Un libro de Javier Biosca, periodista de elDiario.es, revela cómo Erdogan ha acentuado su autoritarismo siempre que ha visto amenazado su poder a partir de sus relaciones con el movimiento religioso Gülen
Extracto – Erdogan y la operación secreta para convertir medicinas en armas para rebeldes sirios
Desde que fue elegido primer ministro en 2003, Recep Tayyip Erdogan ha dominado la política de Turquía como ninguna persona lo había hecho antes desde los tiempos de Kemal Atatürk, el fundador del Estado turco moderno. Han sido veinte años de modernización económica y de afirmación del poder civil sobre los militares que finalmente –en especial desde su elección como presidente en 2014– han desembocado en un autoritarismo rampante en el que la alternancia en el poder resulta imposible.
Javier Biosca, jefe de la sección de internacional de elDiario.es, describe los momentos fundamentales de ese proceso en el libro ‘Sentirán el aliento de Turquía en la nuca’, publicado por la editorial Península. La ruptura de las relaciones entre Erdogan y el movimiento religioso Gülen es uno de los elementos esenciales del relato, que tuvo su momento culminante en el golpe frustrado de 2016.
¿Era inevitable la deriva autoritaria de Erdogan?
Al principio hasta en la Unión Europea y Occidente era visto como la esperanza para acabar por fin con el dominio militar sobre el poder civil que existía en Turquía desde hacía décadas. Y era la esperanza democrática para acercar Turquía a Europa. Lo que pasa es que, viendo el recorrido actual, uno llega a la conclusión de que realmente ese aperturismo, esa cercanía a Europa, no era el objetivo sino, como él bien ha dicho muchas veces y es una cita de sobra conocida, para él la democracia era un medio para llegar a un fin. Y cuando ha perdido votos, ha recurrido a esa deriva autoritaria para consolidar su hegemonía.
¿Hay algún momento decisivo o se trata de un proceso en el que se van dando pasos en esa dirección autoritaria?
Muchos analistas lo sitúan tras la tercera mayoría absoluta consecutiva (en 2011). Dicen que a partir de ahí cambia todo y empieza la deriva autoritaria de Erdogan. Precisamente coincide con la ruptura con sus antiguos aliados del movimiento Gülen. Esa deriva se acrecienta mucho más a partir de 2015, cuando pierde la mayoría absoluta o la pierde momentáneamente porque se repiten las elecciones, y luego de 2016, que fue la excusa perfecta con el golpe para declarar la guerra abierta.
Erdogan llega al poder tras el primer fracaso islamista en el Gobierno con el Partido del Bienestar, destituido a instancias del Ejército. Ya en el poder mantiene unas buenas relaciones con el movimiento Gülen. ¿En qué se basaba esa concordancia de intereses entre un partido político y un grupo religioso?
Para empezar, Erdogan era el pupilo de (Necmetin) Erbakan, que fue el primer líder importante del islamismo político turco. Tenía un discurso mucho más duro, más antioccidental, incluso antisemita. Erdogan estaba completamente alineado con él. ¿Qué pasa cuando el Ejército derriba al Gobierno de Erbakan en 1996 y Erdogan acaba en la cárcel por recitar un poema sobre el islamismo político? Yo creo que Erdogan se da cuenta de que seguir por esa línea no le va a llevar al poder nunca. Entonces corrige su posición. Vende un islam mucho más moderado, vende unos valores cercanos a Europa y a Occidente.
Es ahí donde el movimiento Gülen entra en juego. Desde años antes, lo que promovía Gülen era sacar, por así decirlo, la religión de las mezquitas. Relacionar el conocimiento religioso con el científico para derribar esa vieja idea, muy presente en Turquía, de que todo lo relacionado con la religión era superstición. Lo que pretendía era que sus ideas permeasen en la sociedad de forma más indirecta, formando élites o con la educación de la gente, y que luego esa gente tuviese puestos de poder. Vendían un Islam mucho más abierto y más cercano a Europa. También, en parte porque ambos se veían víctimas del Ejército y era la forma de acabar con ese dominio militar de la política turca.
Fethullah Gülen en su casa de Pensilvania, EEUU, en 2014.
En principio, Gülen, que falleció en EEUU en octubre de este año, no tiene una actividad política específica, pero sí apoya al Gobierno, porque cree que le puede beneficiar. Hay muchos análisis en la prensa extranjera que lo han comparado con el Opus Dei. ¿Cómo funcionaba?
Ellos se venden como un movimiento religioso, cívico, cultural, en el que la educación es la base de todo, y en la realidad es su primera fuente de financiación y además también de capital humano. Sus enemigos lo ven como una red que está formando en secreto a élites para infiltrarse en el Estado y llevar a cabo sus objetivos. En cuanto a la organización, es un poco descentralizada. El predicador Fethullah Gülen lanza unas directrices, por así decirlo. Los seguidores tienen algo de manga ancha para llevar a cabo esas iniciativas: abrir escuelas, universidades, residencias de estudiantes, empresas, medios de comunicación o lo que sea. Sí que hay una jerarquía independiente de la del Estado. Es decir, alguien del movimiento Gülen puede ser el hermano mayor, como lo llaman ellos, de altos cargos en el Ejército, aunque esa persona sea un profesor de escuela.
Esa figura a la que llaman hermano mayor tiene ascendencia o puede dar órdenes a altos cargos del sistema político o incluso militar o policial. ¿Quién nombra a ese hermano mayor? ¿Ese hermano mayor tiene otro hermano mayor encima de él?
Ellos lo niegan. Por ejemplo, en cada país dicen que hay una especie de consejo que pone en común ideas para llevar a cabo esas iniciativas. Ellos nunca hablan abiertamente de cumplir órdenes políticas o de que ese hermano mayor ordene algo políticamente y la otra persona lo ejecute. Esa es la acusación que se hace desde el otro lado. Ni siquiera el Gobierno turco, que ha intentado desentrañar esa jerarquía, lo tiene muy claro. Ellos ponen a Fethullah Gülen por encima y debajo ponen, por ejemplo, lo que llaman el imán del movimiento en cada país y después de eso una extensa red de seguidores. Pero ni siquiera ellos tienen definida esa estructura, porque si existe, no es conocida.
¿El movimiento Gülen llegó a infiltrarse en los aparatos del Estado? Si se habla de que alguien se infiltra en otro organismo es para cumplir un determinado objetivo, porque tiene un plan.
Ellos estaban presentes en prácticamente todos los estamentos de la sociedad, desde la Policía al Poder Judicial, incluso el Ejército, que era como un territorio hostil para ellos. Lo que los gulenistas dicen es que eso es un resultado natural, un reflejo de la sociedad. Es decir, nosotros somos muchos, tenemos buena formación y estamos ahí. Hay cables de Wikileaks, por ejemplo, en los que embajadores de Estados Unidos decían: se habla mucho de que la Policía está totalmente controlada por los gulenistas y no hay manera de comprobarlo porque hay un poco de secretismo en torno a todo eso. Nadie lo pone en duda, dicen (los cables).
Hay unas declaraciones de Gülen a finales de los 90 que le han perseguido hasta el día de su muerte. Hablaba directamente de entrar en las venas del Estado para llegar a esos puestos de poder. Y la defensa en la respuesta de Gülen a esas declaraciones era que él estaba respondiendo a una pregunta en la que le decían que los gulenistas y otras personas religiosas sufrían discriminación a la hora de entrar en los puestos estatales, en el funcionariado.
Los manifestantes cuelgan una imagen de Gülen en una protesta en julio de 2016 en Estambul contra el intento de golpe.
¿Se sabe cuántas personas eran miembros del movimiento? ¿Es un dato que ellos hayan aportado alguna vez?
No. Hay datos de la inteligencia turca, que sí ha dado cifras de instituciones, centenares de colegios fuera de Turquía, miles de residencias de estudiantes dentro de Turquía, medios de comunicación, ONG, fundaciones, pero no hay cifras de miembros.
Eso justificaría también la acusación de secretismo.
Lo que los gulenistas dicen es que no te dan un carné de gulenista. Para ellos, (Gülen) es simplemente un líder espiritual religioso, del que siguen sus enseñanzas y cumplen con una serie de iniciativas.
¿Se podría decir que la fecha en que se inicia la ruptura entre Erdogan y los gulenistas es en 2013 cuando el Gobierno cierra sus escuelas privadas preparatorias de acceso a la universidad, que debían de ser muy rentables?
Claro, eran una forma de entrar en esas élites. Ese es el momento, sin duda, en el que se abre una guerra, hasta ese momento en las sombras, porque aún no era una guerra abierta y declarada. Inmediatamente después salta un escándalo de corrupción en 2013 y Erdogan acusa abiertamente por primera vez al movimiento Gülen de querer dar un golpe judicial. Hubo un conato también un poco antes, cuando Erdogan inició las conversaciones de paz con el PKK (kurdo), que parecía que iban por buen camino. En ese momento, un juez llamó a declarar como imputado al que hoy es ministro de Exteriores y entonces era el número dos de la inteligencia y que era conocido por llevar a cabo esas negociaciones. Eso se asoció en ese momento a un desafío al poder por parte de miembros gulenistas en el Poder Judicial.
En 2015 se produce el escándalo del cargamento de armas que los servicios de inteligencia turcos envían al norte de Siria para apoyar a los grupos insurgentes a los que patrocina. Ahí se agrava la confrontación entre Erdogan y algunos medios de comunicación.
Un periodista que no tiene nada que ver con el movimiento Gülen publica esta información de los camiones de los servicios secretos cargados de armas en dirección a Siria. Erdogan va a por él y lo acusa de gulenista y de revelar secretos de Estado. Y eso es un golpe tremendo para los medios de comunicación. Y en cuanto a la batalla con el movimiento Gülen, a los fiscales y la policía involucrados en parar esos camiones, el Gobierno los llama gulenistas y dice que su objetivo de nuevo es dar un golpe judicial.
El periodista es Can Dündar. Pasa tres meses en la cárcel y el Tribunal Constitucional lo pone en libertad. Erdogan dice: “Ha sido el Tribunal Constitucional el que ha violado la Constitución”. Es evidente que ya no hay vuelta atrás. Si un presidente dice algo así es que se ha colocado por encima de la Constitución.
Y hay más. El líder prokurdo del HDP [Selahattin] Demirtaş fue encarcelado y cuando los tribunales turcos ordenaron su liberación, Erdogan dijo: me da igual, se va a quedar en la cárcel. Y si el Tribunal Europeo de Derechos Humanos nos ordena pagarle una indemnización, yo la pago, pero él se queda en la cárcel.
Erdogan reza durante la concentración por el segundo aniversario del golpe en Estambul en 2018.
En sus primeros años en el poder, Erdogan intenta una aproximación política al problema kurdo a través de negociaciones con el PKK. Luego cambia por completo. La paradoja es que al final Erdogan ha adoptado el lenguaje o la política ultranacionalista de los que eran sus más duros adversarios décadas atrás.
Hay dos momentos que son fundamentales. Este proceso de negociaciones de 2012 y 2013 que iba con éxito acaba reventando en 2014 por la batalla de Kobane en la ciudad siria fronteriza con Turquía, que estaba controlada por las fuerzas prokurdas y asediada por el Estado Islámico. ¿Qué pasó entonces? Erdogan no permitió a los kurdos turcos cruzar la frontera para ir a combatir junto a sus compatriotas en Siria contra el Estado Islámico. Hubo unas protestas inmensas en Turquía con decenas de muertos, y ahí fue cuando se juzgó al líder kurdo. Y el hecho siguiente fue un año después en las elecciones de 2015. Las fuerzas kurdas se presentan como partido, el HDP, y superan el 10%, el umbral para entrar en el Parlamento, lo que supone que Erdogan pierde la mayoría absoluta momentáneamente. Se da cuenta de que mantener al partido prokurdo fuera del Parlamento o con la menor fuerza posible es fundamental para mantener el poder.
¿Hay pruebas irrefutables sobre el origen del golpe de Estado de 2016 y la conspiración que produjo el golpe?
No sobre la autoría. Normalmente en agosto en Turquía hay una reunión anual del Consejo Supremo Militar en la que se deciden ascensos y otros asuntos. Parecía evidente que iba a producirse una purga brutal de militares gulenistas o contrarios a Erdogan. Parece que todo eso precipita el golpe. Es una teoría que ha apoyado incluso el Centro de Inteligencia de la Unión Europea. Lo que no está tan claro es la acusación de Erdogan al movimiento Gülen de dirigir el golpe. Sí que parece evidente que había gulenistas entre los golpistas. Muchos, incluso el grupo más numeroso entre los golpistas, pero no eran los únicos. Y la relación directa, ya no sólo como organización, sino el vínculo de Fethullah Gülen como director y promotor de esa intentona golpista no se ha podido demostrar.
En el libro cita a un exmilitar que es analista de defensa, que conoce personalmente a algunos de los protagonistas del golpe y que dice que no había una ideología común entre todos ellos.
Esa es la teoría más sólida hasta ahora. Nadie niega que hubiese gulenistas, pero había de todo. Había muchos opositores a Erdogan desde hace décadas, incluso de esa vieja élite que todavía seguía creyendo en el laicismo y el legado heredado de Atatürk. Es posible que no hubiese una ideología común. Y es curioso el comunicado que dan en la televisión cuando todavía parece que marcha bien el golpe. Utilizan frases de Atatürk: paz en el exterior, paz en casa. Utilizan una retórica kemalista nostálgica de esos tiempos.
¿Por qué fracasa el golpe?
En un principio, parece que todo se precipitó porque lo descubrieron de antemano. Se vieron unos movimientos extraños en el Ejército, maniobras en ciertas bases aéreas, y se ordenó suspender cualquier tipo de vuelo. Otro elemento fundamental es que la gente salió a la calle desde el minuto uno. No lograron controlar la narrativa, los medios y las infraestructuras fundamentales rápidamente. Era absolutamente necesario controlar los medios de comunicación para que la gente pensase que aquello marchaba bien y que todo iba en la dirección correcta. En el momento en que eso fracasa y Erdogan logra mandar a su gente a las calles, las mezquitas piden a la gente que salga a la calle a parar a los golpistas.
El Gobierno se ha lanzando a la caza de gulenistas en el exterior. Algunas de estas detenciones son en realidad secuestros cometidos por los servicios de inteligencia turcos.
Eso ha pasado. Así lo han llamado incluso relatores especiales de Naciones Unidas. Ha habido casos, por ejemplo, en que gulenistas que trabajan en estos centros educativos han estado desaparecidos hasta un mes sin que se sepa absolutamente nada de su paradero, con protestas diarias en la embajada, y al mes aparecen en Turquía con Erdogan diciendo que están en la cárcel. Ha habido operaciones de los servicios secretos a veces en solitario, a veces en cooperación con los servicios secretos de otros países, en los que aterriza un avión privado relacionado con una empresa de turismo que casualmente está radicada en la sede de la inteligencia o muy cerca de ella y que se lleva a esta gente a Turquía para acabar directamente en la cárcel.
Erdogan ha sufrido reveses electorales a lo largo de años. Turquía no es un sistema de partido único, pero su posición política en Turquía parece inexpugnable. ¿Qué es lo que hace que la gente vote a Erdogan?
El terreno de juego no está equilibrado. No hay medios de comunicación independientes. Se han cerrado todos los medios de comunicación críticos o empresarios afines (a Erdogan) los han comprado. La justicia está controlada por Erdogan. Sí hay un apoyo popular genuino y real. Aparte de la figura carismática y de los años anteriores de éxito de Erdogan, porque hubo una mejora evidente en todos los parámetros, desde democracia, libertad de prensa a la economía, la gente se queda con eso y con la derrota de un legado histórico de la cúpula militar laica. Él ha utilizado muy bien el discurso nacionalista, religioso e identitario como un elemento de movilización que sigue teniendo éxito.