No lo llamemos defraudador confeso

Más que defender su honor o coaccionar a nadie, yo creo que el propósito de la pareja de Ayuso es que le paguemos la multa entre todos. Lleva ya pedidos 415.000 euros en querellas a políticos y periodistas. Y conociendo como funciona la justicia española, no descartemos que lo consiga

Pensaba escribir hoy sobre la pareja de la presidenta madrileña, al que muchos se refieren como “defraudador confeso”. Pero no tengo claro si referirme a él como defraudador confeso, no vaya a ser que al final ese al que llaman defraudador confeso no sea un defraudador confeso, y me meta yo en un lío por llamar defraudador confeso a alguien simplemente porque muchos le llaman defraudador confeso, pero al final acabe no siendo un defraudador confeso aunque parezca un defraudador confeso. Venga, ahora intenta leer el trabalenguas con un polvorón en la boca.

En serio, no tengo claro si llamarlo defraudador confeso. Por un lado, no sé mucho de derecho, y esto son tecnicismos: no sé si el simple hecho de que uno acepte declararse culpable de dos delitos fiscales (para así con la Fiscalía), ya lo convierte en defraudador confeso. Dice que no encuentra “otra forma más breve y ajustada al diccionario que definir como ‘defraudador confeso’ a alguien que confiesa ser un defraudador”. Así dicho, parece blanco y en botella, pero no corramos tanto.

alcanzar un pacto

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