El President se encomienda a la amnesia colectiva de los votantes, un fenómeno que ha contribuido a devolver a Trump a la Casa Blanca y que explica el rechazo de los populismos a los ejercicios de memoria histórica
Fue en enero de 2017, un día después de la toma de posesión (la inauguración) de Donald Trump como presidente en su primer mandato, cuando su consejera Kellyanne Conway inventó una expresión para acabar con la idea de que existen la verdad y la mentira y lo que sucede es verificable empíricamente: habló de hechos alternativos. El hecho que motivó la aparición de este concepto fue el debate sobre si el número de personas que asistió a la ceremonia inaugural del trumpismo era inferior a la que había asistido a la de Barack Obama en 2009. Ustedes pensarán: qué tontería. Y lo es. El asunto en sí era menor, lo importante era establecer las nuevas reglas del juego. De acuerdo con una investigación de The Washington Post, Donald Trump dijo 30.573 mentiras a lo largo de su mandato presidencial de cuatro años. ¿Mentiras o hechos alternativos? Este concepto fue uno de los primeros hits de la administración Trump e inauguró una etapa política en la que el revisionismo radical de los hechos puede dar lugar a que un delincuente convicto sea un presidente un poco peculiar pero perfectamente elegible.
A esa posibilidad de reescribir su pasado y presentar unos hechos alternativos a la realidad se está acogiendo Carlos Mazón, del que ahora sabemos que goza de una condición dual como presidente de la Generalitat valenciana y como jefe de su partido en Valencia. Igual que nunca se ha visto juntos a Superman y Clark Kent, la presencia del Mazón presidente del PP valenciano en un almuerzo es incompatible con la presencia del Mazón presidente de la Generalitat en ese mismo almuerzo y por eso los ciudadanos se quedan sin ver la factura. “Nadie preguntó”, argumenta Carlos Mazón, especificando que nadie ha preguntado en calidad de qué estaba en aquel ágape polémico del que nunca podrá levantarse. Todo esto a pesar de que nadie ha dejado de preguntarle, desde aquel fatídico día que segó la vida de 223 personas, dónde estaba para ser el último en llegar al centro de emergencias desde donde se coordinaba la gestión de la catástrofe. La verdad completa aún no se sabe, pero los hechos alternativos han sido varios y variados, desde una desmentida comida con empresarios hasta un atasco que demoró su llegada al Cecopi (Centro de Coordinación Operativo Integrado) siempre con lapsus temporales y extrañas llamadas a alcaldes como el de Cullera. Todos queremos cambiar el pasado cuando el presente no es el que esperábamos y en esa faena imposible se encuentra inmerso Carlos Mazón.
Él dice, no obstante, que acabará enseñando la factura de marras. ¿Cuándo? Cuando toque. Y cuando toque confía que en que ya no importe. El President se encomienda a la amnesia colectiva de los votantes, un fenómeno que ha contribuido a devolver a Trump a la Casa Blanca y que explica el rechazo de los populismos a los ejercicios de memoria histórica. El olvido, el revisionismo radical, las ansias de revanchismo y la normalización de conductas antes reprochables son los cuatro corceles sobre los que cabalgan los partidos de ultraderecha y cada vez más, los de derecha tradicional. Una encuesta de Associated Press, publicada la semana pasada, dice que el 65% de los estadounidenses sienten la necesidad de limitar su consumo de noticias sobre política y el gobierno. Una vez que ha ganado Trump, ya no hay necesidad de saber nada más. Desconectemos de la realidad. El viento del olvido sopla a favor del populismo y se percibe una cierta resignación, cuando no entreguismo, en el lado opuesto del campo de batalla.
Mazón, una vez pasado el primer shock, cree que puede reescribir su historia e inventarse los pasos que dio el día de la DANA. Sabe que, puestos a mentir, mejor mentir mucho que poco. Las nuevas mentiras tapan las anteriores y permiten entrar en ese reino paralelo de los hechos alternativos. Olvida que, sin memoria, es fácil que todos volvamos a tropezar con su incompetencia. Azaña habló de “la musa del escarmiento” en su último discurso como presidente de la República como antídoto a nuestra querencia de abundar en el error. No servirá su consejo para este 2025 que se avecina en el que recordaremos viejas equivocaciones con dolores nuevos. Esa factura sí será imposible de esconder.