El Imperio trumpista y su onda expansiva

Es un cambio de paradigma, cuajado de injerencias y amenazas, e impulsado por personas absolutamente carentes de ética. Una amenaza a la estabilidad mundial cuya solución no puede limitarse a decisiones individuales. Deben ser los gobiernos quienes actúen, y sin dilación. Lo que no han hecho hasta ahora

Se cumplen cuatro años de aquel 6 de enero de 2021 en el que los seguidores del entonces candidato derrotado en las elecciones estadounidenses, Donald Trump, asaltaron el Capitolio, alentados por él. Puede afirmarse así, lo vimos, aunque ese juicio todavía no se ha celebrado, pero sí otros 34 por diversos delitos en los que el magnate fue hallado culpable. Un siniestro periodo se iniciaba en Washington pisoteando el símbolo de su preciada democracia que ahora se remata al elegir de nuevo a Trump, que va a convertirse en el primer presidente norteamericano delincuente convicto. Es un abismo que refleja los cambios operados no solo en su país, sino en el mundo y que nos sitúa al borde de un futuro tan desconocido como temible.

La labor emprendida por el primer gran estratega de Trump, Steve Bannon, sentó las bases para que esto terminara por ocurrir. Con ellos se instaló la desinformación, lo que llamaron realidades alternativas, incrustada ya en la población como una nueva normalidad, perfectamente asumida por millones de personas en todo el mundo. “La verdadera oposición son los medios y la forma de lidiar con ellos es inundar el terreno con mierda”, le dijo Bannon a Trump, durante su primer mandato, según contaba en un artículo esencial el periodista Javier Salas en El País en noviembre. Y a fe que lo hicieron. En España también ocurrió el fenómeno. Algunos venían ya de serie desde un fondo de cloaca, otros medios surgieron al calor hasta de subvenciones públicas con el mismo objetivo. Y no olvidemos que Trump ha conseguido mayoría en el Congreso y el Senado y que cuenta con magistrados de su cuerda en la justicia, en la Corte Suprema en particular, que se preparó con nombramientos en su anterior mandato.

Trump tampoco llega solo. Se le ha adherido el hombre más rico del mundo, Elon Musk, con el mismo ego y ansias de notoriedad que él, incluso con un punto mayor de inmadurez. Súbitamente y tras, eso sí, inyectar millones de dólares a la candidatura del republicano, Musk ha alcanzado un inmenso poder. A niveles casi desconocidos en cualquier otra persona al menos en los últimos siglos. No solamente es “el amigo mejor” del presidente, sino que dispone de una red de propaganda mundial: X la antigua Twitter. Con todavía 611 millones de usuarios en todo el mundo, – según se calcula- pese a los abandonos por su sesgo desde que él la compró.

Musk ayudó a Trump a ganar y ahora se está implicando en cambiar gobiernos, lograr un gobierno ultraconservador en Gran Bretaña -a base de continuos posts, con bulos en buena parte, que lanza a la red sin pausa-, y en llevar a la neonazi AfD al gobierno de Alemania. Una cruzada fascista en toda regla, basada en el lucro y en la difusión mediática. Quién nos iba a decir a los periodistas vocacionales que la desinformación terminaría siendo un arma fundamental para tumbar la democracia. Porque es lo que está pasando. Sumando parcelas por países supone un auténtico seísmo.

Trump y su equipo quieren gobernar el mundo e imponer sus reglas. Con trampas. Se suman grandes empresas que en algunos casos retornan a la red tejida por Trump y Musk u operan en sintonía. Jeff Bezos, el dueño de Amazon, compró el mítico periódico Washington Post – el del Watergate nada menos- y anda mostrando para qué. El lema del Post “La democracia muere en la oscuridad” se apaga con la significativa censura de la famosa caricaturista Ann Telnaes, Premio Pulitzer y hasta ahora editora jefa de opinión del periódico. En la viñeta de Telnaes, Jeff Bezos y otros millonarios rendían pleitesía a Trump, muy real y gráfico, gracias a él se están haciendo con el gobierno del mundo.

Lo que ahora se está movimiento con pasos inequívocos es un cambio de paradigma, cuajado de injerencias y amenazas, impulsado por personas absolutamente carentes de ética que, desde luego, lanza una onda expansiva global. El objetivo no es la democracia tal como la conocemos -con sus aciertos y errores-, es una autocracia, una forma de fascismo hasta un punto sofisticada que sorprende a la ciudadanía con sus defensas de criterio en horas muy bajas. El complejo entramado de factores que concurren precisaría de una auténtica guía por orden alfabético, pero un somero resumen nos situaría ante una conjunción de factores realmente explosivos.

Trump ha ganado esta vez apoyado en el movimiento MAGA, los del Hagamos América grande otra vez. Supremacistas blancos, muy racistas, ultraconservadores, poco útiles para la revolución que aspira a llenar los bolsillos de unos cuantos elegidos. Es como si en España un gobierno de derechas se apoyase en los del Cara al Sol, la beatería y los toros. Muy útiles para vencer entre sus adictos pero en absoluto para gestionar. De ahí que Musk comande a los millonarios de la tecnología. Y que ambos grupos estén ya en franca contraposición. Lo que Carlos Hernández-Echevarría llamaba aquí “Racistas contra ‘tech bros” que agrietan ya el trumpismo. Elon Musk quiere aligerar visados para contratar extranjeros altamente cualificados. Se ve ni siquiera los encuentra a ese nivel en Estados Unidos. La expulsión de inmigrantes prometida es para los que realizan los trabajos modestos, los que no suelen querer los votantes racistas en ninguna parte del mundo.

Elon Musk y Vivek Ramaswamy, un empresario hijo de indios, comparten la presidencia del Departamento para la Eficiencia gubernamental -que va a provocar despidos masivos- y éste último ha metido más aún el dedo en la llaga explicando que las grandes compañías tecnológicas “contratan habitualmente a ingenieros extranjeros más que a nativos” porque la cultura estadounidense “venera la mediocridad más que la excelencia”.  

La controversia está servida y más si nos atenemos a los nombramientos anunciados para el resto del gobierno e instituciones de Trump, con unas piezas delirantes para llevar a cabo cualquier gestión seria, eso sí también son millonarios todos. Tenemos desde al Kennedy tonto, antivacunas, en Sanidad, a Lee Zeldin que como Director de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), pretende suprimir trabas a productos contaminantes. De aquel primer anuncio de un gobierno de delincuentes en donde el primero es el presidente ya ham tenido que apear a unos cuantos candidatos por sus problemas con la justicia.  

¿Por dónde se romperá -que lo hará- este amalgama de tendencias? Y de egos. Antes, en cualquier caso, harán mucho daño. Por cierto, solo hay 5 mujeres, en los planes de gobierno de Trump, ninguna en puesto muy destacado. También el machismo está garantizado, como cabía deducir. Precisamente,  los supuestos atentados -tan peculiares- ocurridos en este comienzo de año en Las Vegas y Nueva Orleans, parecen calcar el desencadenante de El Cuento de la criada, la distopía que Margaret Atwood publicó en 1985. Son unos presuntos atentados los que llevan a instaurar la República de Gilead, contra las mujeres en primer lugar, pero también contra las libertades y la cordura. El miedo es un aliado fundamental de las autocracias represivas.

La Ilustración Oscura, la tecnofeudal, la destrucción de las democracias liberales -de la que ya hablamos también- se abre paso libre como el viento. Ya le han colocado una sigla como algoritmo NRx, oirán hablar de él mucho más. O no. Demasiado “lío” para la frivolidad reinante. José María Lasalle lo define como “una confusa mezcla de libertarismo tecnológico post-Ayn Rand y supremacismo new age y paleoconservador”.

El nuevo gobierno estadounidense pretende usar los aranceles como arma y no solo eso: ha llegado a amenazar con represalias a quienes no compren petróleo norteamericano. Puro matonismo ¡a nivel global! La expansión imperial que pretende Trump tampoco es una broma. Ya se ha pedido el Canal de Panamá y Groenlandia. El colega Musk se propone cambiar de entrada los gobiernos europeos por otros de signo fascista. Esta mañana preguntaba si “América podría liberar a los británicos de su gobierno tiránico” y el 71% de las respuestas a primera hora le decía que sí. Estar en X es un peligro, dejar solos a los millones que siguen ahí quizás también. Más aún es una amenaza a la estabilidad mundial. Una red social no puede emplearse legalmente para eso. Las soluciones efectivas a problemas tan enormes no pueden limitarse a decisiones individuales. Deben ser los gobiernos quienes actúen, y sin dilación. Hacer lo que no han hecho hasta ahora ante este envite que se veía venir de lejos y al que han dejado entrar hasta la cocina, lo que complica el remedio.

Con este panorama, tenemos a Austria -hoy mismo- que encarga formar gobierno a la ultraderecha. Sin contar los ataques de Elon Musk, a Gran Bretaña y Alemania, son países con problemas, sobre todo Alemania que celebra elecciones pronto con grandes expectativas para los neonazis de la AfD. Francia está perdida por la traición a los franceses de un Emmanuel Macron inmolando a su país para estar unos meses más en la presidencia de la República. También está en problemas Justin Trudeau en Canadá, acaba de dimitir tras una década como Primer Ministro. La desestabilización es un hecho y se aprovecha -incluso la provoca- la extrema derecha-.  

 España resiste, aunque malamente. Aquí también el PP con sus principales baluartes -Ayuso y Feijóo sobre todo- expanden mentiras como metralletas de repetición y millones de personas las aceptan sin problema ni de conciencia. El pozo mediático de sucia cloaca mediática ha creado ya tinte añejo. Una parte de la justicia hace la guerra política por su cuenta, mientras los órganos de control recién nombrados por “consenso” no actúan ni por lo más remoto.

También nos han llegado las consecuencias terribles de esta situación, como lo que viene ocurriendo en Valencia con el gobierno de Mazón. A su desaparición en el momento cumbre de la DANA, se une estar dedicándose a distribuir las obras de reconstrucción entre sus amigos. “Nunca se había visto tal cantidad de bulos, contaba Javier Salas en su artículo. ”Tras las riadas, en dos semanas se concentró el mismo volumen de patrañas que se sufrieron en dos años de pandemia. Nunca habíamos visto algo tan explícito y coordinado“.

Y al otro lado del Atlántico, el venezolano Edmundo González Urrutia camino de Caracas “a tomar posesión del cargo como presidente”, visita a Milei en Buenos Aires y ambos comparecen abrazados en el balcón de la Casa Rosada. Una compatriota, según escucho en la Cadena SER en noticias muy tempranas, dice “vamos a tener un presidente de lujo como lo tiene Argentina”. Un lujo Milei y su reforma laboral que permiten jornadas de 12 horas de trabajo, sin pagar horas extra, y completando el salario con tickets de comida de la empresa.

A menudo pienso también en aquellos latinoamericanos que votaron a Trump “por la inflación”, aquel en concreto que no creía  que fuesen a expulsar precisamente a su madre sin papeles. Ese lujo de votantes. Pero son los gobiernos y las organizaciones como la UE quienes han de plantar cara muy seriamente al imperialismo trumpista, sus bulos y amenazas. Se llega tarde por inacción previa, no reaccionar ahora es suicida.

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