Han comprado décimos como si fueran caramelos desde el Poder Judicial. En el Tribunal Supremo ya se han gastado varias veces por adelantado el premio de cobrarse la cabeza del fiscal general del Estado
Es la frase más repetida y el pensamiento más reiterado al día siguiente de la lotería de Navidad por la única mayoría silenciosa verdadera de este país: aquella a quien no le ha tocado ni un reintegro. Aunque la decepción dura poco y se ahoga enseguida con el cava de la nochebuena, pues no ganar a la lotería debe ser la única pena que no sabe nadar. Este año había mucha ilusión depositada en las voces de los niños de San Ildefonso porque nunca tantos han jugado tanto convencidos como se les veía de que tocaba el gordo.
Han comprado décimos como si fueran caramelos desde el Poder Judicial. En el Tribunal Supremo ya se han gastado varias veces por adelantado el premio de cobrarse la cabeza del fiscal general del Estado. Eso de seguir las pruebas es cosa del CSI Las Vegas y del tal Gil Grissom. Aquí, en España, en las investigaciones judiciales, somos más de pálpitos.
El juez Peinado se ha empeñado tanto en que el gordo caiga repartido, que hasta oye voces y se imagina cosas que no están en las declaraciones de los testigos para emplumar al primero que se le ponga chulo y no testifique aquello que su señoría tenga a bien que haya que testificar.