Hubo un tiempo en el que un hombre de sombrero de ala ancha y hebilla de cinturón de plata votó a Jimmy Carter. Y hubo un tiempo en el que la nostalgia por el pueblo que llevaba en la sangre lo atormentó. También hubo un tiempo en el que el hombre que espera sentado en la galería de una cafetería y saluda con vigor se enfadó con Richard Nixon. Esta imagen, moldeada por la imaginación, es exactamente la del hombre de la localidad cántabra de Pechón que ahora, rayando la cima de los 80 años, estrecha la mano en son de amistad: pantalones vaqueros, camisa negra, una chaqueta tostada, frases de aires y una amabilidad desbordante. Porque hubo un tiempo en que la mirada de Fernando Sánchez García, que aún no había arrastrado los pies más allá de Madrid o Sevilla ni sabía gota de inglés, sintió la necesidad de seguir la tradición familiar. Se acercó al padre, lo miró fijamente, y le dijo: “Papá, me voy a América”.