Historiadores, arqueólogos y vecinos del despoblado valle de Izagaondoa reclaman la recuperación de las ruinas de la antigua fortaleza, destruida hace cinco siglos, y un estudio arqueológico como el desarrollado en la vecina fortificación de Irulegui
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“Desde que su señoría mandó destruir sus castillos, no hay navarro que alce la cabeza”. Palabras tal que estas —inmortalizadas en una carta que se conserva en el Archivo General de Simancas— fueron dirigidas por el militar Cristóbal Villalba al cardenal Cisneros, tras ordenar el regente de Castilla la aniquilación de cualquier estructura fortificada en el Reino de Navarra, pocos años después de su conquista (1512). Hoy, cinco siglos más tarde, el contenido de la misiva sigue siendo una losa para arqueólogos, historiadores y vecinos que quieren recuperar la memoria de ruinas semienterradas y olvidadas en puntos estratégicos de la actual comunidad foral. Más de 250 testimonios y un centenar de malogradas fortalezas. Como la de Leguin, donde la maleza enturbia el brillo de una efeméride inalcanzable para muchos de los edificios militares de la península.
El pasado 23 de julio se cumplieron 1.100 años del paso del emir cordobés Abderramán III por la zona: primera referencia documental, primera destrucción de un castillo acostumbrado a renacer tras cada desastre. Salvo hoy, cuando la batalla que se libra por su puesta en valor es, prácticamente, una contienda perdida.
Entre los navarros que hoy tratan de “alzar la cabeza” tras la última conquista se encuentra el historiador pamplonés Mikel Zuza. Motivos tiene. Su familia procede desde antiguo (quizá descienda de aquellos que presenciaron con horror el ataque del emir de Córdoba) del valle de Izagaondoa, en uno de cuyos montes (786 metros de altitud) se encuentran las últimas piedras del castillo de Leguin. De hecho, su padre fue el último de la familia que nació en la que hoy se considera “zona cero” de la despoblación en Navarra, antes de mudarse a la capital.
Recreación del poblado vascón anterior a la fortificación medieval de Leguin
“Mi padre siempre nos inculcó la querencia por el patrimonio artístico de la zona, que es muy rico, con iglesias románicas y góticas, o fuentes medievales”, reconoce Zuza. Curioso que, a falta de almas, los pueblos que rodean la peña de Izaga (1.300 metros) todavía conserven un legado que habla de un pasado de relumbrón que hoy ya no es. “Hay pueblos, como Mendinueta, que se han ido despoblando y perdiendo iglesias del siglo XII”, lamenta el historiador.
En cuanto a Leguin, la biografía de esta fortaleza, que se mimetiza actualmente con una frondosa maleza, registra un inquietante patrón. Cada vez que quiso reponerse, llegó una nueva destrucción. La del año 924, propiciada por el incipiente califa Abderramán III, pretendía truncar la ruta entre Sangüesa y la capital del reino. La arremetida, anotada en las crónicas musulmanas, se convirtió, sin pretenderlo, en la primera fuente documental de la existencia de Leguin, que según Zuza, pudo haberse levantado un siglo antes, en el IX. Pero no será la última vez que aparezca en los papeles.
Garaño, una de las fortalezas recuperadas en los últimos años
Una vez reconstruido, Leguin será sitiado (entre 1174 y 1176) por el rey Alfonso VIII de Castilla, dada la ubicación neurálgica de la fortificación. Y, a continuación, será objeto de disputa entre los partidarios del príncipe de Viana (beaumonteses) y los de su padre Juan II (agramonteses), en el contexto de la guerra civil navarra. Por si fuera poco, hubo otras embestidas inesperadas, estas sin espadas de por medio: un rayo impactó de lleno sobre la fortaleza y malogró una vez más sus piedras, esta vez en el siglo XIV. Finalmente, el rey Fernando el Católico entró en Navarra (1512) y arrasó torres y castillos. Leguin fue uno de los primeros en caer. Desde entonces, permanece destruido. Pero podría haber sido peor. La desfavorable orografía de la zona ha impedido que el antiguo castillo se transformara en cantera para casas vecinas, desafortunada situación de otros enclaves de la comunidad.
Una historia compartida (y desconocida)
Pero, ¿por qué habría que actuar en Leguin siglos después de su total arrasamiento? ¿Qué podría (o debería) hacerse? “La historia que encierran estas piedras nos pertenece a todos los navarros”, defiende Mikel Zuza, autor de varios libros sobre la realeza navarra. Lejos de una hipotética reconstrucción, Zuza defiende “que se conozca el castillo y su historia”. Batalla complicada, perdida quizá de antemano. Uno de los mayores lastres para actuar en las fortalezas españolas —parte importante de las más de 10.000 fortificaciones inventariadas en el país tienen este problema— procede de su titularidad, de carácter privado. A menudo, o no se conocen los dueños, o las piedras han sido heredadas por diferentes generaciones que ni siquiera saben (ni se interesan por) lo que poseen. Leguin está en el primer grupo: los marqueses de Jaureguizar, los Pérez de Rada, no han pronunciado palabra tras años de reivindicaciones vecinales.
La de Mikel Zuza, en todo caso, es más que una batalla personal una pelea compartida con los vecinos del valle de Izagaondoa. “En los últimos años, ha habido movimientos para recuperar las zonas de los castillos destruidos”, refiere Zuza. Navarra supera el centenar de estas pequeñas fortalezas, acomodadas con frecuencia (y casi milagrosamente) sobre las rocas. “Claro que el Ayuntamiento de Izagaondoa ha intentado hacer cosas, pero si el propietario no quiere y el Gobierno de Navarra no lo presiona…”, deja en el aire el historiador. Zuza refiere su caso particular: “Cuando pertenecí al Consejo Navarro de Cultura en 2019, presentamos la solicitud para que el castillo de Leguin se declarase Bien de Interés Cultural; asociaciones culturales como el grupo Valle de Izagaondoa insistieron en 2021, pero han pasado tres años y ni siquiera han contestado”, relata. Una fracasada declaración, en parte, inútil, pero de indiscutible simbolismo.
Imagen aérea de la fortaleza de Unzué, donde se han realizado trabajos de arqueología
“Poner en valor algo de lo que quedan pocas evidencias y concienciar a la gente del papel que desempeñaron estos castillos en un reino pequeñito, muy disputado en la Edad Media, independiente hasta el siglo XVI, y el simbolismo que esto conlleva es una especie de lucha contra molinos gigantes”. Lo sabe de primera mano el arqueólogo Iñaki Sagredo, profundo conocedor de la historia de Navarra que ha encarnado la recuperación de varias de estas fortificaciones minúsculas, situadas en los lugares más insospechados e inaccesibles. “Hemos actuado en castillos roqueros muy pequeños, como los de Garaño o Unzué, que tienen mucha dificultad a la hora de ponerlos en valor”, describe Sagredo. “En la peña de Unzué, cerca de Leguin, tuvimos que subir a mano agua y sacos de arena a lo largo de un kilómetro”, ejemplifica el investigador, quien detalla las condiciones en que se han llevado a cabo las tareas: “Llevamos años recuperando castillos, pero nadie se puede imaginar qué películas hemos vivido, trabajando casi a escondidas”.
“Arrasamiento total”
“El patrimonio de Navarra está muy destruido”. El arqueólogo Iñaki Sagredo habla de “arrasamiento total” del centenar de fortificaciones que un día defendieron el extinto reino, algunas, indica, “muy importantes, como la de Tudela (segunda población de Navarra) o especialmente simbólicas, como la de Amaiur”. Por eso, preguntamos al investigador qué elementos de ese maltratado legado se podrían visitar hoy. Nos remite a edificios como el castillo de Javier, el palacio de Olite o el cerco amurallado de Artajona. El resto “son ruinas, cimientos, no son castillos espectaculares”, añade, en referencia a las citadas estructuras que se han recuperado, como las de Garaño, Unzué o Aixita. No son grandes ciudadelas, pero sí parajes absolutamente sorprendentes. “No tenemos piedras, tampoco ayuda administrativa ni política”, lamenta.
Ni piedras ni apoyo, pero sí una documentación insólita sobre el pasado de Navarra, fruto del esfuerzo de cronistas de diferentes civilizaciones. Es decir, no se conoce el aspecto original de multitud de castillos, pero sí hasta el más mínimo detalle de cómo se administraban: “Podemos saber incluso cuánto costaban los clavos de los que se colgaban los tocinos”, revela Sagredo. Un conocimiento que permite guiar los procesos de recuperación de antiguas ruinas y que, unido a la digitalización, facilitan la puesta en valor de las castigadas fortalezas. El diamante en bruto que supone esta documentación tampoco ha sido suficiente, hasta la fecha, para obtener recursos del Gobierno de Navarra y profundizar en el conocimiento de este legado de cronología medieval. Aclara el arqueólogo que, frente a la Edad Media, en las ayudas que otorga la comunidad tiene mejor prensa cualquier proyecto sobre los diferentes periodos prehistóricos o la posterior romanización.
El castillo roquero de Aixita, también recuperado, a vista de dron
Dentro de la gestión de las ruinas, existe una derivada más: la despoblación. El historiador Mikel Zuza sostiene que existe una “Navarra vacía” y apunta a la oportunidad que suponen restos que, como los de Leguin, atesoran un pasado milenario. “En pleno desierto milenario, poner en valor el patrimonio significa que estos pueblos están vivos”, opina. Precisamente en Leguin, Zuza propone el acondicionamiento de la zona y, especialmente, del acceso, complicado en exceso en la actualidad. Acto seguido, el yacimiento precisa de una intervención arqueológica para volver a situar el enclave histórico en el mapa.
En este punto, el investigador pamplonés señala directamente el caso de éxito de Irulegui, fortaleza hermana situada a solo 10 kilómetros de Leguin, donde se encontró una pieza arqueológica de la Edad del Hierro —la ya famosa “mano de Irulegui”— cuya inscripción ha revolucionado el estudio sobre los orígenes del euskera. “No pretendemos recuperar el edificio, sino su memoria; en Irulegui era difícil imaginar qué había debajo y ahora se puede ver un castillo”, razona Zuza, quien vislumbra una prometedora investigación entre las descarnadas piedras de la antigua fortificación: “En Leguin, las estructuras siguen ahí”.