El capitán que rescató a un recién nacido en la ruta canaria: »A mí no se me olvidarán nunca los que perdí»

»Aunque hagamos todo lo posible como profesionales y como personas, cuando el mar no acompaña, auxiliar a una patera es una ruleta rusa», dice Domingo Trujillo, capitán de la guardamar ‘Talía’ de Salvamento Marítimo

Hemeroteca – Dar a luz dentro de una zódiac en la ruta migratoria más mortal: »Podría haber sido una de las que no llegan»

Domingo Trujillo lleva 23 años salvando vidas en la ruta canaria. Sentado en el puente de mando de la guardamar Talía, el capitán de este barco reconoce que, aunque pase el tiempo, nunca sale tranquilo al Atlántico. Cada vez que recibe una alerta, su cuerpo se pone en tensión. “Para mí todas las veces son como la primera. No voy confiado porque cada patera es diferente. No sabes si tienen agua, si hay muertos…”, confiesa. El pasado 6 de enero vivió un rescate “satisfactorio” por partida doble. Él y los siete compañeros que forman parte de la tripulación no solo lograron trasladar con vida a 64 personas al muelle de Lanzarote. También pusieron a salvo a una bebé que nació en la travesía y a su madre.

Cuando salieron del puerto de Arrecife ya sabían que en la lancha había una mujer en avanzado estado de gestación. Durante las cinco horas de navegación hasta la zódiac, la tripulación de la Talía imaginaba todos los escenarios posibles, incluso que la madre pudiera dar a luz en la guardamar. “Llegamos ahí, nos asomamos para explicarles cómo íbamos a proceder, y vimos aquella cosita. El bebé estaba desnudo, por eso estoy seguro de que nació cuando llegamos”, cuenta. Era la tercera vez que Domingo Trujillo encontraba a un recién nacido en una patera. En otra ocasión, incluso tuvo que cortar él mismo el cordón umbilical.

“Existen momentos muy gratificantes, pero lo son al final, cuando ya los tienes a todos a bordo y respiras. Ves que la ola ya ha pasado, que ya no está el riesgo de que se te pierdan”, dice. Trujillo empezó a trabajar en Salvamento Marítimo en 2002. Ese mismo año se instaló en Fuerteventura, su isla natal, la base fija de Gran Tarajal. Ocho años después de que dos saharauis abrieran la ruta, el aumento de personas que cruzaban el océano en embarcaciones precarias para llegar a Europa a través de las islas llevó al organismo a crear este puesto. En ese momento, eran pocas las llegadas a Gran Canaria y Tenerife, y la inmigración aún era percibida como algo excepcional de Fuerteventura.


La neumática en la que nació un bebe rumbo a Lanzarote el pasado 6 de enero

Más de dos décadas después, el capitán sigue viendo lo mismo: “Un puro negocio”. Uno de los cambios que ha percibido está en el tipo de barcos que se utilizan, especialmente en la ruta que conecta Marruecos y el Sáhara con Lanzarote y Fuerteventura. “La inmigración empezó con embarcaciones tipo patera bien hechas. Se usaban los barcos de pesca. Después, empezaron a construir pateras para la inmigración”, dice. La calidad empeoró y las consecuencias pueden verse cada día en las costas canarias. “Las pateras se resquebrajan y crecen los accidentes en la mar”, cuenta.

“Eso está sucediendo hoy en día con las neumáticas. Cada vez vemos más neumáticas hechas para la migración. Es puro mercadeo de personas”, asevera. “Les ponen un motor, un par de petacas de gasolina y un teléfono para que puedan llamar. Te das cuenta de que no los consideran humanos”, dice.

Domingo Trujillo y sus compañeros se topan en cada rescate con la fragilidad de estas embarcaciones. Más aún durante la noche. “Con la falta de luz todo se complica. Si a eso le sumas el oleaje, el viento y el nerviosismo de los inmigrantes, que con las condiciones meteorológicas no saben si saldrá bien la operación… Si no hay control y una manera organizada de sacarlos, el riesgo de vuelco se dispara”, afirma.

Una ruleta rusa

Cuando la noche y el mar no acompañan, auxiliar a una patera “es una ruleta rusa”. En los cinco o seis minutos que dura un rescate en esas condiciones, “de lo que se trata es de sacarlos”. “A veces, aunque hagamos todo lo que podamos como profesionales de salvamento y como personas, no es suficiente, porque no depende de nosotros”, añade. El capitán de la guardamar Talía no puede evitar romperse. “A mí nunca se me van a olvidar los que perdí en la banda. Sí, es inmigración, pero para nosotros no deja de ser gente en la mar”, insiste.

Trujillo recuerda un rescate de 2006 en el que varios migrantes se hundieron en el fondo del mar antes de poder subir al barco de Salvamento. También comparte un episodio reciente en El Hierro. Fue en diciembre, cuando rescataron a 80 millas de La Restinga a 197 personas de un cayuco. Con los supervivientes ya a bordo se dieron cuenta de que no estaban todos. “Había un cuerpo en el fondo del cayuco”, explica. En esta ocasión, sí pudieron recuperar el cadáver.


El capitán de la guardamar ‘Talía’ de Salvamento Marítimo, Domingo Trujillo, en Puerto Naos

Los rescates en El Hierro son también complicados por el volumen de personas que viajan en los cayucos. “Este año llegamos a rescatar a 240 personas de un solo cayuco”, recuerda. Las grandes embarcaciones de colores que suelen partir de Senegal son más estables que las barcazas de fibra mauritanas. “Son más pequeñas y muy inestables”, explica.

Cuando los supervivientes se acercan a El Hierro pueden llevar semanas de travesía. Al llegar a ellos, Salvamento Marítimo debe tomar la decisión de acompañar al cayuco al muelle o realizar el rescate en alta mar. “Hay que evitar el riesgo. Si el cayuco está dentro de una distancia razonable, es preferible acompañarlo. Si hacemos el rescate, corre el peligro de zozobrar”, apunta.

Para él, la labor que hacen los cargueros en tránsito es fundamental. Trujillo señala con el dedo una pantalla en la que pueden verse todos los buques que navegan entre Lanzarote y la costa africana. “Cuando ven una patera llaman y son capaces de esperar hasta que llegamos. Es importantísimo”, insiste. “Días anteriores, un mercante paró y estuvo dos horas allí. Después, colocó el barco de forma que pudimos hacer el rescate en una piscina prácticamente”, ejemplifica.

También recuerda que, aunque él es el capitán del barco, son ocho las personas que hacen que funcione. Además de Domingo, un jefe de máquinas, dos oficiales, tres marineros y un cocinero conviven en la Talía. »Dormimos a bordo, comemos a bordo, y nos movemos alrededor del barco. Cuando recibimos una alerta, no pueden pasar más de 20 minutos hasta que salimos», explica. Aunque tienen turnos de guardias y navegación, cuando hay una emergencia participa todo el equipo.

Ante las voces que criminalizan a Salvamento Marítimo por rescatar a personas migrantes en la ruta más mortal del mundo, Trujillo responde: “Cuando se sale a la mar se sale a rescatar, a tener éxito, porque todos queremos hacer bien nuestro trabajo”. 

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