada vez más capaces respecto a la crianza, ya que “no únicamente con el cariño y con el amor se da por exitoso un acogimiento. Necesitas comprender otras herramientas”, explica el padre de acogida.

El complejo proceso de adaptación

A Amalia le costó mucho sentirse tranquila en la casa de Sara y Luis pero, tras más de un año con ellos, varias cosas han cambiado. Por ejemplo, ha pasado de decir ‘ahí está la casa’ a decir ‘¡ya llegamos a casa!’. “Son niños que vienen con un nivel de ansiedad muy grande. Seguramente está vinculado con el hecho de haber estado en una situación cambiante permanente. Siempre está con la duda de si esto va a ser definitivo, de si se va a quedar aquí. Cuando llegó a casa, como éramos tantos, pensó que estaba en otra residencia infantil. Les preguntaba a nuestros hijos biológicos: ‘¿vosotros cuándo os vais?’ Y estaba como muy alerta y con muchas llamadas de atención. Nos trataba de llevar al límite para ver si íbamos a estar siempre”, explica Luis.

Cuando la niña cumplió un año con ellos, hicieron una fiesta para celebrarlo, ante lo que ella pensó que eso significaba que se tenía que marchar a otro sitio. Ahora le recalcan siempre que no se va a ir a ningún lado, que se trata de algo permanente

Cuando la niña cumplió un año con ellos, hicieron una fiesta para celebrarlo, ante lo que ella pensó que eso significaba que se tenía que marchar a otro sitio. Ahora le recalcan siempre que no se va a ir a ningún lado, que se trata de algo permanente. Otra cosa que ocurría es que se hacía daño y nunca lloraba. “Nos decía: ‘estoy bien, no pasa nada. ¿Estoy castigada?’ y el hecho de que ahora se caiga y se permita llorar, significa mucho”, explican.

Pese a que esperaron a que todo el “sistema familiar” estuviese preparado y convencido del acogimiento antes de lanzarse a ello, su hijo menor al principio no lo llevó bien, y lo verbalizaba: “Se sentía ‘el príncipe destronado’, porque era una niña más pequeña que él, con discapacidad, que requiere más atención. Tuvimos que pedir ayuda a los técnicos, y vinieron a por ellos al colegio, se los llevaron a comer, hablaron con ellos, y es inimaginable la tranquilidad y la paz que te puede dar eso”, cuenta Sara. Ahora él la defiende en el colegio, la ayuda, juegan, y se sienta a hacer con ella las fichas de Aldeas Infantiles.

Amalia está completamente integrada en el colegio, en el grupo de amigos de sus hermanos de acogida y en el grupo de amigos de Sara y Luis. “Ahora ella puede ir al cumpleaños de amigos, a fiestas del pueblo, a un centro comercial a comprar, a pedir ella en la charcutería, sus hermanos les cuentan cuentos”. No es algo especial, sino que “en realidad es un derecho que deberían todos los niños: a tener una infancia feliz”, defiende Sara.

Hay muchas cosas importantes que haces a lo largo de tu vida, pero sin duda este acogimiento es de las cosas más importantes y valiosas en las que creo que estoy participando: con sus dificultades, con sus alegrías, pero te aporta la sensación de estar convencido de que estás en algo muy importante, trascendente, y valioso, para hacer mejor el mundo

Luis, padre de acogida de Amalia

Sigue teniendo sus visitas con su madre y sus hermanas biológicas, ante las que se pone “muy contenta”, algo que le da “estructura” y le permite comprender su historia de vida. “Tú tienes que tener muy, muy claro que ellos tienen el derecho a tener relación con su parte biológica”, sostiene Sara. Desde Aldeas inciden en que “a un niño no le pasa nada por tener muchas papás o mamás: a un niño le pasa algo si no tiene ninguno”. Lo ratifica la psicóloga Ferrari: “Criarse en una familia en lugar de en un centro permite tener una mayor atención individualizada, permite tener a referentes estables y presentes, porque el personal de los centros muchas veces va cambiando o rotando. Aporta estabilidad, seguridad, y una mayor normalización de su día a día”.

Una familia para un niño, no un niño para una familia

“En el acogimiento lo que se busca es una familia para un niño, no un niño para una familia: que sea la mejor familia posible para cubrir las necesidades que no tiene cubiertas ese niño o esa niña”, remarca Luis. Hablan del concepto de “familia curativa”: “Nosotros estamos convencidos de que la reparación que se puede dar en un entorno familiar normalizado, funcional, nutritivo, es exponencial e infinitamente más grande”.

Recalcan que es importante no confundir el acogimiento con la adopción, respetar el hecho de que el menor tiene familia biológica y, una vez llega el niño o niña a casa, afirman, “lo único que tienes que tener es mucha, mucha paciencia”. “Al principio es una vorágine en tu vida, pero luego, de verdad, que a nosotros nuestra hija de acogida nos ha enseñado a ver la vida de otra manera. Le damos esperanza. Les estás dando la oportunidad de no replicar la vida de la que vienen”, proclama Sara.

Luis anima al acogimiento “porque hay muchas cosas importantes que haces a lo largo de tu vida, como tener hijos, familia, trabajos…”, pero sin duda, asegura, este acogimiento es de las cosas más importantes y valiosas en las que cree que está participando: “Estás en algo muy importante, trascendente, y valioso, para hacer mejor el mundo. No deja de ser un impulso, no sé si llamarlo solidario, por la justicia social”.

Las cuatro comunidades en las que ha sido probado el programa, sostiene Alarcón, “están preparadas para continuar a partir de enero. El modelo está diseñado para que sea viable y sostenible”. Ahora serán las comunidades las que decidan sostenerlo o no. La directora del programa pide un marco normativo que sea estatal donde se acepte que esta modalidad es “una más” para evitar la inequidad entre comunidades, además de más campañas para acabar con el desconocimiento latente que hay hacia el acogimiento.

Publicaciones relacionadas