El análisis de más de 40.000 muestras de sangre del Biobanco del Reino Unido ha permitido identificar cinco proteínas relacionadas con el aislamiento y asociadas a problemas de salud cardiaca, cerebral y a una mayor susceptibilidad a las infecciones
Hemeroteca – La soledad no deseada expande su azote sobre la salud (aunque parezca invisible)
Que estar solo empeora la salud es un hecho ampliamente conocido en medicina, hasta el punto de que algunos autores creen que es un riesgo equiparable al del tabaquismo y la obesidad. Pero, ¿cuáles son los mecanismos fisiológicos que se activan en esta situación? Un equipo de investigadores británicos y chinos acaba de dar un salto de gigante al identificar una serie de proteínas que aparecen en la sangre de las personas que viven solas y que se asocian con mayores riesgos de accidentes vasculares, diabetes tipo 2 e infecciones.
Los resultados se describen este viernes en un artículo publicado en la revista Nature Human Behavior y se basan en el análisis de los «proteomas» (el conjunto de proteínas) en muestras de sangre donadas por más de 42.000 adultos de entre 40 y 69 años que participan en el Biobanco del Reino Unido. Esto ha permitido a los científicos que firman el trabajo ver qué proteínas estaban presentes en niveles más altos entre las personas socialmente aisladas o solitarias y cómo estas proteínas estaban relacionadas con una peor salud.
Las cinco “proteínas de la soledad”
Los investigadores de la universidades de Cambridge y Fudan (China) calcularon en primer lugar las puntuaciones de aislamiento social y soledad de los individuos, basándose en criterios cómo si la persona vive sola y con qué frecuencia tiene contacto social con otras personas y si participa en actividades sociales. A continuación analizaron los proteomas individuales y ajustaron factores como la edad, el sexo y el entorno socioeconómico.
En una primera criba, el equipo encontró 175 proteínas asociadas con el aislamiento social y 26 proteínas asociadas con la soledad, pero tras aplicar una técnica estadística conocida como aleatorización mendeliana identificaron cinco proteínas cuya abundancia se puede atribuir específicamente la soledad.
Tras aplicar una técnica estadística conocida como aleatorización mendeliana identificaron cinco proteínas cuya abundancia se puede atribuir específicamente la soledad
Sobre una de estas proteínas, llamada ADM, hay estudios previos que indican que desempeña un papel en la respuesta al estrés y en la regulación de hormonas sociales como la oxitocina. El equipo también encontró una fuerte asociación entre la ADM y el volumen de la ínsula, un centro cerebral para la interocepción, nuestra capacidad de percibir lo que sucede dentro de nuestro cuerpo. Los niveles más altos de ADM también se relacionaron con un mayor riesgo de muerte prematura.
Otra de las proteínas, ASGR1, está asociada con un colesterol más alto y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, mientras que las tres proteínas restantes desempeñan papeles en el desarrollo de la resistencia a la insulina, la aterosclerosis (‘engrosamiento’ de las arterias) y la progresión del cáncer.
Un problema de salud pública mundial
“Sabemos que el aislamiento social y la soledad están vinculados a una peor salud, pero nunca hemos entendido por qué”, asegura Chun Shen, coautora del artículo, en una nota de prensa de la Universidad de Cambridge. “Nuestro trabajo ha puesto de relieve una serie de proteínas que parecen desempeñar un papel clave en esta relación, y los niveles de algunas proteínas en particular aumentan como consecuencia directa de la soledad”.
“Hay más de 100.000 proteínas y muchas de sus variantes en el cuerpo humano”, recalca Jianfeng Feng, de la Universidad de Warwick. “Las proteínas que hemos identificado nos dan pistas sobre la biología que subyace a la mala salud entre las personas socialmente aisladas o solitarias, destacando por qué las relaciones sociales juegan un papel tan importante para mantenernos saludables”.
Estos hallazgos ponen de relieve la importancia del contacto social para mantenernos sanos
“Estos hallazgos ponen de relieve la importancia del contacto social para mantenernos sanos”, concluye Barbara Sahakian, investigadora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge. “Cada vez más personas de todas las edades manifiestan sentirse solas. Por eso, la Organización Mundial de la Salud ha descrito el aislamiento social y la soledad como un ‘problema de salud pública mundial’. Necesitamos encontrar formas de abordar este problema creciente y mantener a las personas conectadas para ayudarlas a mantenerse sanas”.
Un avance con limitaciones
Eduard Sabidó, investigador y jefe de la unidad de proteómica conjunta del CRG/UPF, cree que este trabajo supone un gran avance para la comprensión del impacto molecular de la soledad y el aislamiento social. “Aunque ya existen investigaciones previas en esta línea, este trabajo se distingue por la magnitud de su análisis y resalta la potencia de las técnicas proteómicas actuales cuando se combinan con los biobancos existentes”, explica a elDiario.es. “Sin embargo, es importante señalar que los hallazgos se limitan al plasma, y muchos de estos mecanismos pueden operar en otros tejidos y órganos, como el cerebro, donde probablemente se puedan desarrollar en el futuro estrategias para mitigar sus efectos en nuestra salud”.
Los hallazgos se limitan al plasma, pero muchos de estos mecanismos pueden operar en otros tejidos y órganos, donde probablemente se puedan desarrollar en el futuro estrategias para mitigar sus efectos
A su juicio, y a pesar de que se han realizado correcciones por múltiples factores, como el nivel de ingresos, la edad, el sexo y el peso (IMC), la naturaleza poblacional del estudio implica que existen muchos otros factores adicionales que pueden influir en los resultados, lo que requiere un enfoque cauteloso en la interpretación de los datos.
En la misma línea se manifiesta Manuel Collado, investigador experto en envejecimiento del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), quien cree que estos esfuerzos están muy bien, pero son limitados. “Podría ser que otro tipo de moléculas presentes en plasma sean aún más predictivas”, advierte. A pesar de esas limitaciones, cree que son muy positivos estos esfuerzos por “ponerle cara” a los efectos biológicos de la soledad y el aislamiento social. “Indagar en marcadores de riesgo para la salud relacionados con soledad está muy bien incluso aunque quizás no sirvieran como tales, porque también pueden aportar pistas del proceso patológico asociado”, señala.
Juan Manuel García, doctor en Sociología, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y director de la primera cátedra europea centrada en estudiar la soledad no deseada, apunta que en el estudio equiparan aislamiento social con vivir solo, cuando la realidad es un poco más compleja. “La soledad es algo que se va construyendo poco a poco y convendría también tener en cuenta esa dimensión temporal”, explica. En su opinión, el riesgo de este tipo de enfoques es que abren la puerta a una medicalización de la soledad.
“Es obvio que tiene unas consecuencias clarísimas en términos de salud, pero tener una pastilla para la soledad nunca será posible
“Creo que eso hace flaco favor a las personas que se encuentran en esa situación, más que nada porque hay una diversidad enorme de soledades”, asegura García. “Es obvio que tiene unas consecuencias que son clarísimas en términos de salud en todos los niveles, físico, mental, social, comunitario y, en último término, de salud pública, pero tener una pastilla para la soledad nunca será posible, porque verdaderamente no es una enfermedad”.